Capítulo 9

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A la mañana siguiente abrió las ventanas de todos los departamentos y dejó que el aire tibio inundara la planta entera mientras arreglaba las habitaciones. Había vasos de té vacíos en el apartamento de Niall y Ellie, y toallas empapadas en todos los baños como vestigio de duchas refrescantes que ya habían quedado obsoletas.

Hacía calor; el verano de Texas había terminado de forma oficial, pero el sol no parecía dispuesto a dar una tregua. Los vaqueros sudaban arrastrando sacos, Ellie se abanicaba con las facturas que acababa de firmar, y Matt daba vueltas por las habitaciones inspeccionando aparatos de aire acondicionado que habían envuelto toda la casa en un zumbido somnoliento.

Louis llenó las lavadoras de sábanas y toallas y subió a la cocina. Encontró a Doreen haciendo tarta de lima, embutida a pesar de todo en su delantal blanco, y robó un buen vaso de agua helada de la jarra que ya le había preparado. Se giró para mirarlo con los brazos en jarras.

—Necesitas un sombrero —sentenció, y Louis casi se echó a reír con la imagen mental.

—Estaré bien. Buscaré una sombra.

Había un vaquero que le resultaba familiar cepillando un caballo blanco, y dos cargando cubos de heno por uno de los pasillos de los establos.

No encontró a Harry, pero uno de los hombres que pasó cargando con herramientas levantó las cejas en su dirección. Eso era un saludo allí, lo había aprendido. Se lo devolvió.

—¿Dónde está Harry?

—Ahí atrás. —Hizo un gesto hacia la puerta.

—¿Al sol?

Él se encogió de hombros.

Harry estaba acabando de atar las riendas de un caballo a uno de los enormes postes que había detrás de la explanada grande. Ninguno de los dos parecía particularmente contento con la transacción, y el trote inquieto del caballo había levantado una nube de polvo pardusco. Louis retrocedió un paso.

Harry le dio un tirón al nudo que acababa de atar.

—No te acerques mucho —dijo desde allí.

Asintió mientras Harry avanzaba hacia él. Llevaba sombrero y tenía la camiseta pegada a la espalda por el sudor, pero podría ser peor; se había cruzado con vaqueros que habían acabado por quitársela y caminaban por ahí en vaqueros y botas como recién salidos de una película antigua.

Harry se quitó el sombrero antes de llegar. Louis tragó saliva y apartó la mirada del mechón de pelo que caía sobre su frente. Empezaba a estar seguro de que el calor que sentía en el centro del cuerpo no era sólo el sol que le abrasaba la piel.

—No tenía muchas ganas. —Le tendió la bandeja y él agarró el vaso para darle un trago—. ¿Siempre hace este calor? Siento que se me derrite el cerebro.

—No. Suele hacer más. —Harry devolvió el vaso vacío a su bandeja—. Es otoño.

Louis le rellenó el vaso de nuevo.

—Cielos, menos mal que me iré en unos meses. Empiezo a pensar que ni siquiera entonces se podrá respirar aire fresco.

Harry se detuvo con el vaso a medio camino.

—¿Cómo?

Lo miró en blanco.

—...Bueno, supongo que en invierno tampoco hará calor aquí —dijo al final, sintiéndose estúpido bajo su mirada silenciosa. El aire entre ellos cambió.

Country roadsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora