Capítulo 18

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La puerta se abrió. Harry tenía la mandíbula apretada y no lo miró a la cara.

—No es un buen momento —dijo antes de que pudiera abrir la boca. Louis dudó.

—No- Sólo quiero hablar.

—No tengo ganas de hablar.

—Niall me ha dicho que Billy ha...

—Vete a la cama, Louis.

—¿Es cierto?

Harry exhaló. Su pecho bajó tras su camisa; se había arrancado la corbata y tenía el cuello mal colocado.

—Sube.

—¿Has bajado a verlo?

—No quiero verlo —espetó él—. Y tampoco quiero hablar contigo ahora. Por una vez podrías respetarlo.

Louis retrocedió un paso, herido.

—¿Cómo? —susurró.

—Todo el rato queriendo hablar. No me apetece hablar.

Abrió y cerró la boca en silencio. Ya no miraba su ceño fruncido; acababa de darse cuenta de que sus ojos estaban enrojecidos.

—Sólo he venido a ver cómo estabas —murmuró al final—. Yo también me emocionaría, Harry. Tu trab...

—No estoy llorando —lo cortó él. No parecía consciente de que tenía los ojos anegados, y su respiración agitada todavía no cortaba sus palabras en sollozos.

Louis respiró hondo.

—Harry —empezó con cautela, extendiendo una mano hacia su antebrazo—, no tienes nada de lo que avergonzarte. Cualquiera...

—Te he dicho que no estoy llorando. —Harry se deshizo de su mano con un movimiento brusco. Sus manos temblaban de rabia; Louis no retrocedió.

—Está bien —murmuró.

Harry no se había movido; temblaba, y las lágrimas ya resbalaban por sus mejillas. Sus manos estaban crispadas en sus propios antebrazos, como si intentase abrazarse a sí mismo inconscientemente.

Louis entendió al instante qué hacer.

Avanzó y le rodeó el cuello con los brazos con cuidado. Se puso de puntillas para estrecharlo contra él. Harry no se movió, pero tampoco hizo amago de detenerlo; podía notarlo, quieto y rígido en el sitio.

—Lo siento —le susurró, sin soltarlo. Despacio, sus brazos gruesos le rodearon la espalda. Harry exhaló—. Lo siento.

Lo oyó dar una respiración pesada, lenta. Sonaba como un avance.

Le frotó los brazos con cuidado, sintiendo la tela áspera de su camisa bajo los dedos. Subió hasta sus hombros hundidos y los masajeó hasta que los sintió relajarse.

Lo besó en las mejillas, en la comisura de los labios. Harry respiró hondo; abrió los ojos para mirarlo.

Les sonrió a sus ojos verdes, las pestañas pegadas por las lágrimas y el ceño medio fruncido en una expresión confusa que le dolió más que sus lágrimas.

—Está bien —susurró. Deslizó los brazos de nuevo por sus hombros y sintió su espalda curvarse cuando él se inclinó.

Harry se aferró a él. Los sollozos lo sacudieron entero, y sus brazos casi le hacían daño en el costado. Se lo permitió, pasando los dedos por su pelo.

—Está bien —repitió. Giró la cabeza para dejar un beso en su sien—. Estás bien.

Intentó estirarse, pero Harry lo tenía tan sujeto que apenas podía moverse. Se relajó despacio y lo dejó sollozar apoyando la cabeza de nuevo en su hombro. Su abrazo era exactamente como lo había imaginado, sólido y cálido contra su propio pecho, y sin embargo nunca habría podido imaginarse allí.

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