Capítulo 25

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Despertó con el peso del brazo de Harry sobre la cintura. Se desperezó a duras penas.

Aquella cama era maravillosa, esponjosa y suave. Pero estaba seguro de que no era eso lo que le daba encanto; era el cuerpo cálido que respiraba a su lado, todo pelo revuelto y piel tostada, con un brazo cálido y firme arropándolo contra él.

Se movió con cuidado para pegarse más a su costado; daba calor incluso a través de la ropa, como si su cuerpo estuviera preparado para ponerse en movimiento en cualquier momento. Quería buscar los latidos de su corazón pegando la mejilla a su pecho, pero no se atrevía.

Harry no se había despertado. Era casi extraño verlo relajado, sin el ceño fruncido con el que se había acostumbrado a verlo. Podía delinear su mandíbula con la mirada, y contar sus pestañas espesas sin esfuerzo.

Quería subirse a sus caderas y montarlo hasta que se hiciera de noche, o de día. No le importaba demasiado.

Miró el reloj; apenas eran las seis. Lo habían despertado los tímidos rayos de sol que empezaban a filtrarse a través de sus cortinas, en un ángulo extraño y distinto al que se había acostumbrado desde su buhardilla.

Se desperezó despacio, y lo sobresaltó el despertador de Harry, estridente. Lo vio frotarse la cara, somnoliento, y sonrió cuando sus ojos se abrieron y encontraron los suyos.

—Buenos días —susurró.

Harry hundió la nariz en su cuello.

—No quiero irme —gruñó.

Sonrió.

—Quédate. —Tenía la voz ronca; carraspeó—. Quédate un rato más, hasta las ocho.

—A las ocho empiezan a llegar los vaqueros.

—¿No vienen para limpiar?

Harry le respondió con un murmullo casi imperceptible, pero un segundo después lo sintió levantarse. El colchón se hundió y perdió el calor de su cuerpo casi al instante; se estremeció y tiró de las mantas.

Lo observó desde la cama mientras se vestía, sin apartar la mirada de sus hombros marcados. Harry nunca se ponía las camisetas sin mangas que les veía a todo el resto de vaqueros, y no tenía que preguntar por qué.

Harry agarró su sombrero de último, y oyó el tintineo de sus botas cuando se movió.

—Ten cuidado con Matt —murmuró—. También se levanta a las ocho.

Asintió.

—Sé bueno —murmuró. Besó su mejilla cuando él se inclinó para quedar a su alcance, y alcanzó a ver la sombra de una sonrisa en sus labios antes de que se volviese hacia la puerta con rapidez.



Era absolutamente infernal arrastrar el aspirador escaleras arriba; tenía que pedir que comprasen uno nuevo en cuanto Niall apareciese con sus militares revisiones de que todo funcionaba correctamente. Era enorme, aparatoso, y demasiado pesado, y aquella casa se había construido antes de que a la gente le pareciese útil colocar enchufes a lo largo de los pasillos.

A pesar de todo, aspiró la alfombra del primer piso y ordenó la habitación de Harry de primera—eliminar pruebas era una prioridad ahora. Se enfrentó con valentía al apartamento de Ellie y Niall, donde no se atrevió a tocar los papeles que abarrotaban el escritorio e incluso las mesitas de noche.

Estaba arrastrando el condenado aparato de huevo hasta el pasillo cuando la puerta del apartamento de Nelly y Matt se abrió con brusquedad. Salían voces y risas de dentro, pero Nelly salió sola, con los labios apretados.

Country roadsWhere stories live. Discover now