Capítulo 39

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Celebraron la Nochebuena—y su cumpleaños, muchas gracias—en un restaurante italoamericano decorado con brillantes adornos de espumillón. No era la primera vez; de hecho, creía recordar más Nochebuenas en ese mismo restaurante, pero no pudo contener una sonrisa al pensar en Doreen. Casi podía oír sus gritos indignados si se enterase de que ni siquiera iban a cenar algo casero en una noche como ésa.

Desde luego, tenían mucho más sitio del que habrían tenido en el apartamento de su madre; las gemelas se adueñaron de una de las esquinas y pidieron la clave del wifi nada más sentarse, su madre se acomodó con una sonrisa plácida al lado de su marido, y Lottie llegó tarde y arrastrando a Ben de la mano, que lo saludó con demasiada efusividad para su gusto.

Ben trabajaba en bolsa; todavía recordaba haberle dado consejos de estrategia financiera y haberle pasado disimuladamente la tarjeta de algún cliente interesado en ampliar cartera.

Ahora, la visión de su traje impoluto y la el ruido permanente de los mensajes y los emails entrado en su teléfono le parecían un mal sueño. Le sonrió de todas formas y apartó la silla para que se sentase a su lado.

Desgraciadamente, se había acostumbrado demasiado a las artes culinarias de Doreen como para apreciar nada de la comida con la que los camareros llenaron la mesa; el pavo estaba seco, la salsa estaba aguada y fría, y ni siquiera se atrevió a probar el pescado. Pero se llenó el plato educadamente y se enfrentó con valentía a la conversación apacible de su familia.

—Bueno, Louis. —Tony fue el primero en dedicarle una sonrisa cálida— Cuéntanos. ¿Cómo te ha ido en tierras Texanas?

Le devolvió la sonrisa.

—Genial —dijo con sinceridad; nadie allí necesitaba saber más detalles—. Estoy... muy a gusto.

—¿Te pagan bien?

Sintió su propia sonrisa quedándose rígida. Dos golpes de realidad en uno; primero, la preocupación número uno de una familia que había crecido en el seno de la inestabilidad económica, en la ciudad más cara del mundo. Y segundo, la normalidad de la pregunta, que haría atragantarse a cualquier sureño de bien, pero que nadie dudaría en hacerle allí.

—Me pagan más de lo que necesito —optó por decir, diplomático—. Vivo a gastos pagados, así que...

—Ah. —Tony asintió—. Supongo que estarás invirtiendo un gran porcentaje de tu sueldo, ¿no? Haciéndote un buen colchón de jubilación.

Ben pareció animado por el ritmo de la conversación.

—¿Inviertes con Acorns, o con Betterments...? —intervino, sin perder una sonrisa refrescante. La de Louis se estaba acabando.

—No —dijo, y los acalló a los dos—. ...No he movido demasiado capital últimamente —añadió, cuando el silencio se hizo incómodo.

Los dos asintieron, con menos seguridad que antes.

—Bueno, avísame si te interesa una cartera nueva —dijo Ben, volviendo la atención a su plato—. En bolsa todo está en movimiento últimamente. —Louis sintió ganas de reír ante su tono sincero; posiblemente ésa era la frase más comentada entre los trabajadores de Wall Street, estuvieran como estuvieran las tendencias. Había perdido significado como expresión: era prácticamente un saludo.

Asintió, haciendo un pobre esfuerzo por fingir interés, y se sirvió más ensalada.

—Eso está bien. —También era la respuesta de rigor, y tampoco tenía demasiado significado.

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