Capítulo 33

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Cuando sonó el despertador de Harry—estridente y molesto, tenía que decirle que cambiase la melodía—Louis estaba absolutamente enredado entre sus brazos, y él dejó un beso somnoliento en su sien antes de retirar el brazo en el que lo cubría. Agarró su antebrazo y se lo impidió, tirando de él para envolverlo en su cintura.

—Tengo frío —se quejó—. No te vayas.

Harry soltó una risa suave como una respiración.

—No quiero irme —admitió, pero empezó a removerse perezosamente en la cama para quedar boca arriba. Louis recorrió el remolino de sábanas que los cubría, y reprimió una sonrisa.

—No eres el único que se ha despertado —dijo con sorna.

—¿Hm?

La señaló con un gesto de la cabeza; la erección de Harry se adivinaba bajo las sábanas.

Hundió el rostro en su cuello caliente y probó su piel con los labios.

—¿Quieres aprovecharla?

Lo sintió exhalar.

—No sé cuánto va a durar —admitió.

—Podemos parar cuando queramos.

Harry negó con la cabeza.

—No, yo- mis hermanos se preocuparán si no aparezco.

—Todavía es temprano.

Lo oyó tragar saliva.

—Louis, no sé si puedo. —Tenía la mirada clavada en el techo, evitándolo—. No sé si sólo fue un golpe de suerte.

Louis acarició su hombro con delicadeza. Podía sentir las cicatrices en su piel cálida, bajo las yemas de los dedos.

—Si no te apetece, no tenemos que hacerlo —murmuró—. Pero si quieres probar, te demostraré que no lo fue.

Él dio una respiración trémula. No lo detuvo cuando alargó la mano para frotarlo con suavidad a través de las sábanas, y dio un jadeo casi sorprendido.

—No quiero decepcionarte otra vez —admitió, ahogado.

—Nunca podrías decepcionarme —murmuró en su oído. Metió la mano bajo las sábanas, y oyó su respiración interrumpirse cuando lo rozó por encima del pantalón del pijama. Se estiró para presionar los labios contra los suyos y notar sus jadeos en la piel—. Haz —canturreó contra su boca entreabierta—. Podemos ir muy despacio. Porque quiero sentirte, y porque tenemos tiempo de sobra.

Era mentira; faltaban menos de veinte minutos para la hora a la que se iba, limpio y vestido. Pero más presión era lo que menos necesitaba.

Harry se removió en el sitio, pero no lo detuvo. Jadeaba un poco más fuerte, y había cerrado los ojos.

Tiró de sus pantalones hacia abajo, aún oculto bajo las sábanas. Envolvió los dedos alrededor de su erección y lo oyó dar un respingo. No tenía ninguna diferencia con cualquier otra que hubiera sentido.

Desde luego no se siente como la de un impotente, se sorprendió pensando, pero cerró la boca.

—¿Se siente bien? —susurró en su lugar, y él asintió al instante.

—Sí. —Sonaba agitado. Giró la cabeza y abrió los ojos para mirarlo; todavía jadeaba con la boca entreabierta, y podía ver las pecas que el sol había dejado en sus pómulos dorados. Quería besárselas; tendría que ocuparse de eso en otro momento.

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