Capítulo 32

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—No has cenado —gruñó Doreen en cuanto entró en la cocina a la mañana siguiente. Asintió; no tenía ganas de dar explicaciones.

—Lo siento. No tenía apetito.

—Te vas a quedar en los huesos. Como todos los demás. —Le señaló un generoso plato de desayuno que le iba a costar acabarse. Se sentó a la mesa, obediente, y alcanzó el tenedor—. ¿Qué revuelo fue ese ayer?

Se encogió de hombros con una indiferencia que no sentía.

—Creo que Harry se peleó con un vaquero.

—Pues vaya novedad —Doreen acababa de poner el lavavajillas y el rumor del agua ahogó sus refunfuños—. ¿A quién le quita eso el apetito?

No respondió.


Niall apareció en la cocina impecablemente vestido cuando estaba acabando.

—¿Alguno de los dos ha visto a mi hermano?

Louis levantó la cabeza. No necesitaba aclarar a qué hermano se refería, y no le gustaba su tono.

—¿Quieres decir que no está en los establos? —Doreen parecía absolutamente impasible con los enfados de los hermanos; o estaba acostumbrada, o hacía un trabajo profesional magistral evitando meterse en ellos.

—No. —La mirada clara de Niall lo alcanzó—. ¿Louis?

Sacudió la cabeza.

—No sé dónde está. —Sí que lo sabía; ayudando a organizar una compra de ganado vacuno que tenían que etiquetar. Pero no tenía ganas de dar explicaciones sobre la cantidad de tiempo que pasaba persiguiéndolo por el rancho, aprendiéndose los nombres de los caballos y observando con disimulo los músculos de sus brazos.

—Hm. Gracias. —Niall desapareció por el pasillo, y Louis se centró en la montaña de suciedad que tenía que eliminar esa mañana.


Acabó de aspirar todo el primer piso y subió trabajosamente el aspirador hasta el segundo. No le sorprendió demasiado oír una discusión dentro del despacho de Niall.

—...de dar problemas, acabaré teniendo que pedirte que te vayas del rancho. —Era la voz de Niall, pero sonaba tan ahogada por el enfado que resultaba difícil reconocerlo. Había acabado encontrando a Harry, después de todo.

—Este rancho es tan mío como tuyo. —Oyó la silla arrastrándose por el suelo cuando se levantó—. No pienso irme de mi casa. Puedes decir lo que te dé la gana, tú y los demás.

—Harry. Me parece increíble que a estas altur...

—Sabes perfectamente los problemas que tengo con la fusta. —Estaba extrañamente orgulloso de oírlo interrumpiéndolo; el hombre de labios apretados y de respuestas monosilábicas, cortando a su hermano para hablar. Y levantando la voz, nada menos—. Nathan tenía prohibido golpear a los animales. Algo que yo quería constatar en su contrato, y que te negaste a hacer.

—Nathan era el único capataz que podía ocupar ese puesto.

—Nathan era una serpiente desleal que azotaba a los caballos en cuanto yo le quitaba el ojo de encima. Y tú lo sabías. —Oyó más ruido, y los pasos firmes de Harry. Louis se apartó de la puerta automáticamente—. Puede que tú no tuvieras cojones para parar los latigazos, pero yo ahora sí que los tengo. Así que paga su maldita indemnización, y contrata a buenos empleados la próxima vez.

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