26.

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Solo miraba como su chico se meneaba de un lado a otro en ropa interior, haciendo como si estuviera limpiando, pero sabía perfectamente que no estaba haciendo nada.

Todas los domingos, cuando Diego no tenía que grabar, cuando Jorge no tenía que ensayar o dar función, el menor ponía la música sumamente alta desde las ocho de la mañana, limpiaba su departamento mientras meneaba sus caderas y cantaba en susurros.

Diego amaba los domingos.

—¿Qué estás haciendo? —dijo burlón, mirando cómo su novio se volteaba, con la escoba en las manos—

—Limpiando, duh.

—Tengo quien limpie mi departamento, no debes preocuparte... Mejor vamos a limpiar el tuyo.

—Pago para que lo hagan.

—Yo también —sonrió, se levantó de la cama y fue a donde Jorge, lo tomó de la cintura, sonriendo cuando pegó un brinquito— ¿Haz estado comiendo bien?

—Tengo un nuevo papel...

—Me preocupa, tienes que comer bien, Jorge... No quiero que vuelvas a recaer, vas muy bien...

El menor gruñó, miro como Consomé caminaba al rededor de ambos, evitando la mirada de Diego.

—Diego...

—Jorge...

—Es que...

—Por favor —el de rizos bajo la mirada, el mayor beso suavemente su cuello, abrazando su cintura y acercándolo a su cuerpo— ¿Algo paso?

—Les costó cargarme —alzó los hombros—

—Claro que les va a costar Jorge, no eres una bailarina de 1.60 y 45 kilos, eres más grande, tienes más músculo...

—Es que... Esta vez es diferente...

—¿Por qué? Si quieres hacemos ejercicio juntos, pero no tienes que dejar de comer...

—Estoy en el escenario en esta obra... —gruñó, acariciando su brazo— Alex me dijo que soy estupendo... Soy protagonista esta vez... Como... Ya sabes, como omega.

El alfa se alejó poco a poco de aquel chico, sonrió enorme al ver cómo se sonrojaba, el olor en la habitación se volvió dulce, lo que le indicaba la vergüenza que el menor sentía.

—Te dije que eras el mejor... —lo tomo de los glúteos rápidamente, el de rizos rió y dio un brinquito, dejándose cargar, Diego lo abrazó fuertemente besando su rostro— Eres increíble...

—¡No exageres!

—¡Eres el mejor! El mejor novio, el mejor omega, el mejor bailarín de México... —sonrió, mordiendo su labio— el mejor de todos...

—Si sigues así, enserio te la voy a chupar.

Diego rió y lo jalo hasta su cama, riendo al ver cómo él omega se subía y se acomodaba entre las sábanas.

...

Jorge se sentía tan bien sobre el hombro de su pareja.

Diego tenía una hermosa forma de tratarlo, lo trataba como si fuera un muñeco de cristal, siempre, después de hacerlo se abrazaban durante varios minutos, se acariciaban y hacían bromas de mal gusto acerca de varias cosas.

Era una rutina que ambos amaban.

—¿Cómo empezó?

—¿Qué cosa?

—El que dejarás de comer... —acaricio la cintura de su novio, sonriendo cuando se estremeció ante su toque— debiste tocar fondo...

—Mi familia es horrible...

—Lo sé... —El omega suspiro y acaricio su hombro, por más que intentaba, seguía pareciéndole vergonzoso hablarle de su pasado a Diego, pero eran una pareja, tenía que aprender a dejarse llevar (Y no solamente de forma sexual)—

—Hubo una temporada en la que sí estuve muy, muy gordo —alzó los hombros— Toda mi vida fui criticado y juzgado, comparado con Omar, por cualquier cosa... La comida era lo único que me hacía sentir bien —dijo sincero— empecé a subir mucho de peso... Deje de bailar porque mi papá me criticaba cada que lo hacía, simplemente comía y lloraba mucho, bailaba poco, cobró factura.

—¿Entonces...?

—Mi papá me obligó a dejar de comer —alzó los hombros— empezó a decirle a mi mamá que racionará mi comida, no me daba dinero para el receso, quería que bajara de peso... Entonces cambié la comida por el baile... Seguía comiendo, solo que ahora de forma sana y me movía más... —Acaricio su cintura— Pero... Todos decían que necesitaban personas delgadas para los papeles importantes... Creo que ahí fue cuando me comencé a obsesionar con ser delgado, me cayó encima todo lo que decía mi papá, mi mamá, Omar y ahora el medio...

Diego miró a Jorge, acarició su mandíbula y le dio un suave beso. Él omega correspondió de forma rápida.

—No se que decir...

—No tienes que decir nada —susurro Jorge, volteando a los labios de su amado— Solo bésame una vez más...

Diego no tardo en complacerlo.

...

Lunes, nueve de la mañana.

Diego se había tenido que ir muy temprano, nuevamente estaba haciendo una serie, ahora con un papel aún mejor, un proyecto que prometía mucho.

Jorge no tenía trabajo ese día, por lo cual decidió quedarse en casa de su pareja, terminar lo que el día anterior había empezado y cuidar de Consomé.

No mentiría, odiaba las tareas domésticas, él sabía perfectamente que no estaba hecho para ser uno de esos omegas bonitos que se quedaban en casa todo el día con sus cachorros, cocinando, manteniendo su bonita cara y su bonita casa, él podía ser bonito, pero no mientras hacía todo lo demás.

Sin embargo, Diego le daba tanto, que él no perdía nada con ayudarlo un poco.

—Voy —dijo al escuchar el timbre, Consomé empezó a ladrar, Jorge frunció su ceño, él nunca ladraba—Tranquilo, solo es una visita para Diego —regaño, poniéndose rápidamente la camiseta de Diego y un short, ya que no traía nada a parte de su slip— Diga.

—¿Esta Diego Cardenas?

Jorge frunció su ceño y volteó por el mirador, del otro lado de la puerta había un alfa, guapo y con lentes de sol, también barba.

—¿Para que lo busca?

—Le traje algo.

Jorge frunció su ceño y abrió la puerta, el alfa alzó una ceja al ver al de rizos, sonrió girando los ojos.

—¿Eres su asistente o algo así?

—Perdone, ¿Todo bien? ¿Trae algún paquete para mi novio?

—Ya me habían contado que Diego cayó bajo, pero no cuánto...

—Si no va a entregar nada, hasta luego —iba a cerrar la puerta cuando el alfa se interpuso— Por favor, señor, no querrá que llame a seguridad.

—¿Me conoces?

—¿Por qué tendría que?

—Me llamó Roberto... Fui el alfa de Diego durante un par de años.

—¿Qué?

Amigos... ¿Con derechos?. Where stories live. Discover now