53.

293 33 3
                                    

La pareja se quedó impresionada, no sabían que más hacer a parte de presenciar a sus hijos, Diego ni siquiera había reaccionado desde que su bebita había salido, cuando escuchó a Jorge sollozar de alegría, y al doctor decir "Felicidades, papis" el también empezó a llorar.

—Oh por dios... —susurró, Jorge rió entre lágrimas, ambos bebés se aferraban con insistencia al pecho de su madre, el mayor necesitaba olerlos, necesitaba sentirlos— Jorge... P-por favor.

—Quítate la camisa —pidió el doctor, el alfa lo miró confundido— El contacto piel a piel es muy importante para un recién nacido, quítate la camisa.

El menor asintió y se recostó de lado, Diego se quitó la camisa y tomó al pequeño cachorrito, el niño hizo un poco de berrinche al ser separado de su papi, pero al sentir la piel caliente de Diego, dejó de hacer drama, dejando de moverse incómodamente.

Una enfermera puso dos mantas sobre el pecho de cada uno, para cubrir bien a los bebés y que no sintieran frío, Diego se acercó a oler al pequeño, sintiendo mariposas en el estómago al sentir el dulce y tenue aroma de su pequeño cachorrito.

—Eres un omega, cariño —susurró, Jorge sonrió al ver a su esposo acariciando a sus bebés, él no podía sentir el aroma de sus niños porque acababan de nacer, acababan de salir de él y su omega no podía descifrar su aroma, sin embargo, su pareja sí— Ay corazón... Eres un hermoso omega, como tu papi...

—Huélela a ella, alfa, quiero saber...

El mayor se acercó rápidamente a oler a su cachorrita, la menor se quejó porque la barba de su padre le picaba, pero no le costó mucho descifrar el aroma de su hija.

—Una alfa...

—Como su padre —susurró Jorge, el mayor volteó a verlo— Una valiente y fuerte alfa, igual que su padre...

...

Diego quería memorizar perfectamente cómo se veían sus hijos, sabía que los recién nacidos cambiaban día con día, y él no quería olvidar ninguna de las características de sus pequeños.

Su cachorro había medido cuarenta centímetros y pesado dos kilos seiscientos gramos, mientras que su cachorra había medido cuarenta y seis centímetros y pesado tres kilos doscientos gramos. Eran tan blancos como su esposo, la nariz respingada como la suya, y el poco cabello que había en sus cabezas, era rizado.

Ya quería que se deshincharan para saber a quien se parecían más.

Jorge se había quedado dormido, él no había soltado ni un segundo a ninguno de sus dos hijos, paseaba por la habitación con ellos en brazos, contándole historias que los cachorros ni siquiera recordarían, pero Diego juraba que le estaban prestando atención porque se le quedaban viendo fijamente mientras hablaba.

Probablemente nadie le había explicado que los bebés a penas y veía cuando acababan de nacer.

Jorge sonrió al ver como aspiraba el aroma de sus pequeños y como los cargaba con todo el cuidado del mundo, su corazón se derretía al notar como sus bebés sé veían sumamente pequeños sobre el pecho de su padre, como sus manitas con guantes se movían, y como empezaban a lloriquear cuando les dejaba de platicar cosas.

—Yeyo...

—Coky... —sonrió al ver que estaba despierto, se acercó rápidamente, sonriendo cuando se enderezó con cuidado— déjame te ayudo.

—No te preocupes, no me puedo sentar —rió, el mayor también se rió, alzando los hombros— Déjame verlos...

—Las enfermeras que los revisaron los vistieron, parecen muñecos —Jorge sonrió al ver a los cachorros, había mucho frío en la ciudad, muchísimo más en el hospital, el menor hizo una mueca, Diego se preocupó—

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

—Tengo mucho frío...

Diego se levantó y dejo a sus dos cachorros en la pequeña cunita que habían dejado en la habitación, caminó a la maleta y sacó una suave frazada, lo cubrió con ella y besó su frente, el menor no tardó en hacer un puchero.

—¿Cómo te sientes?

—Tengo mucho dolor —dijo, sincero— y siento el pecho muy lleno —hizo una mueca, acariciando su pecho con algo de molestia—

—Seguramente ya tienen hambre —tomó a uno de sus cachorros, lo puso con cuidado en el brazo de su pareja, Jorge sonrió cuando empezó a comer, riendo cuando la bebé tomó con fuerza su dedo— Ella come mucho.

—No por nada es la bebé más grande —susurró, volteó a su otro bebé, Diego ya lo estaba cargando para abrazarlo contra su pecho, Jorge chasqueo la lengua al ver como se acurrucó— Te va a adorar.

—¿Tú crees?

—Los dos te adorarán, pero ya sabes, él es omega y tu alfa, estoy seguro que no podrás parar de consentirlo.

—Hey, tenemos una niña también.

—Ujum, pero eres sobreprotector con los omegas...

Diego sonrió y alzó los hombros, acariciando con cuidado la mejilla de su cachorro.

—Elian...

—¿Elian? —preguntó el de rizos—

—Elian es un lindo nombre para un omega.

—Elian Cárdenas Anzaldo —sonrió y asintió— es precioso...

—¿Y ella?

—Sus nombres tienen que hacer match, como los de tus sobrinos.

—¿Entonces?

Jorge lo pensó un poco, miró a su —cachorra y acarició su mejilla, la pequeña se le quedó viendo, él se derretía cuando uno de sus dos hijos lo veían.

—¿Elaia?

—Elian y Elaia, combinan y son muy lindos...

—Me encanta.

Se volvieron a sonreír y se abrazaron, dándose algunos besos más.

...

Había acostado a sus cachorros, Jorge ya estaba caminando un poco, el doctor le había dicho que era lo mejor para que su recuperación fuera más rápida, por lo cual estaba caminando con tranquilidad por el cuarto.

—¿Te ayudo a cambiarte? —se acercó Diego, Jorge se apartó un poco, Diego frunció su ceño— ¿Qué?

—Aún estoy muy hinchado...

—¿Y eso qué?

—Me da pena que me veas así... —bajo la mirada, Diego alzó una ceja—

—No creas que esperaba que regresaras a tu cuerpo de hace un año después de nueve meses embarazado y doce horas de parto, sabía que cambiaría, y no me molesta —dijo sincero, Jorge hizo un puchero— Vamos a cambiarte, déjate de tonterías, soy tu alfa...

—Pero...

—Me encantas como sea —lo jalo de la cintura, Jorge se sonrojó y rió, suspirando cuando beso su marca— Vamos, te ayudo.

No pudo haber pedido un mejor alfa.

Amigos... ¿Con derechos?. Onde histórias criam vida. Descubra agora