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Advertencia.
—Parto masculino
–Mención de la lactancia
–Puede ser incómodo para algunos, si para ti lo es, por favor puedes leer solo por encimita, hay momentos muy dulces que me gustaría que leyeran, pero si los ponen incómodos, pueden saltarlo.

...

Tenía los codos y rodillas apoyadas en la cama, las caderas levantadas moviéndolas de un lado a otro, se había dado cuenta que en esa posición el dolor disminuía bastante. Su fuente se había roto unas horas atrás, tenía siete centímetros de dilatación y sus dos cachorros estaban bajando peligrosamente rápido.

El doctor lo había estado checando cada hora, hasta ahora iba perfectamente bien, dilataba un centímetro por hora, si todo seguía como estaba yendo, antes de que el sol se ocultara tendrían a sus bebés en brazos.

Diego se había puesto sumamente posesivo en las últimas horas, gruñía un poco cuando los enfermeros alfas se le acercaban a su pareja, incluso su mismo doctor, ver cómo sufría y cómo que los doctores o las enfermeras lo revisaran lo hacía sufrir más, era cansado, solo sentía rabia, ni siquiera razonaba.

—¿Ya? —preguntó, él omega asintió, cayendo en la cama con cansancio, suspirando al sentir tanto dolor, el alfa se sentó en la cama y acarició su abdomen, él también sentía dolor, obviamente no al nivel del omega, pero si él sentía que en cualquier momento las piernas dejarían de responderle, no quería imaginar cómo se sentía Jorge— ¿Quieres que te amarre el cabello?

—Llévame a dar un baño de agua caliente —pidió, el alfa asintió y caminó hasta el baño del hospital, unos minutos después, él estaba acostado en la tina con las piernas abiertas, cerrando con fuerza sus ojos al sentir dolor— mi-erda...

—Coky... —el menor volteó con una sonrisa nerviosa, el alfa suspiró con algo de pena y culpa, ya que no sabía muy bien qué decir— Eres muy valiente...

—Alfa, todos los omegas tienen bebés...

—No me importan los otros omegas, me importas tú —susurró, Jorge sonrió con pesadez— vas a tener mellizos y... Aún así, decidiste tenerlos de esta forma...

—Es lo último que me queda con mis bebés dentro, sería una pérdida de tiempo desperdiciarlo.

—Te amo, yo te admiro mucho.

—Oh, yeyo —sonrió, abrazando su cuerpo, acurrucándose en su pecho— yo te amo más...

—No es cierto, créeme.

—Mmm... Yo te amo por tres en este momento, así que si...

—No me importa, yo puedo cubrir los tres espacios sin problemas.

Jorge lo dejo ganar.

...

—Muy bien —dijo el doctor con una sonrisa, Jorge soltó un gemido lastimero, cerrando sus ojos y apretando los barandales con todas sus fuerzas— Diego, tus hijos van a nacer ahora, y tu esposo me necesita para traer a los cachorros al mundo, así que deja de verme como si me fueras a asesinar, yo solo ayudaré a tu esposo a tener a tus bebés.

—Yey... —llamo a su alfa, el mayor gruño y se puso tras su esposo, dejando que todo el peso del menor quedará sobre su cuerpo, cuando las enfermeras lo ayudaron a subir sus piernas, cubrió su boca—

—Estás asustado...

—Claro que no...

—Claro que sí, no lo estabas, pero ahora que sientes tan cerca a nuestros bebés tienes miedo —el menor suspiró— Has estado temblando de dolor todas estas horas, pero ahora tiemblas diferente, tienes miedo.

—Claro que lo tengo —susurró— No tengo ni idea de como ser un buen papá.

—Yo tampoco —le sonrió— Aprenderemos juntos.

...

—Bien, Jorge, mantenlo.

El menor mordía el dorso de su mano y apretaba con fuerza el barandal de la cama.

Diego no podía hacer más a parte de ver a su pareja sufrir, darle palabras de aliento y besar su marca.

—Dame tus manos.

—¿Q-Qué? —preguntó, estaba muy mareado y sentía mucho dolor, su mano izquierda ya estaba sangrando por la fuerza con la que enterraba sus dientes en ella cada que pujaba—

—Deja de hacerte daño y dame tus manos —él omega obedeció, apretó las manos de su pareja con fuerza, chillando cuando le ordenaron que volviera a pujar— Deja de reprimirlo, te va a hacer mal.

—Pero no quiero ser un gritón insoportable —susurró, mirándolo con sus ojos rojos, ni siquiera se había permitido llorar—

—Estas dando aluz, Jorge, puedes darte el lujo de ser un gritón insoportable, deja de intentar reprimir lo que sientes, grita, insulta, golpéame, aprieta mis manos, pero por favor deja de fingir que todo está bien cuando no es así, estás sufriendo, no debes de esconderlo.

...

—¡Aaaah! —soltó adolorido cuando sintió la cabeza de su bebé entre sus piernas, apretó con fuerza las manos de Diego, sollozando con desesperación sobre su regazo— Dios mío... D-Dios mío... Ya por favor, ya... —rogó, negando con miedo, Diego igual sentía presión en la cadera, la sensación los estaba matando—

—Ya está la cabeza fuera —felicito, el menor hizo un puchero y enterró las uñas en la nuca de su pareja, soltó un grito largo cuando le indicaron que pujara, soltó uno nuevo cuando se lo pidió de nuevo—

Sintió un alivio inmenso cuando su cachorra salió de su cuerpo, los doctores en la habitación empezaron a festejar, la pareja entró en razón cuando la escucharon llorar.

—Diego, descúbrele el pecho.

El alfa se apresuró a obedecer al doctor, en cuanto la cachorrita estuvo en el pecho de su pareja, se calmó, ambos se quedaron sorprendidos, viendo a su pequeña niña quejarse sobre el pecho de su madre, cuando empezó a lloriquear por comida, Jorge fue más rápido, la niña como si supiera a qué venía, empezó a lactar.

El de rizos sonrió al verla comer, acarició su mejilla con su índice, por primera vez desde que todo había empezado, no lloraba por dolor.

—Por Dios, Diego... —volteó a ver a su esposo, el cual estaba en shock, no sabía qué decir, Jorge rió al verlo en ese estado, el mayor miró al menor, y cuando este asintió, sintió una calidez inmensa en su pecho, Jorge cerró los ojos y apoyó su cabeza en el hombro de su pareja, al sentir como el otro bebé empezaba a hacer presión, como su cachorra lo había hecho hace tan solo unas horas—

—Mira, su bebé ya está listo para venir a conocerlos —miró a Jorge— ¿estás listo?

El menor tardó un poco menos que con su primera bebé, el canal de parto ya había sido despejada por su niña, y como su niño era un poco más chico, Jorge tuvo que esforzarse mucho menos.

—Puja —ordenó el doctor, el menor hizo una mueca de dolor, causando que sus dientes rechinaran— ¡Bien! ¡Empuja de nuevo! —animó—

Jorge gritó cuando dio un último pujido, y como minutos antes había pasado, la habitación se llenó de un llanto desesperante, no tardó en sentir un segundo peso en su pecho.

Amigos... ¿Con derechos?. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora