58.

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Jorge suspiró, no paraba de encontrar juguetes tirados, ya no podía moverse tan bien, su vientre le pesaba una barbaridad, y sus pequeños hijos aún no entendían que tenían que recoger los juguetes que jugaban, antes de dormir.

Cuando su muchacha se acercó, ni siquiera hizo por quitarla, se hizo a un lado dejando que la mujer limpiara el desastre que habían hecho sus pequeños.

—Dios —gruñó, tallando su espalda y moviendo su cabeza de un lado a otro, para luego poner sus manos en su abultado vientre— Estas muy pesado, ni siquiera tus hermanos me pesaban tanto y eran dos.

Todavía recordaba que con sus mellizos había subido casi diez kilos, casi nada si tomaba en cuenta que otros omegas podían subir mucho más, incluso con un solo bebé, como el justo ahora. Nunca se atrevería a decirle a alguien cuantos kilos había subido aunque a penas tuviera seis meses.

Bueno, a nadie a parte de a su esposo, claro.

Escucho las pisadas de su alfa por la escalera, se volteó rápidamente, sonriendo al encontrarlo con bolsas de tiendas para bebé y mamá.

—Hola...

—Ay, qué bonito te ves —dijo con voz dulce, se acercó rápidamente, dándole un dulce beso a su esposo— ¿Cómo estás?

—Tu cachorro me aplasta las costillas...

—Mmm... ¿Solo mío?

—Oh, vamos, es culpa de tus súper espermatozoides, lograron fertilizar mi óvulo sin una trompa de falopio disponible.

—Y la última vez pegó doble.

—Exactamente, así que, es tu maldita culpa que este hecho una pelota.

Diego sonrió cuando su esposo le dio la espalda y se cruzó de brazos, no tardó en envolver su cintura (o lo que quedaba de ella) en un cálido abrazo, besando con cariño su cuello y hombros.

—Te ves hermoso embarazado.

Jorge sonrió cuando su alfa dijo eso, suspiró cuando besó su glándula, iba a voltearse para recibir un beso en sus labios hasta que escucho los pasitos de su pequeña hija.

—Papis.

—Elaia, tú deberías de estar dormida —regañó Jorge, acercándose rápidamente a ella—

—Hola preciosa, ¿qué haces despierta? Ya es muy tarde para ti.

—Mami, te tengo una pregunta.

Su amada hija estaba en la edad de las preguntas, Jorge giró los ojos, arrodillándose con cuidado frente a ella.

—Dime, preciosa.

—En tu panza está mi hermanito.

—Si, ahí está tu hermanito.

—¿Cómo llegó ahí mi hermanito? —Jorge casi se atragantó con su saliva al escuchar la pregunta de su hija, volteó a ver a su esposo, el cual ya se estaba haciendo el tonto—

—Oye, guapo, creo que ese foco ya no prende bien, lo voy a cambiar.

El de rizos lo tomó de la mano, evitando que se fuera, el de barba se quejó un poco, antes de arrodillarse junto a su esposo.

—Es que yo no sé, cachorra, tu padre lo puso ahí.

—Oh, ¿Enserio? —Jorge asintió, Elaia volteó a ver a Diego— Papi, ¿Cómo pusiste ahí a mi hermanito?.

Diego se quedó pensando, hasta que volteó a Jorge, el cual lo veía con una sonrisa dulzona.

—No seas así, le voy a decir la verdad.

—Ay, Diego.

La niña veía a sus dos padres, intentándole explicar con torpeza y tacto, la pequeña solo los vio sufrir, en realidad ya conocía la respuesta, pero sabía que sus padres se pondrían nerviosos al contestarle.

Le dio mucha risa ver a sus papás tartamudear.

...

Rió al sentir la barba de Diego, el mayor estaba hablándole a su panza como todas las noches, el solo volteó su rostro con una sonrisa cálida, haciendo un puchero cuando besó su ombligo.

—¿Sientes el olor?

—Apostaría mi riñón izquierdo a que es un alfa,

—No seas así, yo quiero otro omega.

—¿Por qué? ¿no quieres un mini yo?

El menor sonrió, acariciando el cabello de su pareja.

—Claro que quiero un mini tu —susurró, mordiendo su labio— No sabes cómo deseo verte... Yo te daría diez hijos si pudiera, eres el mejor padre de todos...

—Ay, Jorge —sonrió, besando su palma— Yo te haría diez hijos sin problemas... Tu también eres el mejor padre...

—Mmmm...

—No me digas lo contrario o me divorcio.

—No soy el mejor papá...

—Jorge, tienes seis empleadas en casa de a gratis, tú les haces desayuno, los cuidas, recoges sus cosas... Haces todo lo que hace una mamá con un status económico más bajo, casi ningún omega lo hace si tiene tanto dinero... Eres el mejor papá.

—Me sonrojas —dijo dulcemente, acariciando sus mejillas— Te amo, Diego...

—Yo te amo mucho más... Mucho, muchísimo, más.

...

Estaba seguro que una de sus mayores ilusiones de esperar un bebé, era ir a comprar cosas para el.

Con su primer embarazo no pudo disfrutar bastantes cosas de las que todos los omegas soñaban, no pudo ir a alguna tienda a escoger ropa, ni tener un baby shower o una revelación de género, no pudo ir a una cita ginecológica sin sentir el miedo de que el doctor dijera que uno de sus bebés no lo había logrado, y días antes de que ellos nacieran incluso dejó firmado (a espaldas de Diego) un documento de que en dado caso de que tuvieran que escoger entre la vida de sus hijos o la suya, escogieran la de ellos.

Sin embargo, por fin, después de tantos años soñándolo había podido hacer todas esas cosas de las que se perdió en su momento.

—¡Mami! ¡mira! ¡Para bebé!

—Corazón —dijo sonrojado— Ya te e dicho que no me digas "mami" en público... —el menor hizo un puchero, sus hijos solían usar ese apodo desde que una maestra con ideología machista les dijo que los niños tenían un padre y una madre, entonces a Jorge se le ocurrió la fantástica idea de decirle a sus cachorros que el era quien fungía ese papel—

No le molestaba que Elian, Elaia o incluso Diego le llamaran así, mientras fuera en privado.

—Perdón, papi —hizo un puchero al ser regañado, Jorge suspiró y besó su frente, tomando los chupones que su hijo le había traído—

—Que bonitos, ¿Por qué no vas con tu padre a buscar unas calcetas?

—¡Si!

Jorge volvió a su tarea de buscar gorritos, hasta que tomó el mismo que una chica.

—Disculpe.

—¿Jorge?

Levantó la mirada rápidamente, abriendo los ojos con sorpresa al ver a aquella mujer ahí.

—¿Leslie?

Amigos... ¿Con derechos?. Where stories live. Discover now