Capítulo 13

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✵ꕥ Cassandra Mueller –

Si de mí hubiera dependido, me bebía mi peso en alcohol, dormía hasta la mañana siguiente y me deprimía en mi miseria.

Para mi suerte, o quizás no tanto, no dependía de mí. Pues cuándo tenía intención de pedir un nuevo trago, Pierre me detuvó y negó con su cabeza.

— A ver, que tampoco es para tanto, es impactante, sí; pero no es el fin del mundo. Estoy seguro de que había peores opciones.

Me reí ante su intento por hacerme sentir mejor, aunque no estuviera realmente funcionando. El suspiró y frustrado y con su dedo índice me indicó que esperara un momento; se levantó de la barra y caminó algunos pasos mientras llamada a alguien por teléfono.

Tragué saliva nerviosa, como estuviera hablando con Max, lo asesinaba. Los asesinaba a ambos, así me deshacía del problema y del testigo.

Cuando volvió, una sonrisa decoraba su rostro. — Tienes dos horas para ir a tu habitación y ponerte aún más linda de lo que ya eres. Nos vamos de fiesta.

Lo miré confundida y él se encogió de hombros. — Si te quieres arrepentir de tus decisiones y olvidarlas en alcohol, no soy quien para detenerte, pero lo menos que puedo hacer es llevarte a un lugar decente, porque hacerlo en el bar de un hotel... Es muy hombre empresario de 50 años.

Me reí mientras me levantaba. — ¿A dónde iremos?

— Tu solo vístete lindo y búscame en mi habitación, te mando el número y el piso por mensaje.

Asentí y besé su mejilla para dirigirme hacia el ascensor. Tenía ganas de una buena fiesta, de preferencia esas que terminaban conmigo no recordando nada y olvidando los problemas.

Una vez en mi habitación, me duché y alisé mi cabello, haciéndole pequeñas ondas que al final cepillé, para darle algo de volumen a mi pelo; no sabía exactamente a donde íriamos, así que opte por algo lindo, cómodo y sexi. Una minifalda de lentejuelas negras, un bralet de encaje y una camisa negra encima, la cuál solo abroché de en medio, dejando mi pecho y parte de mi estómago a la vista, me coloqué pantis negras transparentes, ya que hacía frío, y unos tacones bajos y delgados también negros. Lo complementé con un collar de plata con pequeños diamantes, había sido un regalo de mi padre hace 2 o 3 cumpleaños, y era de mis joyas favoritas.

Mi maquillaje fue como el usual, aunque me coloqué un labial nude y algo de gloss. Me sentía bonita, y con muchas ganas de perder un poquito el control. Había dejado celular cargando, mientras escuchaba música para arreglarme. Así que cuando lo tomé me encontré un mensaje de hace más de una hora, de Pierre. Diciéndome que estaba un piso debajo de mí y el número de su habitación, sin perder más tiempo, puse la tarjeta de la habitación en el case del teléfono, como una precaución a perderla, y salí en busca del francés.

Cuando toque su puerta, me abrió a los pocos segundos dejándome verlo en jean y una camisa blanca, ¿Cómo podía estar para morirse con algo tan básico? Cada día confirmaba más mi teoría de que, para ser piloto de F1, aparte de talento, tenías que estar jodidamente bueno.

Lo repasé con la mirada sin vergüenza alguna, y cuando mi mirada volvió a sus ojos, sonreí y asentí con aprobación.

— Te ves muy bien, francecito.

— Ya, me quedó claro los últimos diez segundos, cuando me devoraste con los ojos, rubia. — Se burló de mí, aunque no logró avergonzarme.

— Los ojos están para ver, estás para morirse y yo soy una chcia jóven, ¿Qué esperabas?

Se río mientras negaba con la cabeza y me invitaba a pasar, cerrando la puerta tras de mí. — Y eso que aún estas sobria. — Dijo en broma mientras tomaba un abrigo, su billetera, llaves del auto, teléfono, y lo metía todo en sus bolsillos.

Love on Track | Lando NorrisWhere stories live. Discover now