6.- La primera noche

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Andrea: ¡Nooooooooooooooooo!

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Andrea: ¡Nooooooooooooooooo!

La invasión fue dolorosa y violenta para Andrea, Dante se detuvo un par de segundos al sentir la obstrucción que le impedía continuar... el himen de la rubia le impedía el paso y no había entrado ni la mitad.

Andrea seguía con los ojos abiertos, gritando, como si eso pudiera preservarla intacta... el mafioso colocó sus manos sobre las finas caderas para facilitar el empuje de su hombría.

Dante tocó sus nalgas suaves, se agarró a ellas para impulsarse y zambullirse dentro de la pelvis de esa virgen.

Él sentía por última vez su telita virginal.

Dante avanzó con fuerza, percatándose de la resistencia que ofrecía el himen, que defendía la última pureza de la mancillada ojiazul. Aquella membrana, elástica, se arqueó ante el embiste y opuso alguna fuerza al poderoso pene del hombre.

Andrea: ¡Nooo! ¡¡Déjeme!! ¡NO!

El mafioso estaba al borde de desgarrarle la telita. Con el siguiente intento, el glande de Dante atacó el himen con firmeza, y la pared virginal se dilató y se abrió...

El himen de Andrea se rompió convirtiéndose en sangre.

Dando un alarido de dolor, la rubia notó cómo toda esa barra de carne la llenaba, cómo ese miembro viril grueso y palpitante penetraba hasta el fondo, cómo ese pene embrutecido y durísimo invadía cada centímetro de su vagina, cómo esa verga destrozaba y acababa con su virginidad y parecía chillar con un sonido húmedo y lujurioso al clavarse profundamente en su interior.

Andrea estaba desvirgada... El mafioso depredador ya estaba en su interior.

Toda esa masculinidad se clavaba profunda e intensamente dentro de ella, podía sentirla milímetro a milímetro, fuerte, dura, palpitante, caliente, con una superficie venosa, irregular y, a la vez, totalmente recta y embrutecida.

Andrea lloraba percatándose que ya no era virgen... lo que tanto cuidó le fue arrebatado cruelmente... su tierna inocencia había sido destruida con un simple empujón.

La chica era muy estrecha, fue tan doloroso que casi perdió el conocimiento. Andrea era consciente que era muy pequeña para él, y no apta para un miembro de ese tamaño.

Pero mientras para la chica la pérdida de su pureza era una tragedia, para Dante representó todo un triunfo... el mafioso no pudo evitar sonreír triunfalmente al ver que su pene era bañado con sangre, que escurrió manchando las sábanas blancas del lecho, siendo este el mayor símbolo del sacrificio de la virgen.

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now