43.- Disparo

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En medio del humo y el desconcierto, Dante se levanta y choca con algo. O más bien, tropieza.

Es un cuerpo... un cuerpo ensangrentado con un vestido blanco que perteneció a una mujer. Le da la vuelta a la cara. El horror paraliza sus pulmones.

Es Victoria. Está muerta. Cubierta de sangre. Mirando con los ojos vacíos al techo.

Un fino hilo escarlata saliendo de su boca y todo un río saliendo de su pecho. Le han disparado.
Recibió varias balas... El vestido blanco se volvió rojo.

Con voz baja y quebrada, Dante siseó: ¡Victoria!

La sacude, sin que la mujer responda. Ella es ya solo un cuerpo inerte, sin vida... igual que su padre Gustavo Salvatierra, que yace muerto a unos cuantos metros.

Más disparos se escuchan y Dante se arroja al suelo, cubriéndose. Se arrastra hasta donde hay menos humo.

¿Qué hacer?, piensa. El atentado durante la ceremonia de su boda lo ha dejado tan desconcertado que ni siquiera presta atención al dolor que siente en el abdomen bajo.

Hay demasiada adrenalina en su torrente sanguíneo. Por eso, ni siquiera se da cuenta de que está herido por una bala que le rozó las costillas.

El mafioso se arrastra hacia la mansión, que ahora está en llamas.

Lo único en lo que Dante puede pensar en esos instantes es en: ¡Andrea! ¡Andrea!

Delante de él, el fuego del incendio está consumiendo rápidamente su mansión, sin perdonar nada.

Pero Dante sólo piensa en Andrea. ¿Estarán bien ella y su hijo? Le preocupa la idea de que Andrea esté en algún lugar por ahí, en medio de la carnicería.

Aún hay disparos. Hombres no identificados con ropa oscura disparan ametralladoras. Los guardias de Dante intentan devolver los disparos, pero quedan aturdidos. Muchos han muerto.

El cerebro de Dante entra en modo de emergencia, ¡intenta por todos los medios encontrar una manera de salir vivo de este lío!

Los disparos se detienen.

Escucha que alguien se acerca. ¿Acaso es alguien que le dará el tiro de gracia? Hay tanta adrenalina en su sangre que el dolor y la sangre que brota de su cuerpo le parecen nada.

Una voz le habla desde atrás: ¡Señor Santoro!

Lo reconoce, es Cerberus, el jefe de su guardia de seguridad.

Dante: ¡Cerberus! ¿Qué pasó?

Cerberus: Lo siento mucho señor... esos asesinos violaron toda nuestra seguridad... se infiltraron porque alguien los dejó entrar... alguien lo traicionó, jefe.

Dante hace poco caso a la explicación del guardia, pues solo tiene una preocupación en la mente: ¿Dónde... dónde está Andrea?

Hay demasiado humo, tanto que ambos hombres tosen.

Cerberus: ¡Debe estar en el jardín trasero! Ella se marchó antes que la ceremonia terminara... no estaba cuando comenzó todo...

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now