29.- Sexo en el avión

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Dentro de la habitación privada del jet de Dante Santoro, el mafioso le ordenó a Andrea con una dominante voz que la hizo estremecer: Desvístete y deja para mí el trabajo de romper esas inútiles piezas llamadas ropa interior

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Dentro de la habitación privada del jet de Dante Santoro, el mafioso le ordenó a Andrea con una dominante voz que la hizo estremecer: Desvístete y deja para mí el trabajo de romper esas inútiles piezas llamadas ropa interior.

Tras cerrar la puerta con seguro, el ojinegro se acercó a ella apreciando las curvas y las piernas que el largo vestido ocultaba.

Andrea no vestía de forma provocativa pero con ella estaba seguro que incluso con una túnica de monja le causaría la misma erección que ahora aprieta bajo sus pantalones, simplemente con recordar el cuerpo que se ha follado sin limitación lo pone tieso como una roca, conoce lo que hay debajo de ese vestido azulado que lleva puesto, las curvas que ha explorado sin restricción, el par de senos que ha magreado a su antojo y la piel de textura suave que lo han llevado hacia el abismo del placer.

Resignada, Andrea musitó dándole la espalda escondiendo la mejillas que se le tiñeron de rojo al cabo de pronunciar su petición: Necesito ayuda con el cierre de mi vestido

Dante sonrió: ¿Intentas seducirme?

Él bajo el cierre del vestido con lentitud mientras le hablaba al oído: Déjame decirte que eres la primera mujer que no necesita levantar la falda de su vestido o bajar su escote parar atraer mi mirada.

Andrea cerró los ojos, una tortura fue lo que sintió cuando los dedos rozaron su espalda y la respiración profunda de él recayó sobre su oído, una placentera tortura que le recorrió la espalda con un escalofrío que le erizó la piel, al tiempo que Dante deslizaba las mangas dejando caer al suelo el vestido y quedando en bragas de color esmeraldas a juego de su sostén.

Dante: O para ponerme como me tienes con tan solo mirar una mínima parte de tu descubierta piel

Dante estiró un brazo
alrededor de la cintura de ella y la apegó a su erección en tanto que desabrochaba con maestría el sostén.

Apartó la cabellera dorada despejando y revelando un cuello pálido, aromático, la sintió temblar, respirar más rápido de lo regular sin quejarse y sonrió con arrogancia al tenerla más sumisa, comienza a aceptar sus caricias e incluso le pidió que le quitara el vestido.

Dante: ¿No me rechazarás?

El varón besó el cuello femenino y el aroma de mujer ingresó por sus fosas nasales embriagándolo, la fragancia a vainilla que lo tiene como un adicto se impregnó a su alrededor mientras besaba su nuca, bajar y besar su espalda para luego subir de nuevo y besar su cuello.

Andrea: ¿De que serviría si me rehuso? Estoy en un avión... Escapar no es una opción ha no ser que me lance con un paracaídas.

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now