Capítulo 21: Sky

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Regresamos del entrenamiento, estoy seguro de que la he lastimado. Por qué no me dice que le he hecho daño, me dice que está bien pero noto que está cojeando. Entramos a casa y lo primero que hace es prepararme algo de comer. Está obsesionada con que me alimente y recupere mi peso. Me dice que se va a bañar. Como mi comida despacio, como ella siempre me dice. He aprendido que nadie me la va a quitar .

Me doy cuenta de que ella está tardando en bajar. Subo a la habitación y la veo en la cama, acurrucada de lado. Algo me dice que está muy triste, pero no sé qué es. Me acerco más y escucho lo que murmura en sueños, y me quedo sorprendido.

Creo que ella tiene alguna habilidad, porque lo que dice entre sueños son cosas que yo suplicaba al alfa Hunter. Ella está viendo mis recuerdos, está viendo cómo me tor... Niego con la cabeza. No puedo, no quiero ni recordar.

Esos recuerdos son míos, ¿cómo los ha visto? Quiero despertarla, quiero que me dé una explicación. Pero la veo llorar y me quedo paralizado. Algo en mi interior se desgarra y ahora lo único que quiero es consolarla. Quiero abrazarla, pero temo que si lo hago y abre los ojos, me rechace con repugnancia.

Siento su dolor, llora por mi pasado. No lo entiendo, no lo soporto y la estrecho entre mis brazos, acunándola. Ella se tranquiliza, pero sigue dormida. Le seco las lágrimas, puedo ver los rasgos de su rostro. Me acerco y me detengo en el último momento. Estaba a punto de besarla. No puedo hacerlo, no solo ella me odiaría. Yo me siento tan sucio, que no soy digno de ella.

La dejo en la cama y salgo corriendo hacia el bosque, a intentar calmar mis pensamientos y mis sentimientos. No soporto que me rocen, pero con ella es distinto. No soporto que me toquen, me recuerda el dolor, el abuso, el desprecio. Pero con ella es distinto porque soy yo quien quiere tocar su piel, su calor, su aliento. Pero no me lo merezco, no soy digno de ella. Soy un monstruo, un error, una vergüenza.

Corro hacia el bosque, sin rumbo. Quiero huir de ella, de todo. Quiero olvidar lo que casi hago, lo que casi le hago. Tal vez debería alejarme de ella. Pero no puedo soltarla.

Mi mente está atormentada por preguntas. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a mirarla? ¿Qué voy a decirle? ¿Cómo voy a pedirle perdón? ¿Cómo voy a estar para siempre con ella? ¿Cómo voy a protegerla? ¿Cómo voy a amarla? No lo sé, no lo sé, no lo sé. Tampoco sé si lo que siento por ella es amor, pero quiero quedarme con ella, no quiero encontrar a mi mate. Supongo que tengo miedo de que me rechace por un pasado que ignoro, o por un pasado donde me humillaban. Pero mi mayor miedo es que al encontrar a mi mate, Serena se aleje de mí.

Llegué a la cabaña cuando ya estaba anocheciendo. Necesitaba despejar mi mente, alejarme de ella, pero ahora tenía la necesidad de verla. No podía soportar la presión, la culpa, el dolor. No podía soportar su mirada, que no sabía si era de pena o de algo más.

Ella me esperaba en la cocina. Me saludó con una sonrisa y me preguntó cómo había sido mi noche. Yo no le respondí. Solo caminé hasta la mesa y me senté en una silla. No tenía ganas de hablar, ni de escuchar, ni de sentir.

Ella me siguió con el libro que me había prestado. Me invitó a ver la tele con ella. Me propuso cenar juntos. Yo le dije que no. Solo quería que me dejara tranquilo, que me dejara solo.

Pero ella no se rindió. Ella quiso saber qué me pasaba, por qué estaba tan molesto. No podía decirle que casi la besé mientras dormía. Así que le grité. Le dije que no me hacía falta nada de ella, que nunca comprendería lo que sentía, que nunca sabría lo que era. Me arrepentí al instante de mis palabras, de mi tono, de mi ira. Ella no se lo merecía, ella solo quería ayudarme. Pero ya era tarde, ya la había herido.

Serena se quedó en silencio. Me miró con tristeza y se disculpó. No me echó nada en cara. No entendía cómo podía soportar eso de mí, mis silencios, mis traumas, mi falta de memoria. Solo se puso a preparar la cena. Yo no la ayudé, no podía estar cerca de ella. Solo me quedé en mi silla.

Cenamos sin decir una palabra. Ella recogió los platos y los lavó. Yo subí a la habitación y me metí en el baño. Ella me siguió y quitó el edredón de la cama donde había dormido por la tarde. Me hubiera gustado que lo dejara ahí, su olor me calmaba.

Serena apagó la luz y se acostó en el sofá. Yo esperé a que me dijera algo. Creo que se quedó dormida. Yo no podía conciliar el sueño. Estaba demasiado angustiado y confundido. ¿Por qué ella podía ver mis recuerdos? ¿Cuándo sentiría asco de mí y me odiaría?

De repente, le hablé. La llamé por su nombre. Le pedí perdón. Le supliqué que no me odiara. Ella no me contestó.

Me levanté de la cama y me acerqué al sofá. La observé dormir. Quise tocarla, abrazarla, susurrarle. Pero no lo hice. Me contuve, me alejé, me callé. Volví a la cama. Me pregunté si algún día podría ser normal y completo. Me pregunté si ella dejaría de verme como alguien roto. Tal vez ella podría ser mi amiga. Pero una parte de mí no la quería como amiga, quería algo más, algo que no entendía.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora