Epilogo:Serena

2 0 0
                                    


—Max, ¿Qué estás haciendo? ¡Eso no va ahí!— exclamo, con una mezcla de diversión y preocupación.

Él se detiene y me mira, una sonrisa juguetona en su rostro.

—¡Tranquila! Solo estoy buscando el mejor lugar para meterlo— responde con confianza.

—Pero es que si lo pones en ese ángulo, no va a funcionar. Necesitas considerar la posición.— le aconsejo.

—Tienes razón, la posición es clave.—. Max asiente, considerando mis palabras.—¿Qué tal si lo ubicas tú y yo empujo?

—Está bien, pero con cuidado. No quiero que nada se rompa,— digo, y ambos reímos ante la insinuación inadvertida.

Respiro profundamente, sintiendo el peso del esfuerzo en cada músculo de mi cuerpo. Max y yo estamos exhaustos, el sudor perlado en nuestra piel es testimonio del trabajo duro que hemos puesto en acomodar nuestra nueva habitación en la casa principal de la manada.

—¿Sabes? No conocía ese lado tan perfeccionista tuyo,— me dice Max, con una sonrisa cansada pero satisfecha.

—No te quejes. Para la próxima, llamaré a Tora para que te ayude. Ella no se queja tanto,— le respondo, y él finge indignación antes de acercarse a mí y plantarme una serie de besos suaves en el rostro.

En ese momento, la puerta se abre sin aviso y Remy entra, pasándonos unas botellas con refresco. 

—Aquí tienes, princesa,— me dice, y Max le gruñe en respuesta.

Remy, con un destello de magia, hace que la bebida gaseosa se abra, salpicando a Max. No puedo contener la risa, y Max, aunque pretende estar molesto, termina uniéndose a mi alegría.

—Ya que Remy es tu amigo, tú limpiarás esto,— me dice, y yo le lanzo un cojín en respuesta. 

Remy, con un chasquido de dedos, limpia el desorden y se marcha, dejándonos con una sonrisa en los labios.

—Me alegra que Remy y Johans vivan en la fortaleza y no en la manada, —comenta Max, y yo asiento, aún riendo.

 Decidimos tomar un baño juntos para relajarnos después del largo día.

Al salir, nos encontramos con el resto de la manada. Algunos miembros nos saludan con respeto, llamándonos Alfa y Luna. Una pequeña hada con cabello morado se acerca a mí, saludándome efusivamente y haciéndome reír con su entusiasmo.

Max, observándonos, me pregunta si me gustan los niños. 

—Sí, claro que sí,— le respondo, notando su expresión pensativa. 

Me pregunto si, con todo lo que ha pasado, duda de su capacidad para ser un buen padre. Decido preguntarle directamente.

—Claro que sí, aunque no sé cómo sería,— admite Max. 

Le respondo con picardía, ofreciéndome a enseñarle si no sabe cómo se hacen o cómo cuidarlos, sugiriendo que Ramón podría ser un buen maestro para ambos. Max ríe, recordándome que Tora es hija de Ramón.

—Si se parecen a Tora, ambos vamos a tener canas muy pronto,— bromeo, intentando imaginar cómo sería nuestra vida con un pequeño corriendo por la casa.

La conversación toma un giro más serio cuando Max reflexiona sobre el futuro de un hijo en nuestra manada. 

—Esta manada y la isla están diseñadas para cuidar a víctimas y seres vulnerables,— comenta con un tono pensativo. —Aunque aquí les vamos a dar educación y todo, el propósito es curar sus heridas físicas y emocionales y que regresen a sus manadas o al mundo exterior.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASWhere stories live. Discover now