Capítulo 37: Serena

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Salí de la habitación por la mañana y me fui a mi oficina, donde tenía algunas prendas. Decidí bañarme y cambiarme de ropa. Luego me tumbé en el sillón que había allí. No había podido dormir en toda la noche. Estaba asustada por lo que podría pasar con Sky o Max. ¿Cómo iba a enfrentarme a él de nuevo?

Ramón, Briam y Cris vinieron a verme un rato. La situación los había afectado mucho. No solo estaban preocupados por mí, sino que también se sentían culpables. Me dijeron que no me habían protegido, qué tendrían que haberse dado cuenta de que algo iba mal.

Los otros chicos también vinieron a visitarme. Me trajeron chocolates y flores. Me alegré de saber qué Leandro y Eryck se habían hecho amigos de Max. Me pidieron que no volviera a hacer una locura así. Y que sí lo hacía, que les avisara. Que me seguirían a dónde fuera.

Me quedé un rato sola, pensando en lo mal que lo había hecho. Me había precipitado en mis acciones. De repente, escuché la voz de Tormenta regañando a alguien.

—Tú te quedas aquí. Ella es mi amiga y me necesita ahora. Regresa a la manada.

—Panquequito —esa era la voz de Stefan—. Sé que son amigas, hermanas, pero por favor, no me dejes así.

Al parecer, Remy tenía razón. El alfa sonaba como un cachorro abandonado. Intenté contener la risa por la situación.

—Bomboncito, bebé, me voy a quedar con mi amiga el tiempo que haga falta, ¿ok? Tú ve y haz las cosas que los alfas hacen. Y nos vemos un rato en la tarde, ¿de acuerdo? —Tora estaba usando su voz de manipulación.

—Bien —el alfa sonaba a niño resentido.

Escuché los pasos del alfa alejarse y mi amiga entró a mi oficina.

—¿En serio? Llevas en el limbo unas cuatro semanas y lo primero que haces es apachurrarte en el sofá —me dijo Tormenta.

—No estoy apachurrada... bueno, sí lo estoy —le contesté en el mismo tono.

Mi amiga se acercó y se sentó a mi lado. Pude ver lo cansada y triste que estaba. Ella me miró y me abrazó. Ambas empezamos a llorar.

—Tenías que dejarme así, con un lobo que me quiere reclamar. Un lobo sexy que me quiere reclamar. Que quiero aceptarlo, pero ¿cómo puedo si mi mejor amiga, mi otra mitad, estaba así? ¿A quién le podía contar? —Tora me regañó, aunque sabía que estaba asustada.

—Tranquila, ya estoy aquí —le dije acariciando su pelo.

—No solo he tenido que lidiar con Stefan, mi lobo sexy que me lo presentaste casi en una trampa —me lo dijo fingiendo estar enojada—. Sino también con Max, tu lobo no tan sexy como el mío, que solo sabe ser un llorón al que hay que cuidar hasta recordarle que tiene que respirar.

—Vaya, sí que la has pasado mal —le dije con suavidad.

—Horrible —me dio una mirada de niña inocente—. Cuando llegué a la manada, no me dio tiempo de ver el monumento de lobo que me estaba reclamando, porque mi amiga decidió volar por los cielos en un fael tamaño Godzilla. Me quedé petrificada porque sabía lo que estaba pasando. Y porque pensé que Katzi se iba a comer a alguien.

Me di cuenta de que mis acciones habían hecho que todos se sintieran mal. No estaba segura si todas mis decisiones habían sido influenciadas por la maldición de Noira.

—Cuando llegué donde estaba Max, te juro que casi lo mato —eso me estaba asustando, conocía lo fuerte que era Tormenta—. Duncan y Remy querían separarme de Max, pero Stefan les dijo algo como que si tocaban a su luna, él los machacaba. No pude ni siquiera sentirme feliz por ese reclamo público. Así que seguí dándole a palos a Max hasta que Stefan me cargó y se puso en modo osito para apachurrarme.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASWhere stories live. Discover now