Extra 01: Remy

5 0 0
                                    

Estas dos semanas han sido un eterno bostezo en mi fascinante vida. Cumpliendo el capricho de Serena, no hay rastro de Noira, aunque Droch se las ingeniado para tener otra bruja a su lado.

Visité a unos cuantos colegas en la hermandad de aquelarres, pero, qué sorpresa, a la vuelta me atacaron unos brujos verdes de envidia por mi irresistible sex appeal.

Solo ansiaba llegar a la fortaleza y colapsar en mi habitación, lejos de todo ser viviente. Especialmente de Johans, ese lobo que resultó ser mi mate y me rechazo por ser hombre. Imposible olvidar cuando me apretó contra su pecho, sintiendo esa chispa entre nosotros, para luego mirarme como a un trapo viejo y largarse sin más. Eso sí que dolió, y desde entonces, lo evito a toda costa.

Cruzo la entrada de la fortaleza y me dirijo a mi santuario personal, rogando no toparme con alma alguna. Pero claro, mi suerte es de perros y justo al girar en mi pasillo, ahí está Johans, saliendo de la habitación contigua.

Me quedo de piedra, incrédulo. Johans también se congela y nuestras miradas chocan. Veo su sorpresa, su nerviosismo y algo más que no logro descifrar. ¿Remordimiento, quizás?

—Hola, Remy —saluda con esa voz que raspa.

Ignoro su saludo y suelto, con un tono que corta el aire:

—¿Cómo diablos sabes mi nombre?

—Solo pregunté —responde con una frialdad que rivaliza con la mía.

Quiero evaporarme, pero estoy clavado al suelo. El aroma de Johans me golpea como una ola de calor, provocando un temblor en mis partes. Mi corazón se dispara, y aunque quiero huir, algo me empuja hacia él. Confusión y furia se entremezclan en mi interior.

—¿Qué pintas aquí? —suelto con desprecio.

—Vivo aquí —dice como si nada.

—¿Desde cuándo? —insisto.

—Desde hace una semana —contesta.

—¿Y eso?

—Vine con Drew y Duncan para respaldar al alfa Max —explica.

Pienso en ir a reclamarle a Serena, pero seguro que Max le pidió que trajera refuerzos a la fortaleza. No puedo culparlos, solo quieren echar una mano. Pero yo no quiero su ayuda. No quiero ver a Johans.

—Pues hazme el favor y desaparece de mi vista —bufé.

—De acuerdo —me observa un momento—. Necesito decirte algo —añade distante.

No, no quiero oír su rechazo formalizado, no tiene intención de conocernos ni un ápice.

—No. No hay nada que discutir —le corto y abro la puerta de mi habitación.

—Espera —dice, interponiéndose.

Me mira fijamente y se acerca. Por un segundo, pienso que va a besarme, pero en su lugar pregunta:

—¿Estás herido?

Esa pregunta me hace estallar. ¿Qué más le da si estoy herido o no?

—No es asunto tuyo, pulgoso —escupo con desdén.

Lo empujo con fuerza, tirándolo al suelo. Entro en mi habitación y cierro con llave.

Me dejo caer en la cama, inundado por la ira y el dolor. ¿Cómo se atreve a preguntarme si estoy herido? ¿Qué se ha creído? ¿Qué quiere de mí?

Maldigo mi suerte. No quiero sentir nada por él.

Aquí estoy, tumbado en mi cama, con los ojos clavados en el techo, incapaz de dormir. No puedo sacarme de la cabeza a Johans, su maldito rechazo. ¿Por qué tenía que ser él mi mate? ¿Y por qué diablos tenía que ser un hombre? ¿Por qué tenía que revolverme por dentro de esta manera?

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASWhere stories live. Discover now