Capítulo 2: Serena

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—¡Esto no está pasando!— exclamé, indignada.

Con los resultados de la investigación en la mano, entré a la oficina. No podía creer lo que mi tío y primo habían hecho. Los resultados eran falsos: yo conocía bien a su abuelo y sabía que estaba en pleno uso de sus facultades cuando le dejó la empresa. ¿Cómo habían logrado ese informe psicológico, que desacreditaba a su abuelo? ¿Cómo había otro testamento, en el que ellos se quedaban con el 70% de las acciones y ella solo con el 30%? No entendía nada.

TARA era una empresa líder en el sector de la seguridad, que ofrecía soluciones innovadoras basadas en la tecnología, la asesoría, la gestión del riesgo y el aseguramiento de la calidad. TARA era la mejor de todas y aun así dentro de ella se había formado esta traición tan vil. Esto también significaba que no podía confiar en nadie de mi empresa, de mi ex empresa.

El reloj corría en mi contra. En menos de una hora, los gorilas de seguridad me echarían a la calle. Mientras tanto, mis parientes me robaban todo lo que había sido mío. Trataba de recordar, de unir las piezas, de entender su traición. Sabía que les molestaba que yo fuera la dueña del 70% de la empresa. Sabía lo que cuchicheaban a mis espaldas, críticas no solo por mi género sino por asumir el control de un negocio tan exitoso a mis 19 años. A pesar de ello, opté por la armonía familiar sobre la disputa, cediendo la mansión principal y la mayor parte de las propiedades. Para mí, lo material era secundario; mi pasión residía en la empresa fundada por mi abuelo, la cual había observado florecer bajo su tutela. Mi único sueño era seguir ese legado.

—¡Tora!, por favor, contesta —le suplicaba a mi teléfono, deseando escuchar la voz de mi mejor amiga desde la infancia.

—¡Seeeere! ¡Mi pastelito de menta! ¿Qué tal está la princesa guerrera más chula que el...?

—Tormenta, estoy en problemas... La empresa... me la han quitado... todo se ha ido al traste.

—¿Dónde te encuentras, pastelito?

—Aún atrapada en mi oficina. Héctor y Alec me han traicionado. No solo se han hecho con un informe psicológico del abuelo, sino que han presentado un testamento falso a su favor, acusándome de manipular al abuelo para que me dejara la empresa hace cinco años, aprovechándome de su "problema mental" —al pronunciar estas palabras, sentí que se me desmoronaba el mundo.

—Serena, cálmate. Ya sé que estás que te hierve la sangre por esto, pero respira hondo. Sal de ese infierno, ven al depa. Aquí llamamos al señor Jurado el padre de tu prometido, ese tío es un abogado de primera. En un abrir y cerrar de ojos, recuperas la empresa y los mandas a la sombra por falsificación.

—Tormenta, si me voy ya no me dejarán volver —dije casi en un susurro, realmente estaba asustada.

—Carajo! Sal de una vez, esto lo arreglamos sí o sí, tú allá sola vas a terminar haciendo una locura y vas a empeorar todo.

—Lo sé.—Entonces sal lo más digna que puedas, con toda la clase del mundo, callada, pero lanzando miradas de "esto no se queda así", esas que tú sabes dar y que hacen temblar a esos gorilas de seguridad que tienes a tu cargo.

—Tenía a mi cargo...

—No me contradigas.

—Ok, recojo mis cosas y salgo para la casa...

Colgué la llamada y me quedé paralizada por unos segundos. Miré a mi alrededor y sentí un nudo en la garganta. Esta también había sido la oficina de mi abuelo, el hombre que me crió, me enseñó y me apoyó en todo. El hombre que me dejó su legado hace cinco años, cuando se fue de este mundo.

Tomé mi laptop y la metí a mi bolso, sin saber si volvería a verla. Abrí los cajones y guardé algunos de mis documentos. No podía dejar que se los quedaran esos traidores. Recogí algunos de los libros del abuelo, los que me leía cuando era niña, los que me inspiraron a seguir sus pasos.

Tomé las fotos de mis padres y hermano, los que me arrebataron en un fatídico accidente. Los miré con lágrimas en los ojos, deseando que estuvieran aquí conmigo. Cogí la foto del abuelo y la abuela, la que siempre estaba en su escritorio. Era una imagen preciosa de los 40, ella parecía una diva de las películas, tan dulce, tan amorosa.

Era la mejor abuela del mundo, me quería como a una hija. Me fijé en el colgante que llevaba, el que me regaló antes de morir. Era una joya antigua, con un símbolo que no entendía. Me lo volví a colocar alrededor del cuello, sintiendo su calor. Recordé que el abuelo siempre se ponía triste cuando lo veía, era el recuerdo de su gran amor.

Pensé que debería continuar con mi vida... Pero ¿cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a dejar que mi tío y primo se salieran con la suya? Que me quitaran lo que me pertenecía por derecho, lo que tanto me costó construir. Que me humillaran, me traicionaran, me engañaran. Que me dejaran en la calle, sin nada. ¿Debería rendirme? ¿Debería aceptar mi destino? Ni cagando... no hay forma... voy a pelear. Voy a recuperar lo que es mío, voy a hacerles pagar por lo que hicieron. Voy a demostrarles que soy una guerrera, que tengo el espíritu de mi abuelo. Que no me voy a dejar vencer. Salí de la oficina, con la cabeza en alto, con la mirada firme, con el corazón valiente. Salí sin decir una palabra, pero con un mensaje claro: "Esto no se queda así".

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASOù les histoires vivent. Découvrez maintenant