Capítulo 45: Max

4 1 0
                                    

He decidido ir a buscarla a su oficina. Ella sale del baño con ropa limpia y cabello húmedo. Me sorprende verla tan hermosa, tan radiante, tan cercana. Me saluda con una sonrisa dulce y me pregunta qué hago ahí. Yo le digo que quiero hablar con ella, que es importante. Ella me dice que está bien, que me escucha. Pero noto que está nerviosa, que algo le preocupa.

Me armo de valor y le hago gestos para que se siente. Ella obedece y se sienta en el sofá. Yo me siento a su lado y con cuidado le seco el pelo con la toalla. Ella me deja hacer, y me mira a los ojos. Yo intento hablar de una forma tranquila, como si fuera una conversación normal.

—¿Cómo estás, Serena? —le pregunto.

—Bien, Max. ¿Y tú?

—Bien, supongo.

—¿Supones?

—Sí, supongo. Porque la verdad es que no sé si estoy bien.

—¿Y eso?

—Es porque me bloqueas ¿verdad?, Serena. ¿Por qué ya no puedo sentir tus emociones?

Ella suspira y me explica con paciencia.

—Lo siento, sé que he debido decírtelo, pero lo he hecho por nuestro bien.

—¿Por nuestro bien?

—Quiero que te recuperes. Y yo, sintiendo tus miedos e inseguridades, me duelen, y sé que aún te cuesta diferenciar mis emociones de las tuyas y crees que es mi miedo o que es mi rechazo.

—No quiero que te sientas así —le digo, entendiendo su punto.

—Lo sé, Max. Pero no puedo evitarlo. Es lo que siento. Y si te transmito esa tristeza por el vínculo, tú te sentirás culpable. Y yo no quiero eso. No quiero que te sientas culpable por algo que no es tu culpa.

—Pero Serena...

—Por favor, Max. Entiéndeme. Necesito hacer esto. Necesito bloquear mis emociones hacia ti y las tuyas hacia mí. Por un tiempo. Hasta que las cosas mejoren. Hasta que tú te sientas mejor.

—Entonces no sientes nada de mis emociones —le pregunto.

—Solo puedo sentir tu amor, y eso me hace seguir adelante.

—Pensé que te habías rendido conmigo —le digo, apenado.

Ella se gira, me quita la toalla de las manos y se sienta en mi regazo, sostiene mi rostro con sus manos y me da un dulce beso.

—Eres demasiado importante para mí como para rendirme a la primera —me dice y me vuelve a dar otro beso—, ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la milésima, ni siquiera a la millonésima —me dice y me va dando besos en el rostro.

—Porque después del entrenamiento saliste sin ni siquiera fijarte en mí —le digo y ella se ríe.

—Oh, por favor, estás haciendo un puchero —me dice, tomando y aplastando mis mejillas.

—Nof ...toy... ciendo... pu ...jero —intento responderle.

—Sí lo haces y te ves adorable —me dice, dándome un beso en la nariz—. ¿Quieres saber la verdad?

—Sí, por favor —le digo, sobándome las mejillas.

—Porque me cuesta mucho no estar sobre ti, quiero estar así de cerca, abrazarte y tocarte a cada rato —me explica, toda sonrojada—, pero me prometí a mí misma darte espacio, no presionarte.

Ella me ve con mucho amor, suspira e intenta salirse de mi regazo, yo la detengo abrazándola.

—Quiero estar así contigo, todo el tiempo, pero no sé tomar la iniciativa —le confieso—. No sé lo que hacen las parejas normales, ni si lo que quiero hacer es correcto.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASWhere stories live. Discover now