Capítulo 47: Serena

5 1 2
                                    


Estaba concentrada en mi trabajo, cuando escuché unos golpes en la puerta. Levanté la vista y vi a Tora, que entraba con una sonrisa.

—Hola, pastelito. ¿Puedo hablar contigo un momento? —me preguntó, con amabilidad.

—Claro, Tora. Pasa, siéntate. ¿Qué quieres decirme? —le respondí, invitándola a sentarse.

—Bueno, verás, Stefan ha insistido en que quiere saber cómo entrenan los de aquí. Dice que le intriga ver cómo son capaces de hacer lo que hacen. Así que he pensado que tal vez...

—Tu quieres que le pateen el trasero—le dije sonriendo.

—Lo amo y me vuelve loca, pero aun no se da cuenta de que los de la fortaleza somos mas fuertes—me dice frustrada— el cree que tres lobos de acá no podrían con Droch por que no entrenan como lobos, que los guerreros de WhiteMoon serian mas fuertes.

— Vale, pero que conste que voy aprovechar la situación para que mi lobo tenga más confianza—le digo con la idea de hacer que sea Max que le enseñe.

—Oh eres terrible, tranquila que yo me encargo de recoger los pedacitos que queden de mi bomboncito.—me dice riendo.

Así que decidí hablar con Max para que peleara con Stefan. Sabía que él era más fuerte de lo que creía, y que podía sorprender al alfa de WhiteMoon. Max dudó al principio, y me dijo que no se sentía seguro de pelear con Stefan.

—Vamos, Max. No tengas miedo. Tú puedes hacerlo. Eres un gran luchador, y tienes que creer en ti mismo —le dije, tratando de convencerlo.

—No es eso, Serena. Es que Stefan es el alfa de una manada, y yo soy solo ¿eh yo?. Él tiene más experiencia y más autoridad que yo. No quiero quedar mal delante de él, ni de ti —me dijo, con inseguridad.

—Max, no digas eso. Tú eres un alfa, mi alfa. Has pasado por muchas cosas, y has salido adelante. Has demostrado tu valor y tu coraje muchas veces. No tienes que demostrarle nada a nadie, solo a ti mismo. Y yo estoy orgullosa de ti, y te quiero. Confío en ti, Max —le dije, besándolo.

Él me devolvió el beso, y me miró a los ojos. Vi que había una chispa de determinación en su mirada.

—Está bien, Serena. Lo haré. Pelearé con Stefan. Por ti, y por mí —me dijo, con firmeza.

—Eso es, Max. Así me gusta. Vamos, entonces. Stefan nos está esperando en la sala de entrenamiento especial —le dije, cogiéndole de la mano.

Stefan aceptó el reto, pensando que Max sería fácil de vencer. Se equivocaba.

Le expliqué a Stefan cómo funcionaba la sala especial de entrenamientos y los trajes. Le dije que la sala emitía un olor especial que hacía que no pudiéramos distinguir los olores de los otros, y que también había una especie de onda auditiva que disminuía nuestra audición. Le dije que el traje era especial porque les impedía cambiar a lobo, y que eso era parte del entrenamiento. Stefan no entendió el porqué, y Tora se lo explicó.

—Los lobos estamos muy acostumbrados a depender de nuestra fuerza de lobo y nuestros sentidos, pero eso nos hace vulnerables ante otros seres que pueden neutralizarlos. Nosotros tenemos la misión de rescatar a diferentes seres, y no solo tenemos que pelear con otros lobos, sino con vampiros, brujos, troles, elfos, hadas y demonios. Y aunque nunca nos hemos topado con un fael malo, no queremos estar desprevenidos. Por eso, entrenamos nuestra forma humana, para ser más versátiles y adaptables —le dijo Tora, con seriedad.

Stefan asintió, pero aún no estaba seguro de que ese entrenamiento fuera mejor que el de las manadas. Pensaba que la forma de lobo era la más poderosa, y que nada podía superarla.

Cuando estuvieron listos, entraron a la sala y empezaron a pelear. La sala era amplia y tenía obstáculos y cosas donde esconderse o trepar. Era un escenario perfecto para poner a prueba su habilidad y estrategia.

Stefan estaba esperando que Max atacara primero, pero mi lobo analizaba la situación Stefan atacó a Max con fuerza y rapidez, pero Max esquivó sus golpes y patadas con agilidad y destreza. Max se veía nervioso y tenso, pero no se dejó intimidar. Stefan le persiguió por la sala, intentando acorralarlo. Max se movió con soltura, aprovechando los obstáculos para despistar a Stefan. Stefan se impacientó, y aumentó la intensidad de sus ataques. Max los esquivó, y aprovechó los descuidos de Stefan para contraatacar. Max le dio un puñetazo en el pecho, que lo hizo retroceder. Stefan se recuperó, y le lanzó una patada en la cara. Max la bloqueó con el brazo, y le dio un rodillazo en el estómago. Stefan se dobló, y Max le dio un codazo en la nuca. Stefan cayó al suelo, pero se levantó rápido. Max le siguió, y le dio una patada en el pecho. Stefan salió volando por los aires, y se estrelló contra una pared. Max corrió hacia él, y le puso el pie en el cuello. Le miró a los ojos, y le dijo:

—¿Te rindes? —le preguntó, con una sonrisa.

Stefan se quedó boquiabierto, y negó con la cabeza. Luego, se quitó el pie de Max de un manotazo, y se levantó de un salto. Intentó volver a atacar a Max, tumbándolo al suelo. Max se defendió, y le hizo la misma llave que yo le había hecho a Remy en un entrenamiento. Le torció el brazo, y le dijo:

—Ahora sí, ¿te rindes? —le volvió a preguntar, con firmeza.

Stefan se quedó inmóvil, y asintió. Luego, suspiró.

—Sí, me rindo. Has ganado, Max. —le dijo, con resignación.

Max le soltó el brazo, y le ayudó a levantarse. Le felicitó, y le dijo:

—Eres un gran luchador —le dijo, con respeto.

—Gracias por la paliza —le dijo, con amargura.

Se dieron la mano, y se separaron. Luego, se acercaron a mí y a Tora, que les aplaudimos.

—Gracias, chicas. Ha sido... interesante —dijo Stefan, sin mucha emoción.

Nos sentamos a descansar. Les ofrecieron unas botellas de agua, que bebieron con ganas. Mientras se recuperában, charlamos de la pelea, y de otras cosas. Stefan le preguntó a Max cómo había aprendido a pelear así, y Max le contó que había sido gracias a los chicos de la fortaleza. Stefan le dijo que le gustaría aprender de ellos, y le dije que podía venir cuando quisiera. Stefan le agradeció la invitación, y le dijo que lo haría.

Después de un rato, nos levantamos y se cambiaron de ropa. Salimos de la sala, y nos dirigimos a la salida. Stefan se fue a su manada, con una expresión de incredulidad y de depresión. Tora lo siguió, y le dijo:

—Bomboncito, yo te lo advertí. Aquí todos son más fuertes y rápidos que los que entrenan en la manada. Aquí el ambiente de la sala es diferente. Tienen que aguantar una presión como si estuvieran moviéndose con 100 kilos encima. No te sientas mal, amor. Lo has hecho muy bien. Estoy orgullosa de ti —le dijo, consolándolo.

Stefan la abrazó, y le dijo:

—Gracias, Panquequito. Eres un sol. Te quiero —le dijo, besándola.

Max y yo nos fuimos a nuestra casa, cogidos de la mano y sonriendo. Había sido un buen día.

Max aún no sabía cómo había logrado vencer a Stefan. Me dijo que se había sorprendido de su propia fuerza y velocidad. Yo le dije que era porque había entrenado duro, y porque tenía un potencial enorme. Le dije que era posible que Leandro y Eryck aún fueran más fuertes que él, pero que él era mucho más fuerte que un alfa común. Le dije que estaba orgullosa de él, y que le quería.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASWhere stories live. Discover now