Capítulo 42: Max

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Por fin hemos llegado a la manada WhiteMoon. Antes de ir a hablar con el alfa Stefan, decidimos ir a saludar a mi madre. Ella también ha estado preocupada por Serena y sus palabras me han servido de ayuda en esos días.

—¡Serena! —exclama Nina, saliendo corriendo de la casa y lanzándose a abrazarla.

Me asusto un poco. No quiero que lastime a Serena, que recién se está recuperando, y Nina es apenas más pequeña que ella.

Antes de que caigan al suelo, intento sostenerlas, pero Serena se adelanta y, con ganas, abraza a Nina y la hace girar.

—Nina, estás más grande y más bonita —le dice Serena con cariño.

—Gracias, mi papá y mi mamá dicen lo mismo, aunque ya tengo casi 14 sigo siendo la más bajita del salón —le cuenta.

Es verdad. Cuando conocí a Nina, ella tenía unos ocho o nueve años. Ahora es toda una joven, pero mantiene una inocencia de alguien menor. Me acerco a saludarla y ella me da un abrazo he intento no tensarme.Es raro que ella me llame hermano, raro pero en un sentido agradable.

Voy a abrazar a Serena para entrar a la casa, pero mi nueva hermana me la acaba de robar. Entramos en la casa y seguimos a Nina hasta la cocina, donde nos espera mamá con su mate. Ella y Eduardo están cocinando juntos, riendo y bromeando, y se nota que se quieren mucho.

—Lobo, deja de fastidiar que si no me dejas ir a saludarlos, no hay postre para ti —le dice mi madre, falsamente molesta, a Eduardo.

Nina ríe y se gira para decirle algo en secreto a Serena, aunque al final todos terminamos escuchando.

—Cuando mamá habla de postre, significa que no lo va a dejar dormir con ella, así él le suplique—le dice riendo bajito.

—¡Nina! —le reprenden mi mamá y Eduardo al mismo tiempo, yo la miro incrédulo.

Ella solo alza los hombros. Al parecer, Nina aún conserva el rostro inocente, pero es una pequeña traviesa. Nina se acerca a su padre a molestarle, diciendo que cuando sea mayor podrá castigar a su compañero sin postre.

Eduardo suelta a mi madre para perseguir a Nina, que sale al patio sacando la lengua. Solo espero que cuando tenga mis hijos adolescentes no sean así de traviesos.

Escucho la risa suave de Serena, quien devuelve el saludo a mi madre. Me la puedo imaginar llevando a un hijo mío en su vientre. Se vería más hermosa de lo que es.

Mi mente se llena de unos recuerdos desagradables, un recuerdo de mi padre. Si Serena piensa que puedo ser mal padre o si realmente me convierto en alguien como él.

—Max —me llama Serena, sacándome de mis pensamientos.

—Dime, ca... Serena —ya no sé cómo debería de llamarla, si no le gusta que le diga cariño y eso, o no quiere que se enteren de que somos mates porque le da...

—Maximiliano Warrik King —me grita mi madre y me vuelvo a sentir un niño.

—Pocas veces me llamas por mi nombre completo, madre. ¿Qué he hecho? —le pregunto.

—Listo, preciosa, ya sabes otra forma de cómo llamarlo si se pone ido —le dice a Serena.

—Sucede que te has quedado en las nubes y Serena te ha estado llamando hace rato y te has quedado mirándola todo pálido—me explica mi mamá.

—Lo siento, yo... lo siento —les pido disculpas a ambas.

—Hijo, ¿por qué no vas a ver a Nina? Ella aparenta estar bien, pero en realidad desde ese día que recuperaste la memoria, ella de alguna forma se siente culpable, pensó que te estaba lastimando —me cuenta mi mamá.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora