Capítulo 29: Serena

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Me desperté con un dolor de cabeza insoportable y un sabor amargo en la boca. No recordaba nada de la noche anterior, solo que había estado llorando en la habitación de Tormenta. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba en mi casa, en mi cama. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Quién me había traído? ¿Qué había pasado?

Me levanté con dificultad y me puse una bata sobre mi pijama. Busqué a Sky por toda la casa, no sabia como estar frente a él, me había herido con sus palabras, pero no podía decírselo, no ahora que se como me ve.

No lo encontré en ninguna parte. En la cocina, vi que había preparado un desayuno simple. No tenía hambre, pero me obligué a comer algo. Luego me bañé y me arreglé para ir a la fortaleza. Tenía que hablar con Sky, para decirle que mañana iríamos a la manada de WhiteMoon, espero que cuando vea a sus amigos y a su madre, pueda recordar un poco más.

Cuando llegué a la fortaleza, vi a Sky entrenando con los otros chicos. Estaba sudoroso y concentrado, golpeando un saco de arena con sus puños. Su cuerpo se había hecho más fuerte y musculoso.

Me acerqué a él, tratando de parecer normal. Él me miró y se detuvo, limpiándose el sudor con una toalla. Su expresión era seria y distante, como si quisiera evitarme. Sentí un escalofrío en el pecho. El me ha debido ver llegar a casa borracha, oliendo a licor, eso debe de haberlo molestado, debe de haberle traido malos recuerdos, debe pensar que soy igual a las que estaban en el club.

—Hola, Sky. ¿Cómo estás? —le dije, con una sonrisa forzada.

—Hola, Serena. Bien, gracias. —me respondió, con un tono frío.

— Oye, quería hablarte de algo. Mañana tenemos que ir a la manada de WhiteMoon, —le trate de explicar , esperando que mostrara algún interés, pero me corto

—Sí, Duncan ya me explico de que se trata . ¿Qué hay de eso? —me preguntó, sin entusiasmo.

—Ah ok, genial, mañana iremos los tres —le expliqué, tratando de sonar convincente.

—¿Tu también vas? —me pregunto, con una mueca.

—Sí, Sky somos amigos y los amigos se apoyan, ¿no? —le dije, sintiendo un pinchazo en el corazón.

—Serena, tenemos que hablar. —me dijo, bajando la voz.

—¿De qué? —le pregunté, nerviosa.

—Ven conmigo. —me dijo, tomándome del brazo y llevándome a mi oficina.

Entramos y cerró la puerta tras nosotros. Me soltó el brazo y se alejó de mí, como si le quemara. Me senté en mi escritorio y lo miré, esperando que me dijera algo. Él se quedó de pie, frente a la ventana, mirando al vacío.

—Sky, ¿qué pasa? ¿Sabes que puedes decirme lo que sea? —le pregunté, impaciente.

—Serena, no sé cómo decirte esto... —empezó a decir, con dificultad.

—¿Qué? —insistí, angustiada.

—Ya hablé con Briam, hoy me quedo a dormir en la fortaleza. —me soltó, sin mirarme.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir? No entiendo. —le pregunté, incrédula.

—Intento cumplir la promesa del meñique. —me respondió, yo seguía sin entender.

—Me hiciste prometer que si me sentía incómodo contigo, te lo diría. —escucharlo decir eso me dolió.

—Oye, lamento lo de anoche, no quise que recordaras cosas feas al verme así de borracha. —le dije, apenada.

Él parecía confundido, miró a la ventana y luego a mí.

—Es solo que ya no me siento cómodo contigo, creo que es mejor. En su momento yo me iré de aquí, ¿verdad? —Sky me respondió, pero evitó mirarme.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora