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—Así es, Dalila —decía un periodista en la televisión a la mujer junto a él—, el Príncipe Alexander Erik Hubertus Bertil Bernadotte, futuro heredero al trono, volvió a recaer

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Así es, Dalila —decía un periodista en la televisión a la mujer junto a él—, el Príncipe Alexander Erik Hubertus Bertil Bernadotte, futuro heredero al trono, volvió a recaer. Según fuentes confiables, Alexander estaba en su cuar-...—No deje que siguiera hablando y apague el aparato.

El día estaba nublado, algo común en Estocolmo. Sin embargo, había un poco de sol que traspasaba la cortina de seda del hotel donde me encontraba.

Miré mis muñecas, estás estaban vendadas con el fin de que la sangre dejara de salir. Estaba intentando tener una catarsis, por así decirlo. Intente sacarme aquellos recuerdos malos a base de cortadas en mi piel. Quería sentir algo de dolor físico, dejando de pensar por un momento en todo el dolor interno que llevaba.

Me quedé sentado en la cama, observando la pantalla de la televisión en negro. Mi reflejo estaba allí. Esas ojeras en mis ojos no me gustaban nada.

Debería dormir, pero tenía demasiado estrés como para hacerlo.

Pero si lo tienes todo, lo tienes todo, maldita sea —escuchaba las voces. Todas las voces de las diferentes personas en el mundo, ninguno de ellos eran conscientes de lo que es estar de este lado—. ¿Por qué te lastimas? Lo tienes todo...

No tenía nada.

El jarrón se ve hermoso desde lejos, pero si te acercas está vacío. Ahí está el problema, tan sencillo de explicar y difícil de entender.

Suspiré y volví a encender el aparato. Gracias a él era que me enteraba de lo que sucedía a mí alrededor. Nunca me comunicaban nada, solo me enteraba las cosas a través de la simple televisión.

Miré mi mochila a un lado de la cama. Esta estaba llena de libros. Saque uno con cuidado. Era de un cuero viejo, las paginas eran tan finas como las de calcar y estaba escrito a mano. Fue lo último que mi madre me regalo.

Leí palabras que terminaban hiriendo lo que quedaba de mí: "Entonces, el príncipe se enamoró de la princesa y vivieron felices para siempre".

¿Siempre? No lo creo. Es demasiado tiempo. Se suponía que este era un libro de mi futuro. De todo lo que querían para mí o de lo que debería de hacer. Era como una guía para mí. Pero... ¿Princesa?... Eso no es lo que buscaba.

Quería un príncipe. Eso complicaba todo aquello que mi familia creía que era correcto. Eso destruía todas las posibilidades de vivir con quien yo quisiera.

Quería tanto un chico, que me sorprendía a mí mismo de lo idiota y patético que sonaba eso.

Quizá el amor no era lo mío. Como quizá, tampoco ser el futuro heredero al trono. Esa corona no combinaría conmigo. Es un mundo aparte al que yo no parezco pertenecer ni merecer.

Nadie debía enterarse que el futuro rey no buscaba a la princesa del zapato de cristal. Yo quería perder mi zapato y que alguien me busque.

Nadie debía saber que el príncipe estaba deprimido, que quería buscar una forma de escapar o tendría que disparar el gatillo sobre su barbilla para poner fin a una historia no muy feliz.

Ya habían pasado dos años de mala vida.

Aún recuerdo todo lo que me destruyo con claridad.

Mi madre iba en su auto sonriendo y radiante como siempre, era una de las mejores personas de este planeta, siempre ayudaba a las personas sin importar cuánto le costara. Era admirada por todos y el único ser viviente en el castillo que me quería por quién soy y no por obligación.

Fue después de eso que descubrí que a los príncipes les pasan cosas malas, fue allí que conocí el nombre de aquel hombre al cual el odio me llevaría hasta querer asesinarlo de una forma brutal y dolorosa.

Mark Snyder esperó que mi madre bajara de su auto y en cuanto la vio, disparo justo en su pecho. Tres balas, tres heridas, tres derrames de sangre, pero dejo millones de víctimas, incapaces de superar la perdida de la amada princesa. Y todo porque su asesino quería ser famoso.

El asesinato de mi madre fue noticia mundial, estaba en todos lados. A mí me prohibieron ver televisión, nunca me dijeron que pasó y no sabía nada de ella.

Pasó todo un día donde no sabía que era lo que sucedía con mi madre. No entendía porque no había regresado a casa. Mi padre llegó y me pidió que me vistiera de negro, que iríamos a un funeral. Solo supe de su muerte en cuanto vi la foto sobre el ataúd y eso me causó un llanto que no pudieron controlar por horas. Ese fue mi primer escándalo: "El Príncipe Alexander se muestra débil ante la perdida".

Débil.

Nunca perdoné mi padre por no decirme lo que sucedía.

Luego vinieron los problemas adolescentes, las hormonas alocadas, dicen. Me comportaba siempre mal. No me gustaba contestar incorrectamente pero aun así les gritaba a todos y vivía enojado. Me junté con malas personas, busqué problemas innecesarios y logré que me llevaran a otro país. Me querían esconder, querían que mi cara deje de ser portada de revistas, querían que dejaran de usar mi nombre en los programas de chimentos, querían que nadie supiera lo que estaba ocurriendo en verdad. Querían mi silencio.

Eso fue lo que habían arreglado.

Y allí iría a parar. Aun cuando dolía, a nadie le importa.

En la noche, subiría a un avión junto con mi guardaespaldas. Llegaría a una nueva casa, alejado de las cámaras, según había comprendido. También, tendría nueva escuela. Había rogado estudiar en casa, pero mi padre decidió que lo mejor sería que estuviera en contacto con chicos de mi edad de "mi nivel". Ni si quiera sabía cuál sería mi nivel. Una escuela llena de chicos deprimidos y suicidas no parece un lugar de folleto.

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now