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Lo llamé a penas Bart me envió las fotos, pero no obtuve respuesta de Orion

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Lo llamé a penas Bart me envió las fotos, pero no obtuve respuesta de Orion. Lo entendía, al final de cuestas no quería cargar con hacerse famoso solo por haberme besado.

Pude escuchar del otro lado del móvil su respiración intranquila, pero optó por simplemente guardar silencio. Con los años había aprendido algo y es que, el silencio es mucho más fuerte que cualquier grito, dice muchísimas más cosas que cualquier palabra y es más desgarrador que todos los cuestionamientos del universo.

Entendía que estaba pasando. Arruiné su vida. 

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Me encontraba en mi cama, enrollado entre mis sabanas y tratando de no pensar. No fue sorpresa saber que aquello era imposible. Miraba la nada, mientras en mi mente volaban pensamientos negativos como canarios enjaulados hambrientos. 

Me sentía demasiado mal de saber que se estaba repitiendo la historia. Una foto que arruina un tal vez, era algo que ya había vivido. 

Entonces Daniel regresó a mi cabeza. Sabía que debía llamar a la policía pero no podía, sería admitir que estuvimos juntos y hacer todo lo que tenía prohibido. Ya había saltado bastantes reglas como para que tuviera más reprimendas por ello. 

Gary estaba abajo en la sala, viendo televisión e ignorando que no pasé la noche en mi nueva casa como estaba pactado. Podía escuchar el programa de deportes que estaba viendo, hasta que cambio al de noticias y sentí que se me erizaba la piel. ¿Ya hablarían de esto? ¿Ya tendrían las fotos los medios?

Yo simplemente estaba sufriendo en silencio. 

Escuché mi nombre desde el aparató. No podía estar pasando esto de nuevo.

Caminé hasta la ventana, enrollando la manta en mi cuerpo. Miré hacía el exterior, la calle estaba mojada por la humedad, había niebla y parecía que no había alma que circulara por allí. 

Hice una lista mental de razones por las cuales aún debería seguir con vida. Me estaba costando demasiado hallarlas. 

Tomé mi móvil y vi como me caían cataratas de mensajes en todos sitios. Comencé a notar menciones en mis notificaciones, haciendo que me preocupé de pensar que ya estaban esparciendo la foto como un virus. 

Aún así, fugazmente el beso se repetía en mi mente. 

Gary entró a mi habitación sin tocar, solo abrió la puerta lentamente. No me veía a los ojos y supe entonces que esto iría a mal. 

Jerry lo interrumpió, tocó la puerta y la abrió un poco. Mire el bigote rubio que se asoma, mientras él me miraba con un poco de lastima. Es impresionante como se puede destruir algo tan joven, es demasiado simple, eso decía mi abuela cuando me veía mal.

—¿Puedo hablar con usted un momento? —preguntó tan cordial que me descolocó.

—Supongo que a eso vienes, así que si. —respondí devolviéndome a la cama.

No tenía ningún tipo de ánimos para hablar de como iban a castigarme por esto, que me tenía que comportar, que no podía seguir haciendo lo que quería, que no podía ser yo. 

—Creo que lo mejor es que hablemos de lo que sucedió —murmuró apoyando su espalda en una de las paredes—. No vengo a hacer la guerra, tu padre ni la reina han llamado aún sobre lo sucedido ni han dado veredicto. 

Supuse que vio en el programa la ya famosa foto y decidió primero venir a asegurarse que no iba a cometer otra locura. Supongo que su trabajo es mantenerme con vida y protegerme, aunque sea de mi mismo. 

—¿Y que sucedió? —fingí desconocimiento para tantear que tanto sabía.

Claro que sabía de que hablaba, todo el mundo sabía de que hablaba. Pero quizá no sabía absolutamente todo.

—La foto. —escupió. 

—¿Hablas de mi nueva foto con Orion?

—Hablo de usted. 

Fruncí el entrecejo confundido de ello. 

—¿De mí? —inquirí sin comprender. 

—Señor, sabe bastante bien que jamás me involucre en su vida amorosa —comenzó a articular—. Es más, lo he ayudado en bastante ocasiones aunque iba en contra de mi trabajo. Pero necesito que me haga un único favor. 

No te expongas, supuse que diría. 

—Ya no se destruya así. Ambos sabemos que los medios están hambrientos de sus cuestiones, así que ya no tiene caso que lo haga escondido. Sea lo que sea que luego diga su abuela, debe dejar de importarle lo que piensen y preocuparse más en controlar sus propios sentimientos. 

—Pero, Orion... 

—El pudo haber parado el beso si eso quisiera. Pero no lo hizo. No estamos en siglos pasados, que un chico besé a otro es completamente normal y si su familia no puede aceptarlo, simplemente abandoné la corona. 

Eso no me lo esperaba. 

—Solo fue un error —me excusé—. Estaba borracho. 

—Creo que usted más que nadie entiende que no lo fue. 

De la absoluta nada, se acercó hasta mí y me dio un abrazo. A veces olvidaba que fue prácticamente un padre para mí, estuvo allí desde que nací. 

—¿Por qué no vamos a alquilar alguna película? Su padre fue bastante tacaño y no ha puesto Wifi. 

—Me encantaría. —dije un poco emocionado. 

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No podía creer que si quiera existieran a día de hoy lugares donde se alquilan películas. Pero había varias personas, así que supongo que en este universo la gente se apega a lo viejo. 

Estábamos eligiendo una, no se mucho de películas, no he visto muchas. En general me aburría al cabo de un rato. 

—¿Qué tal una de terror? —sugirió Gary.

—La que sea pero rápido, todos están mirándome.

—Las de Saw son buenas, quizá esa. 

—Sí, es igual.

Tomó una película y nos dirigimos hacía el mostrador. Una señora con mala cara atendía, mientras que su cuerpo estaba cubierto de yesos. ¿Acaso eso es legal?

Nos acercamos y ella sonrió al verme. 

—Tú debes ser el príncipe —dijo de la nada la mujer—. He sido una gran fan de tu madre, hasta quise volar a Estocolmo cuando ocurrió el accidente.

Genial, pensé.

—Ella era tan hermosa —siguió parloteando—. Te pareces mucho a ella. 

—Gracias. —musité. 

Ella tomó la película y se fijo en el precio. 

—¿Sabes algo? Debes ir a la misma escuela que mis hijos —continuó parloteando—. Por tu edad debes ir junto a mi hijo menor, Orion Wood, ¿lo conoces?

Un frío me recorrió toda la espalda. 

—Sí —musité—. Creo haberlo escuchado. 

—Es un chico algo reservado, quizá no te haya dirigido palabra. 

Seguro...

Aún no debía de saber de la foto de su hijo besándome. 

Cuando abandonamos el lugar sentí que las piernas se me volvían de gelatina. 

Lágrimas azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora