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Todos hablaban de aquel rumor

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Todos hablaban de aquel rumor. No había ni una persona en toda la escuela que no parloteara sobre la supuesta visita de un príncipe de Suecia. Incluso los profesores estaban enloquecidos con ello. Era de lo único que se hablaba en todos lados y ya comenzaba a cansarme, hasta el punto en que si era cierto, mataría a ese chico solo por existir. Eran demasiadas voces, llenándose la boca de como tratarían de llamar la atención.

Sin embargo, nadie lo confirmaba. Si le preguntabas a alguien si era cierto, a quien sea, solo podían decirte que se lo dijo tal, porque a ese se lo dije otra persona y así una cadena de miles de personas, que al fin y al cabo estaban tan dudosos como todos. Fuente confiable no había.

No entendía porque tanto revuelo. Era solo un chico como cualquiera, tenía corona y cámaras a su alrededor, pero dudo que quiera circos.

Cuando tocó clase de Historia todos estaban inquietos y eran incapaces de guardar silencio al menos unos cinco minutos. A esa altura, toda la escuela sabía aquel rumor y todos querían saber más.

El profesor entró al salón con el ceño fruncido. Observó a los alumnos de pie charlando con otros y lo único que podía entenderse eran dos palabras que se repetían en las charlas de todos: "Príncipe" y "Alexander". El profesor golpeó su maletín contra su escritorio y todos guardaron silencio de golpe, espantados de lo de la reacción nunca antes vista. Cada alumno se volvió a su asiento y lo observó con algo de miedo en sus ojos.

—Entiendo el revuelo que se ha provocado —masculló cruzándose de brazos y mirando con ímpetu a cada alumno—. Debo admitir que la idea de un príncipe en nuestra escuela es muy emocionante. Es por ese motivo, niños, que quiero ser el primero en confirmarles que el príncipe Alexander comenzará sus clases mañana. Y que espero que todos se comporten como es debido ante su presencia.

Pequeños murmullos se esparcieron por todo el salón de clases. Mientras que Demetria me miró con su mejor sonrisa de: "Te lo dije".

Mierda.

Solo podía pensar en: ¿Cómo carajo tendríamos a un príncipe en nuestro salón? Él no solo sería el centro de atención en todo momento, sino que sería acosado. Dios, de seguro que es otro niño arrogante como todos aquí. Seguro que será otro niño mimado e insoportable, pensé frunciendo el ceño. No podía creer si quiera que esto fuera real, por más que si había varios hijos de altos empresarios esto llegaba a ser otro nivel.

—Oh, casi lo olvido —dijo el profesor, volviendo a provocar un enorme silencio. Todos los ojos estaban para él y la atención de los alumnos, por primera vez era completa—. Se va a elegir a alguien, una persona cualquiera que lo ayudara a adaptarse. Como el príncipe cuenta con su edad, se elegirá a uno de ustedes. Sera el más indicado y quien logre soportar a alguien de tal renombre, así si tan emocionados están con el asunto al menos intenten mantener la compostura para ganarse ese privilegio. 

Más murmullos.

Todos querían ser la persona que tuviera contacto con el príncipe. Eran todos unos interesados que lo veían como una oportunidad de conocer a alguien famoso y hacerse ellos también. Sin embargo, no sentía pena alguna por aquel chico. De seguro toda su vida se había basado en todo esto. 

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—¡Te lo dije, Wood! —me gritó Demetria en la cafetería, mientras se sentaba a mi lado, cosa que detesté.

Por lo general no iba allí. Siempre me sentaba solo o con ella. Pero a ella no la soportaba. Antes tenía muchos amigos allí. Hasta que tuve una relación con la hija de la directora. Cuando corté con Allison Buck, madre mía que todo termino mal. Todo se fue a la basura con ello. Ella procuró que cualquier alma que toque ese colegio creyera que soy la peor persona de este planeta y que no tenía sentimiento alguno. Es más fácil creerle a ella, supongo que la versión cargada de mentiras es más llamativa que la aburrida realidad.

—Nunca dije que no tuvieras razón. —mascullé.

—Como sea, tenía razón. —canturreó victoriosa.

Dirigí mi vista hacía la mesa de Allison. Ella sonreía y estaba radiante. Había ocasiones donde la extrañaba, luego recordaba sus enormes celos y su maldita psicopatía. Quería alejarla de mi mente. Ella era un tema que enterraba y desenterraba un millón de veces por día.

—¿Te gustaría ser amigo de Alexander? —preguntó Demetria.

Negué con la cabeza rápidamente.

Solo quería que Allison girara su cabeza y me viera.

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—¿Puedo prender la radio? —le pregunté a mi hermano.

Él se limitó a levantar los hombros y mirar el camino.

Noté en su cuello un enorme chupetón. Quería advertirle de él antes de que entrara a casa y mamá le hiciera una enorme escena. Pero opté por guardar silencio y prender la estéreo.

—¿Te has enterado lo del principito ese? —dijo Leo. Parecía molesto.

—Sí. —respondí bajando el volumen de la música.

—Es una puta locura. Él no podría soportar a todos esos locos detrás de él. Además, ¿qué carajo van a hacer si le da otro de esos ataques de locura?

Lo miré frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté.

—¿Acaso no lo sabes?

Negué con la cabeza.

—Ya sabes, son humanos después de todo. Pero los problemas que intentan tapar... Madre mía, los intentos suicidas del príncipe son una puta locura. Dicen que tomó la pistola de uno de sus guardaespaldas y estaba dispuesto a dispararse. ¿Quién haría algo así teniéndolo todo? Es un imbécil, es demasiado... Disfuncional para ese tipo de vida, ¿no crees?

Guardé silencio y así se mantuvo hasta llegar a casa.

En mi cabeza se repetía la palabra disfuncional. 

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now