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Me encontraba tendido en la cama, con los brazos abiertos y mirando el techo sin poder despegar la vista de una mancha especifica que se encontraba allí

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Me encontraba tendido en la cama, con los brazos abiertos y mirando el techo sin poder despegar la vista de una mancha especifica que se encontraba allí. Cuando era niño este estaba lleno de pegatinas de planetas que alumbraban en la oscuridad, dado a mi antiguo miedo a esta. Luego simplemente mi padre dijo que eso era de marica y me obligo a quitar una por una, mientras gritaba que dejara de llorar. 

Podía oír como mi madre seguía chillando sin poder parar. Leo intentaba defenderme, oía como él intentaba con todas sus fuerzas explicar que era algo normal y que dejara ya de hacer tanto escandalo por ello. Pero, era completamente inutil. 

Suspiré intentando pensar como solucionaría todo eso. ¿Tan terrible era que me gustara un chico o era justamente el chico que escogí el problema? 

No noté cuando fue que Leo entró en mi habitación, sin tocar la puerta y rendido.

—Ella quiere hablar contigo. —explicó en voz baja, como si no quisiera perturbar la paz que no tenía.

Volví a soltar un suspiro. La cabeza me daba mil vueltas, mientras que me sentaba en mi cama para decirme a ir a enfrentar la realidad. 

Leo se acercó hasta a mí, se arrodilló y colocó sus manos en mis rodillas de una forma bastante paternal. Siempre había sido un idiota conmigo, pero ahora parecía que quería ocupar el hueco que faltaba en la casa. 

—Voy a tener que ser yo quien te lo diga, Orion —murmuró preocupado—. Ella no será capaz de decírtelo, pero es una realidad y algo que tienes que tener bastante claro. No hiciste nada malo, ¿oíste? Alexander y tú... Hicieron algo normal, algo que hacen dos personas que se atraen y ya esta, no importa lo que lleven en los pantalones ambos. Y si ella no quiere entenderlo, no tiene que interferir ni hacerte cambiar de opinión. 

Me quedé un poco perplejo de lo que estaba diciendo. ¿A qué venía la charla de padre que estaba soltando su lengua?

—Mira, sé que has visto que he estado con demasiadas chicas y me he portado como un idiota con cada una de ellas —continuó—. No he sido responsable con sus sentimientos y jamás me he parado a pensar si yo los comparto. Pero yo sé que tú quieres a Alexander, tanto como él parece quererte a ti y eso creo que es lo más hermoso que existe. No sé dan muchas oportunidades como esta, no siempre es correspondido. Pero cuando lo es, creo que debería dar igual que haya personas que no quieran si quiera intentar comprenderlo. Al menos sabes que siempre puedes contar con él cuando lo necesites y eso es amor.

—Gracias —susurré, aunque aquellas palabras no llegaban a ser lo que necesitaba—. En serio te lo agradezco, Leo. Pero ella es mi madre y es la única que tengo. Tiene que aceptarme.

Sin decir más palabras, Leo se levantó y me dio paso para que hiciera lo que tenía que hacer: Enfrentarla. Baje las escaleras sin hacer mucho ruido, baje hasta la cocina donde ella se encontraba de espaldas mirando hacía una ventana. Suspiré y me acerqué hasta ella para de una vez por todas hablar del tema abiertamente. Pensaba que las cosas ya debían haberse calmado.

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now