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—Vi al príncipe en la tienda

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—Vi al príncipe en la tienda. —soltó mamá, mientras miraba el plato en su mesa.

Leo y yo nos hicimos los desentendidos, intentando que aquello no tuviera si quiera importancia. Sin embargo, su simple mención basto para que casi soltara el jugo que mantenía en mi boca.

—Creo que deberías ir a hablar con él, Orion —dijo de la nada—. Me he dado cuenta que en tu habitación ha quedado una chaqueta que no es de ninguno de los dos y con lo costosa que parece, debo asumir que es suya. Es más, creo que lo he visto en una foto con ella.

¿Una foto? Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—¡No iré! —exclamé, era la primera vez que le levantaba la voz en mucho tiempo.

Mamá me miró de mala gana, parecía estar a punto de preguntarme por mi negativa, pero no dejé que lo hiciera.

—Es que ya es tarde —me excusé—. Se la llevaré el lunes a la escuela. 

—Iba a ver una película, así que es seguro que se acostara tarde. Además, si yo fuera él quisiera recuperarla lo antes posible. Si no recuerdo mal pertenecía a su tío. 

¿Y qué tiene que ver su maldito tío?

No podía. No podía ir y verlo a los ojos. No podía si quiera dirigirle la palabra. No es que no quisiera resolver las cosas, la foto ya estaba divulgada y él no tenía la culpa de ello. Pero sabía que si lo veía debíamos hablar del asunto del beso y quería evitarlo.

—No le pasará nada por unos días sin ella. —le insistí. 

—Orion, esa chaqueta era de su tío.

—¿Y qué?

—¿Y qué? Su tío se suicido cuando su madre murió. 

Ah, mierda.

—No puede ir —intervino Leo si bajar la vista de su plato—. Si no quiere ir, no le insistas. 

—Pero debe ser importante para él, ¿cuál es el problema de solo ir a dársela? —indagó ella.

¿Cuánto tardaría en unir los puntos?

—Tuvieron una pelea —mintió Leo—, no se llevan bien y punto. Por ahora no van a hacer las pases, así que no creo que lo mejor sea que le vea el rostro si quiera. Al menos que no vaya solo.

Mamá comenzó a levantar las cosas de la mesa, se acercó hasta la cocina y empezó a limpiar los platos. Estaba a punto de abrir el grifo cuando se giró a ver a Leo.

—¿Y por qué no vas mejor tú, Leo? —dijo, resolviendo todo—. Si ellos tienen una disputa no querrán cruzarse y no creo que lo mejor para el príncipe sea perder algo tan preciado. 

—Tienes razón —respondió Leo con una sonrisa—. Iré, en tanto Orion venga conmigo. No tiene porque bajarse del coche, solo para no ir solo. Quizá hasta puedan hacer las paces. 

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now