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El vuelo fue espantoso, el peor sin dudas

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El vuelo fue espantoso, el peor sin dudas. Creo que nunca en mi vida me había aburrido de tal manera. Ni si quiera ver el cielo me entretenía. Me parecía aburrido y mi interés buscaba algo en que fijarse. Nada. Solo podía bufar y meterme en mi mente, quien jamás fue una buena compañera.

Tampoco ayudaban los dos guardaespaldas, quienes solo hablaban de cosas que no me interesaban. Se la pasaron discutiendo por equipos de deportes y sobre canales de televisión de chistes sin gusto alguno.

Solo fomentaban mis ganas de abrir la puerta y lanzarme desde allí arriba.

—Aún sigo sin creer que este niño batee para el otro lado —dijo el pelado con los brazos cruzados y la vista fija en mí—. Es algo que nadie se espera, en verdad...

Lo miré. Me sorprendí de su comentario, era un descarado.

—¿Y sabes qué otra cosa no puedo creer? —preguntó el pelado chocando su hombro contra el de Gary, solo en buscaba de llamar su atención—. No puedo creer que se haya metido con aquel chico riquillo, ¿recuerdas?

—Solo fue un rumor. —le cortó las alas Gary.

Hacía unos meses en todas las redes se expandieron fotos mías besando a un chico. Daniel Brunce era el hijo de un importante empresario español, era un jugador de polo bastante apuesto. Me sorprendió cuando en una fiesta me pidió que lo acompañara a fumar y así sin más, me beso. Salimos unos cuantos meses, quizá fueron seis o cinco. Luego nos sacaron una foto y tuve que cortar con él.

Gary sabía que no era un rumor. Pero hice que prometiera que jamás le diría a alguien todas las veces que me llevo a su casa en la playa para poder estar con Daniel. Y jamás lo hizo. Él me quería de alguna forma paternal.

—No creo que sea un rumor, mira lo sonrojado que esta —masculló el pelado y comenzó a reír—. Ese chico que beso, es solo otro mimado imbécil.

No me gusta que me insulten. Y menos dejaría que insultara a alguien que anteriormente había querido demasiado.

—Otra marica, igual que él. —rió.

Exploté con un simple comentario.

Nadie me llama marica. Ni a Daniel, yo soy el único que puede insultarlo. Sentía demasiada ira por aquel comentario. Daniel Brunce había logrado hacer algo que nadie pudo. Aunque duro poco, él pudo hacer que tuviera más motivos para seguir adelante en esta vida. Nadie más que él logro hacer que por un tiempo no me lastimara a mí mismo, o que solo pensara en morir.

Y aquel comentario tan infantil logro enfadarme más de lo que debería.

Tomé el libro que, supuestamente mi padre me había regalado. Lo tomé con fuerza y lo miré con furia. Quizá si me pase un poco. A continuación, le lancé el libro al pelado, mientras que en mi cabeza se repetía su estúpido comentario. El ejemplar golpeó contra la blanca cabeza del guardaespaldas, logrando un golpe en seco y doloroso. El pelado se tocó justo en el sitio donde el libro había golpeado y bufó al notar la sangre en sus dedos.

Furioso, el guardaespaldas se acercó hasta mí, con el paso firme y con una ira que parecía llegar al punto de hacer que me mate. Me encogí en mi asiento, temiendo que me golpeara con demasiado fuerte. Y ante la escena, Gary tomo al señor del brazo, impidiendo que se acercara.

—Tranquilo —ordenó serio—. No vale la pena.

—¡¿Es una jodida broma?! —exclamó furioso—. ¡Este crío me ha tirado un libro por la cabeza y me ha lastimado! ¡Carajo!

—¡Me llamaste marica! ¡Y a Daniel! —reclamé.

Los guardaespaldas se miraron entre sí con algo de enfado.

Gary soltó al pelado y este se limitó a sentarse en uno de los asientos más alejados con mala cara. Podía ver en su rostro como deseaba mi muerte. Sé que era lo que pensaba, que no volverían a trabajar con niños caprichosos.

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Entre a la nueva casa cargado en el hombro de Gary. Creía que me intentaría escapar, así que me llevaba como si fuera un costal de papas.

—¿Ya me puedes bajar? —pregunté.

—Creo que así es más fácil de controlarlo, señor.

—¡Pero es ridículo! Ya, bájame. Es una orden, Gary.

—Si me permite el atrevimiento, lo bajare cuando deje de comportarte como un crío caprichoso, señor Alexander.

—Genial, me pasare la vida aquí. 

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now