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Toda la escuela se volteaba a verme

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Toda la escuela se volteaba a verme. Ya todo el mundo se había enterado de la noticia. 

Sí, soy yo el chico que beso al príncipe, soy yo, maldita sea. No es necesario que claven sus miradas en mí, son cuchillos ¿lo sabían?, pensaba mientras sentía todo mi cuerpo temblar. 

Demetria se me acercó en la última hora, estaba recogiendo las cosas para ya largarme a mi casa y olvidarme de este asunto de alguna forma. Luchaba contra los libros de mi casillero. 

—Lo siento. —susurró.

—Yo no. —respondí, aunque lo suficiente bajo como para que no oyera.

Es que al final del día... No, no estaba arrepentido de lo que sucedió. Estaba arrepentido de salir en las noticias, de escuchar a personas que ahora se preguntan quién es el Don Nadie que se atrevió a probar los labios sabor fresa del príncipe. 

No podía soportar todas las miradas y cuchicheos a mi espalda. Siempre estuvieron ahí pero hoy tenían un peso especial. 

—¡Ey! —exclamó un chico acercándose a toda prisa. 

Lo miré de pie a cabeza, temiendo quién pudiera ser, hasta que noté de quien se trataba. Solo era William, un chico al que todos se alejaban por su intento de suicidio que lo llevó a acabar unos meses en un centro psiquiátrico. No tenía nada contra él, pero los medicamentos que le daban lo volvían demasiado torpe. Aún así, él intentaba siempre acercarse a los demás para que alguien le brindara ayuda. Sí, intenté ser su amigo y lo fui, luego decidí apartarme de todos y lo abandoné completamente. Creo que eso me deja más claro lo idiota que puedo llegar a ser. 

—Fue una buena fiesta. —admitió mirándome, quizá tratando de recobrar nuestra amistad.  

Pero no respondí. Quisiera decirle que no era contra él, yo era el problema en ese momento. Pero no pude ni si quiera responder. 

—¿Cómo te sientes, William? —preguntó Demetria, tratando de ser amable. Ni ella con su necesidad de ser amigo de todos quiso acercarse a él.

Eso es triste, la verdad es que no podía quejarme de él. Fue un gran amigo en verdad. 

Cerré el casillero con fuerza y me estaba por largar ya que no era parte de aquella conversación que estaba iniciando, ni pensaba serlo. 

—¿Estas bien, Orion? —preguntó, noté en su voz que estaba demasiado preocupado por mí. 

NO, NO LO ESTOY, QUIERO IRME A LA MIERDA PERO NADIE DEJA DE MIRAR CADA MALDITO MOVIMIENTO QUE HAGO, quise gritar. Pero me retuve, él no tenía la culpa. Además, le debía tantas disculpas... 

—Estoy bien. —mentí entre dientes, tratando de acumular la cólera que cada vez subía más. 

Por delante de mí, pasó Alexander caminando con el grupo de Allison, detrás de ellos Luke iba caminando revisando su móvil. No podía creerlo. ¿Mi ex y el chico que bese siendo amigos y riendo en los pasillos?

Lágrimas azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora