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Al llegar a la escuela, lo primero con lo que me tope fue con Demetria

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Al llegar a la escuela, lo primero con lo que me tope fue con Demetria. Estaba parada en la entrada con una sonrisa de oreja a oreja, exactamente igual que varias chicas que estaban junto a ella, esperando algo. Miré a los chicos que mascullaban con rabia y fruncí el ceño.

Me acerqué hasta Demetria. Quería saber de qué carajo me estaba perdiendo, aunque tengo que admitir que me enojaba bastante esa curiosidad. La mire, esperando que dijera algo como siempre lo hace, pero estaba demasiado atenta a algo. Pasé una mano frente a sus ojos, pero la ignoró completamente.

—¿Por qué no entras? —pregunté frunciendo el ceño. Luego dirigí mí vista a las demás chicas que se decían secretos a los oídos y sonreían—. ¿Por qué ninguna entra a la escuela? ¿Sucede algo?

Demetria no contestó. Se limitó a señalar hacía la izquierda con ímpetu. Miré hacía aquella dirección y solo me encontré a la directora hablando con un chico, un cualquiera desconocido. Hasta que lo recordé. Ese debía de ser el príncipe.

Lo estudié completamente, buscando que era lo que hacía que todas estuvieran tan alborotadas por su llegada. Su pelo era rubio —tan cliché—, sus ojos azules como el cielo —Wow, este chico solo era un Ken—, sus dientes eran tan blancos como la nieve —deben tener la mejor pasta dental en Suecia— y su cuerpo era pequeño. Solo era un chico flacucho y pálido. No sé podía comprender porque hacían tanto alboroto.

—¿Por qué lo miras así?—pregunté, sintiendo una pequeña puntada de celos por toda la atención que recibía aquel rubio—. ¿Por qué todas lo miran así?

Demetria me miró sorprendida de mi pregunta.

—Porque es lindo y famoso. —contestó ella con un pequeño rubor.

Devolví mi vista al príncipe. Había terminado de hablar con la directora y estaba encantada ante su presencia. Ella le dio una palmada en la espalda con cariño y él sonrió. Tuve que soltar un bufido al escuchar varios suspiros de parte de casi todas las chicas, incluso de Demetria.

Aquel príncipe solo me parecía un adulador, estaba seguro que se trataba de un completo idiota.

Él caminó justo frente a nosotros para poder entrar. Las chicas comenzaron a cotillear ante su cercanía y el príncipe sonrió. Las miró mientras que mascaba chicle y las saludó con una mano.

No hay persona más engreída, pensé al instante.

—Oh, por Dios mío. Me acabo de enamorar —murmuró Demetria, mientras que el chico abría la puerta para entrar a la escuela—. Juro por mi vida que terminare casada con el príncipe Alexander.

Puse los ojos en blanco y abrí la puerta para poder entrar. Demetria me siguió, mientras que murmuraba como sería su boda con el chico.

El príncipe caminaba delante de nosotros, agachaba la cabeza al ver que todos lo señalaban y noté que Demetria le veía algo que no era la espalda.

Lágrimas azulesWhere stories live. Discover now