Toto malo

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Rocio no se lo podía explicar, es que simplemente no entendía. Por mas que recapitulaba todo lo que había pasado, le era demasiado difícil entender como pasó de estar tranquilamente yendo a hacer unas simples compras. ¡A ser detenida por la policía y terminar en una celda desde hace cuatro malditas horas!

¿Y Rivers?

¡Ella está en la perrera!

_Esto debe ser una broma - la castaña sollozaba dentro de su celda - debe ser eso, no puedo tener tan mala suerte - se echó en el suelo - Sólo fui de compras...- ahora ella se hacía bolita.

Regresemos a cinco horas atrás, donde Rocio observaba dudosa un par de zapatos mientras Rivers observaba todo con asombro y maravillada por las diferentes cosas que no conocía.

_¿Qué es esto? - Rivers llegaba a su lado, mostrando uno de los objetos que la había asombrado.

_Eso es un balón - Rocio la miró dudosa - ¿de dónde lo sacaste?

_De la otra fienda - sonrió.

_Tienda, Samantha, se dice tienda - corrigió - y no vayas a otros lugares y deja de tomar cosas, no quiero problemas - regresó su vista a los zapatos.

_Bueno - alzó los hombros.

Fue nuevamente a la tienda de en frente y regresó el balón a su lugar, todo en ese espacio era realmente hermoso para ella, ya que ella no lo sabía, pero estaba en una tienda para niños. Sonrió animada y con los brazos en su espalda, comenzó a regresar junto a Rocio para seguir esperándola.

La rubia se detuvo en seco cuando vio con duda al hombre que estaba al lado de su castaña. Observó incrédula como aquel sujeto le sonreía mientras tomaba el zapato que tenía Rocio, y rozaba su mano sobre la de ella, no no, ACARICIABA su mano. Por otro lado, la castaña no parecía percatarse de las acciones del hombre, y sólo escuchaba sus consejos para comprar un buen zapato para alguien demasiado inquieto, como se lo había explicado Rocio.

Rivers sintió el aroma de ese sujeto en el aire, y fue cuando fruncio los ceños con molestia. Ese hombre tenía todas sus hormonas revueltas y tal parece que su objetivo para tranquilizarlos era Rocio.

Pero eso Rivers no lo iba a permitir.

Rocio era suya, y si piensa que puede venir y quitarle la pareja a una loba frente a sus propios ojos, está muy equivocado. Rivers podría ser todo lo tierna que quieran, pero nadie mira a su chica con esos ojos, nadie la toca, nadie se mete con ella, o verán el escalofriante carácter que tiene su lobo interior.

El chico se asustó cuando vio a un perro blanco a su lado, mirándolo como si estuviera molestó.

_Wow, me asustaste amigo - sonrió con calma - ¿es tu perro?

Rocio guardaba el par de zapatos que había comprado, cuando giró a ver a la dirección que el chico veía. Casi se le salen los ojos al ver a Toto allí, donde supuestamente debía estar Rivers.

_Ehh...sí - se acercó - no sé qué está haciendo aquí - sonreía nerviosa, para luego advertir con disimulo a la rubia quien no dejaba de ver al chico como si quisiera matarlo - bueno, creo que eso es todo, necesito hacer otras compras - se acercó al lobo - vámonos Toto - lo llamó, pero el animal se quedó quieto. Miró mas nerviosa al chico que sólo le volvió a sonreír, y llegando al lado del lobo, intentó empujarla - dije que nos vamos - habló entre dientes, pero Rivers no se movía - Toto, no seas terco - pedía mientras intentaba jalarlo pero era demasiado para ella - ¿puedes avanzar? - suplicó ya cansada.

_Creo que le agrado - el tipo se inclinó a su nivel - ¿Es por eso que no quieres irte? - le habló como si fuera un bebé - ow, que bella cosita eres - colocó su mano en su cabeza, casi como si fuera una palmada.

Una Loba Como Mascota || Factor R Where stories live. Discover now