Capitulo 33

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Cuando miras mucho hacia el abismo, el abismo te mira a ti.

- Friedrich Nietzche

Allen PDV

Después de todo eso, ya era de noche, todos fueron a casa, todo estaba en silencio, nadie quería hablar, solo silencio. Michael y yo entramos a la habitación, mi novio tampoco había hablado, de vez en cuando lloraba pero no decía nada, simplemente lo abrazaba para tranquilizarlo.

El rubio se recostó en la cama, yo le quité los zapatos y lo ayudé a ponerse la piyama, por que parecía no estar en este mundo en esos momentos. Yo igual me cambié de ropa y me recosté con él, tapándonos a ambos. Después de un par de minutos, mi novio tomó posición en la cama, poniendo mi brazo alrededor de él y recostando su cabeza en mi pecho.

-Te quiero, Michael... -besé su frente-. Por favor, duerme...

Y después de dejar ir un par de lagrimas más, él cerró los ojos y pareció dormirse. En cambio, yo me tomé el tiempo para dormirme y tranquilizarme, acariciando su cabello y dando besos en su frente de vez en cuando, pero logré hacerlo, me dormí.

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Era de mañana, todo mundo se estaba preparando para el entierro de Azucena. Michael estaba en otro mundo, básicamente yo le puse todo el traje y lo bañé, por que simplemente él permanecía con la mirada perdida todo el tiempo.

-Vamos... -le dije mientras arreglaba su corbata, también negra-. Quisiera verte sonreír al menos una vez...por mí... -escondí mi cabeza en su cuello y lo abracé.

Yo solo quería hacerlo feliz, no me gustaba verlo así, triste y deprimido. Sabía que se sentía culpable, por no haber hecho lo suficiente para ella, por no dar lo máximo para evitar su muerte, pero yo no quería que se sintiera así. Me encargaría de estar a su lado, apoyándolo.

Segundos después de estar abrazándolo, sus brazos se cruzaron por mi espalda, abrazándome a mí también. Él no dijo una sola palabra, simplemente me abrazó y permaneció en silencio, sollozando un par de veces.

Después de ese momento, todos nos encontrábamos en la camioneta, dirigiéndonos al cementerio, mi novio y yo estábamos sentados juntos, yo tomando su mano y acariciándola para darle apoyo, él tenía la cabeza apoyada en la mía, sin decir nada. Desde hace horas que él no lloraba, era como si todas las lágrimas se le hubieran acabado y ya no tuviera nada para expresar su tristeza.

Entonces se me ocurrió algo.

-Oye... -le llamé con una voz dulce-. ¿Quieres algo para esa malvada tristeza?

-...¿Qué es?... -las pocas palabras que le he escuchado decir en todo el día.

Tomé ambas de sus mejillas y lo acerqué a mí para darle un dulce beso en los labios. Fue corto, pero aún así me hizo sentir muchas cosas.
Después de momentos de que Michael estuviera pensando, tomó mi rostro y me devolvió aquel beso de antes, pero con más desesperación en él, a la vez que sentía algo de felicidad en su acción. Apoyó su frente con la mía, cerrando los ojos, sin quitar sus manos de mis mejillas. Podía oler el aroma de su colonia y su pasta de dientes juntándose, extrañamente, ese olor me era exquisito.

-Gracias, Allen... -susurró, dejando caer una lágrima, la cual yo sequé con mi pulgar.

-No llores, por favor... -le supliqué con algo de tristeza, yo solo quería que esto acabara.

Cuando llegamos al lugar del entierro. El clima estaba frío y las nubes hacían ver al día más tétrico, el frío era seco, nada de humedad. Michael sujetaba muy fuerte mi mano, su mano estaba sudorosa y podía sentir que estaba temblando terriblemente.

-¿Alguien quiere decir unas palabras? -el padre de Michael dijo, su voz estaba algo cortada.

El corazón se me aceleró, pero sentía la necesidad de hacerlo.

-Yo... -levanté mi mano, atrayendo la atención de toda la gente-. E-Ella...era especial. Yo, que solo hablé con ella por tres días puedo decirlo, esa mujer era la representación pura de las palabras, madre, alegría, esperanza, solidaridad, ella era todo eso... -en ese momento, Danielle se recostó en el hombro de su padre para dejar escapar unas lágrimas-. Ella...me dejó una carta, la cual yo había olvidado hasta el día de ayer. Me la encontré por pura casualidad en uno de mis cajones. La carta hablaba de cuánto amaba a su familia, en especial, a su hijo -miré a mi novio por unos segundos y le di un apretón a su mano-. Ella me dejó la confianza de cuidarlo, de amar de él lo que ella no pudo en un futuro... -tuve que detenerme, un nudo se formaba en mi garganta-. E-Ella...inconscientemente, se metió en mi corazón sin que yo me diera cuenta...sí, yo la amé, como todo el mundo aquí lo hace, por que a ella la podrías llegar a querer con solo mirar su aspecto, resplandecía a su alrededor incluso cuando no sonreía. Ella se fue, pero dejándonos un pedazo de su resplandor a todos nosotros. ¿Y qué nos queda hacer ahora? Ser felices. Uno: por que ella no va a sufrir más. Segundo: por que todos le haríamos un favor siendo tan felices como ella siempre lo deseó.

Acabé. La mayoría de las personas que se encontraban ahí estaban derramando lágrimas, excepto alguien. Michael no lloraba y eso se me hacía extraño, no por el hecho de que quisiera que llorara sino por que estaba ahí, parado, muy pálido, con la mirada perdida y parecía estar tambaleándose y temblando más que antes.

-Mi-Michael... -lo tomé del hombro, me estaba asustando-. ¿Estás bien?...

Él casi cae desmayado, hubiera sido así si yo lo hubiera dejado caer. Él se veía perdido, estaba perdiendo la consciencia.

-A-Allen... -mi novio me pidió auxilio, yo solo lo tomé y lo ayudé a caminar hasta una pequeña cafetería que estaba cerca del cementerio.

Lo senté en una silla, desanudé el nudo de su corbata y abrí su saco y el primer botón de su camisa. Pedí un café frío con dulces de chocolate, para levantarle el azúcar.

-No has comido nada desde ayer, ¿cierto? -le pregunté cuando chupó un poco del café frío de su popote.

Él negó lentamente, pareciendo arrepentido de no haber comido algo.

Moví mi silla hasta su lado, tomando su mano y apoyando mi cabeza su hombro, sintiendo la rasposa tela de su saco en mi mejilla.

-Me preocupaste allá... -le dije.

-Pe-Perdón...

-No importa... -respondí esperando con desesperación que me abrazara y me hiciera sentir tranquilo de una vez.

Él enredó sus brazos alrededor de mí, haciendo que compartáramos nuestro calor el uno al otro.

-Te quiero, Michael... -lo tomé de las mejillas y le di un beso casto en los labios.

-Yo te amo...hasta la muerte... -me volvió a besar-. No lo olvides...

Ese beso fue un poco más largo, pero igual de dulce.

Después de pensar un poco en su comentario, un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿A qué se refería con "hasta la muerte"? ¿Eso debería tener doble sentido?

No...No lo creo...

Cuando Te Conocí... *Homosexual, Gay*Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang