Capítulo 13

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Freddie daba pasos sueltos y desinteresados y yo me comenzaba a morir de frío. No sé si era por las bajas temperaturas de octubre, o por lo nerviosa que estaba. Marchábamos en silencio. Iba mirando al suelo contando baldosas, y sentía la mirada de Freddie clavada en mí. Lo miré de reojo y ahí estaba, con la misma cara que cuando me abrió la puerta del coche. Las mejillas se me pusieron rojas como tomates.

—Qué... Qué mal lo... lo del coche de Suzz-zz-suzzanne —entre lo atacada que me ponía Freddie con su cara y el frío que estaba pasando parecía tartamuda. ¿Desde cuándo el nombre de Suzzanne tiene tantas zetas?

—¿Tienes frío? —Estamos a cinco grados, pero no. Esto no es frío. Comenzó a quitarse la chaqueta.

—No, no. Est-toy bien.

—Tiemblas más que una batidora, querida —se quitó el abrigo del todo y me lo puso sobre los hombros. Recibí una oleada de calidez proveniente del interior de esa tela.

—T-te vas a helar F-freddie.

—Y a ti te va a dar una hipotermia. No tengo frío —volvió a poner esa dichosa expresión. Creo que se ha dado cuenta de que me pone nerviosa mirándome así... ¡Lo está usando para divertirse a mi costa, seguro!

Volví a mirar al suelo. Realmente me estaba sirviendo de mucho tener su gruesa chaqueta encima, tenía menos frío con ella. Y además era muy bonita.

—¿Qué te pareció el ensayo?

—Genial, lo he disfrutado. Esas canciones nuevas son increíbles —lo miré de refilón y lo pillé sonriendo satisfecho.

—Puedes volver a venir cuando quieras.

—Sería estupendo...

Volvimos a quedarnos en silencio. Cada vez más calor se acumulaba y ya apenas tenía frío. Íbamos por una calle llena de gente de un lado a otro. Divisé algo de mi interés: una tienda de música. En el escaparate había una guitarra Fender y una batería.

—¿Y si vamos a...?

—¿Quieres que...?

Nos pisamos mutuamente las palabras. Soltamos una carcajada y sin decir nada más para entendernos, entramos en el local.

Había discos. Había libros. Sonaba The Doors. En las paredes había posters de Elvis, de Help!, de Jim Morrison, de Jimi Hendrix... Era un trocito de paraíso. Los discos se dividían por estilos en estantes: Jazz, Rhythm And Blues, Ópera, Rock 'N' Roll, Hard Rock y derivados.

Freddie tras revisar Some Time In New York City de John Lennon, ojeó rápidamente y sacó un disco negro y rosa con letras rosas también. Vaya, vaya... Solté una risilla y él sonrió orgulloso.

—Hola, jóvenes —un hombre de unos setenta y tantos salió de la trastienda—. ¿Puedo ayudaros en algo?

—Sólo estamos mirando, gracias —dije amable.

—Sí, gracias —añadió Freddie.

Me giré a los vinilos otra vez, y se me ocurrió someterme a la tortura de ver cosas que no podía comprar. No me van a cobrar por imaginar que compro, ¿no? Freddie siguió mirando su disco, con curiosidad en la mirada.

—Disculpe —dijo acercándose a zancadas al mostrador—. ¿Qué tal se vende este disco?

El señor se puso las gafas que guardaba en el bolsillo de la camisa y escrutó lo que el chico le mostraba— ... Ah, Queen. Es un grupo muy reciente, su primer disco.

—¿Sí? —fingió ignorar de qué hablaba.

—Sí. No se vende demasiado porque nadie los conoce.

—Oh... —Freddie miró fijamente el listado de canciones en la parte de atrás del vinilo. Parecía desilusionado por las noticias.

—El álbum parece más como un conjunto de ideas que un álbum coherente. Pero son buenas ideas —continuó el hombre, captando la atención de Freddie—. Es un buen disco. En poco tiempo se venderá mucho.

Freddie giró la cabeza hacia mí. Había sarcasmo y una pizca de orgullo en su mirada— Me lo llevo.

—Estupendo. Has tenido buen ojo —el chico le entregó el vinilo para que lo metiera en una bolsa de papel. Freddie sacó el dinero y después de dárselo cogió la bolsa—. Muchas gracias.

—A usted, señor.

—¡Adiós! —me despedí del dependiente.

—Hasta otra, chicos —parecía feliz de haber hecho una venta.

Salimos de la tienda y seguimos caminando por la calle. Freddie llevaba su bolsa con "su" disco muy campante.

—¿No tenías ya una copia? —pregunté con curiosidad, dejando a un lado mi frío y mis nervios.

—Sí, pero ese señor ha sido muy amable. Ya que le preguntaba, qué menos que comprarlo —¿Puede ser más tierno? ¡SHHSHH! Cállate, estúpida Amanda. Cállate o te pondrás roja.

Asentí y sonreí.

—¿Ya no tienes frío?

—No, ya no tanto.

—Bien —alzó la cabeza con garbo.

—¿Queda muy lejos la cafetería a la que vamos?

—No demasiado. Aunque si te cansas podemos pedir un taxi.

—No, no. Qué va, hombre.

—Cómo tú quieras, querida.

Hice un repaso mental de las veces que había usado esa palabra. No debería de haberlo hecho porque mis extrañas y no sé de cuándo infundadas ilusiones se rompieron. Se lo decía a todo el mundo, ya había perdido significado. Pero qué más me daba. Seguía sonando igual de bien. Aunque no creía que se me pegara la costumbre, me daría demasiada vergüenza decírselo a cualquiera con esa normalidad.

Me puse a pensar en lo que estarían haciendo los demás, calentitos en aquél sitio tomando un té. ¿Qué estaría sucediendo con Evelyne y Roger? Curtis estaba con unos amigos por ahí... ¿Y si algo pasaba entre ellos? Nah... No creo. Ev quiere mucho a mi hermano, no creo que lo deje por un tipo al que acaba de conocer, ¿... no?

—Oye, y... ¿qué haces el domingo?

—¿El domingo? Nada, creo.

—Había pensado que a lo mejor te apetecería ir al cine...

Piensa con claridad. YO SOY LA MORSA. AQUÍ, ALLÍ Y EN TODAS PARTES. JVKEIFXKGJ. C A L M A.

¡Claro! —NOOOOOOOOOOOOOOESpera, ¿en qué estoy pensando? Pero si quiero ir, ¿no?

¡Estupendo! —sonrió y resopló con alivio.

Pasamos por delante de algunas tiendas de ropa y de muebles. Quiso entrar, y yo no tuve problema. Descubrí que le encantaban las cosas bonitas. La indumentaria elegante, los muebles recargados y sofisticados, y las joyas. No conocía ese lado de él. Me gustó descubrir todo eso en tan poco tiempo. Entendí entonces que aún me quedaba mucho por aprender de Freddie.

También pasamos por una pequeña librería. Le dije que Agatha Christie y Arthur Conan Doyle eran mis autores favoritos, pero que había leído mil veces todas las novelas de Charlotte Brönte. Parecía muy interesado y me seguía preguntando sobre lo que leía y me comentó sobre lo mucho que le gustaban las obras de Beatrix Potter. Fue muy agradable hablar sobre todo eso, estaba pletórica. Por primera vez fui capaz de hablar sin tapujos sobre mí misma, ¡y fue bien! Por un momento deseé no llegar nunca a esa cafetería y poder estar así por siempre. Aunque hiciera frío.

KEEP YOURSELF ALIVE #2: Let Me In Your Heart ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora