Capítulo 24

129 16 1
                                    

28 / 02 / 74

Definitivamente ya me he acostumbrado a pasar demasiado tiempo sin ponerte al día. Todo ha ido bien este mes. ¡Hasta me han subido un poco el sueldo en el trabajo!

Lo que más ocupa mi mente es Freddie últimamente. Freddie, Freddie... No sé qué está ocurriendo entre nosotros, pero es genial. Pasamos muchísimo tiempo juntos, vamos a casi todos lados los dos, y tenemos mucha confianza. ¡Hasta le ayudé a componer una canción! "Funny How Love Is". Fue muy divertido y tierno que me pidiera ayuda... Es una canción bastante cursi, en circunstancias normales no la soportaría. Supongo que cuando se trata de Queen soy de todo menos objetiva. (Por cierto, todas las líneas de la canción que tienen que ver con té... son cosa mía).

¡Oh! Mencionando Queen. En marzo sale el nuevo disco, y estoy emocionada aún conociendo casi todas las canciones ya. ¡Freddie me dará un vinilo de las primeras versiones que salgan a la venta! Me siento tan privilegiada que me quema.

Aunque hay algo que no va tan bien. Suzzanne me llamó para vernos hoy y no sé qué pensar de ello. Sigue bastante rara y un poco distante conmigo. A lo mejor es por eso que quiere hablar. El caso es que me preocupa un poco, porque su voz era muy seria por teléfono.





El autobús se paró, y segundos después ya me encontraba en tierra firme (por fortuna para mi estómago). Paseé por el Kensington Market hasta llegar a la cafetería que Suzzanne me había indicado. Cuando llegué había solo dos mesas ocupadas, pero ni rastro de Suzzanne. Claro está: una vez más yo había llegado antes de tiempo. Me senté en una de las mesas de la terraza, ya que no hacía demasiado frío. A las diez y trece minutos, Suzzanne apareció. La vi a lo lejos con la mata de rizadísimo pelo anaranjado bailando en su cabeza.

—Hola —llegó sonriente hasta mí.

—¡Hola!

—¿Llevas mucho rato aquí?

—No, que va. Llegué hace un momento —a Suzzanne no pareció importarle demasiado en realidad si había estado esperando mucho tiempo. Esa fue la impresión que me dio.

—No has pedido aún, ¿no? —se sentó en una silla frente a mí y colgó su bolso en el lateral de ésta.

—No, no. Pidamos.

El ambiente era frígido y las sonrisas muy secas por parte de Suzzi. Y yo sin saber que pasaba. Aquello era un tanto inconexo. Además incómodo, porque Suzzanne me observaba. Mucho. Hasta cuando le daba un sorbo a mi infusión.

—Esto —me lancé. Le di vueltas a la cuchara dentro de mi taza—..., ¿querías decirme algo en particular?

—Oh, no —dio un sorbo de su té verde—. Sólo me apetecía tomar un té contigo. Y pasar el rato.

Sonrió de nuevo. Y yo le devolví la sonrisa pero... creo que se notó que me provocaba desazón su comportamiento.

—¿Cómo te va? —pregunté mirando a otro lado agobiada por los ojos verdosos y afilados de Suzzanne. ¿Por qué se comporta así?

—Bien. ¿Y a ti? —volvió a clavarme la mirada.

—Bien, sí —titubeé un poco. Mis ojos huidizos llegaron hasta la calle del frente, dándome una buena escapatoria de aquella banal conversación—... ¿Es ese Roger?

Ambas miramos hacia allí. En efecto, lo era. Llevaba un sombrero y gafas de sol, pero su pelo y su ropa no se confundía.

Suzzanne asintió corroborando mi conjetura y alzó un brazo para saludarlo¡Roger!

El rubio se giró sobresaltado y nos miró con el ceño fruncido. Alzó una mano y siguió caminando.

—Qué raro... ¿A dónde irá? —pregunté más pensando que conversando.

—Ni idea —Suzzanne bajó la cabeza y miró su taza pensativa. Quería decirme algo, estaba segura.

—Suzzi..., ¿seguro que no te preocupa nada?

Levantó la cabeza y me miró. Se sacudió el pelo y volvió a mirarme, pero su expresión era distinta.

—Da igual. Era una tontería.

—Pero...

—Es que —se miró las manos concentrándose en ellas para hablar—... ¿Sabes esa sensación de estar viendo que algo que no quieres que ocurra..., está ocurriendo y no puedes hacer nada al respecto?

Ahora su mirada era más bien triste. Comencé a darle vueltas al asunto para ayudarla.

—Supongo que sí... —dije con duda, porque no estaba segura de a qué se refería exactamente.

—Es una mezcla de frustración, amargura... y rabia —apartó la mirada.

No entendía de lo que hablaba. Sabía a qué sentimiento se refería, pero no sabía de qué se trataba en realidad. ¿Tal vez debería preguntarle directamente...?

—El caso es que me he dado cuenta de que no debo preocuparme. Las cosas pasan de determinada manera por algo. Y no está en mi mano cuál es esa manera —sonrió con melancolía y resignación—. Olvídalo, no es importante en realidad.

La observé, trastornada por lo que me contaba. No se me ocurría una forma de ayudarla. Tal vez era yo la culpable, incluso si no sabía lo que había hecho. Si se trataba de eso... ¿cómo se suponía que podría aconsejarla o consolarla?

—Amanda, está bien —Suzzanne me miró y me sonrió un poco más serena. Había recuperado un poco de normalidad en su expresión, pero le faltaba ese brillo en los ojos que siempre tenía—. Sólo quería desahogarme un poco, perdona por eso. No me refería a ti ni nada, olvídalo.

Soltó una risilla y dio un sorbo a su taza.

—¡No, no te disculpes! Perdóname a mí... Soy una completa incompetente y no se me ocurre nada que decirte para ayudarte... ¡PERO...! —sorprendiéndola le agarré una de las manos que sujetaban el té y la miré diligente, frunciendo el ceño para ordenar las palabras en mi cabeza—. No sé por lo que estás pasando exactamente..., pero estoy segura de que todo saldrá bien al final. ¡Y puedes contar conmigo cuando lo necesites, de verdad! ¡Te apoyaré en lo que haga falta!

Suzzanne se me quedó mirando pasmada y sin decir nada. Un momento después de mi corta diatriba, se le escapó la risa. No sabía de qué se reía, suponía que de mi estúpida capacidad para alentar a alguien. Al final terminé riéndome también, más de mí misma que con ella.

—Ay, lo siento —se secó las escuetas lágrimas que se le escapaban. No parecían ser lágrimas de risa, pero tampoco habría sabido distinguirlas. Simplemente me dio la sensación de que sus ojos seguían estando tristes—. Es sólo que verte tan convencida de ello me ha hecho sentir como una idiota por no haberlo pensado así antes. ¡Tienes capacidades oratorias!

—Creo que me he pasado con la motivación —me rasqué la nuca, avergonzada.

—No. Te lo agradezco, Amanda —sonrió con mucha sinceridad y me cogió una mano—. Eres una maravillosa persona. Gracias. Me alegro de que seamos amigas.

Sus palabras me conmovieron, y casi me dieron ganas de llorar. Después de un rato pareció haberse calmado por completo, y volvía a ser la misma de siempre. Probablemente lo que la había animado no había sido mi ridículo arrebato de tratar de consolarla, o aconsejarla, o lo que fuera. Pero al menos no hubo un solo momento incómodo más. Lo único extraño fue cuando subí al autobús y la vi a través de la ventana. Su mirada estaba más bien perdida, como si se hubiera inmerso en sus pensamientos en cuanto nos habíamos separado. Volvía a tener los ojos un poco tristes. Deseé haber sido capaz de ayudarla más.

KEEP YOURSELF ALIVE #2: Let Me In Your Heart ♕Where stories live. Discover now