Capítulo 40

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Las paredes blanquecinas del hospital cegaban sus ojos cansados y nublados. Todo estaba extremadamente iluminado y borroso. Oía un grito. Su propia voz gritando con fuerza. Un eco incesante rebotaba en su cabeza. Multitud de caras pasaban por delante, apareciendo y desvaneciéndose. Todo era cada vez más blanco. Más brillante.

Y entonces se apagó la luz.






Se incorporó de golpe en el sofá. Otra vez había soñado con aquello. Pasó la manga de su camisa por su frente y tomó asiento apropiadamente. Pestañeó varias veces para desentumecer sus párpados. Tenía la respiración algo agitada, así que trató de tomar bocanadas de aire para calmarse.

—Buenos días —oyó en el umbral de la puerta—. Parecías estar descansando y no quise despertarte.

—Sí, creo que me he echado una buena siesta —respondió rascándose la nuca, con el aliento recobrado.

—No viene mal de vez en cuando... ¿Quieres comer algo? He traído tarta de manzana —alzó una bolsa considerablemente grande que portaba con ambas manos.

—No te diré que no, querida —se levantó. Sentía un ligero dolor de espalda y su cuello estaba rígido por la postura en el sofá.

Suzzanne caminó primero hacia la cocina, con su redondo vientre por delante. Andaba ligeramente inclinada y a paso lento.

—¿Y Collin? —preguntó Freddie llegando un segundo más tarde que ella.

—Ha ido a Birmingham para hacer una entrevista —colocó la tarta sobre la encimera y la sacó de su embalaje—. Volverá en un par de días. ¿Te importa si me quedo aquí hasta entonces?

—Ya sabes, estás en tu casa —él sacó un par de platos y los colocó en la mesa.

—Gracias —la mujer sonrió con sinceridad. Comenzó a cortar el pastel—. ¿Y los chicos?

—Están todos en sus casas, pero se pasarán mañana para ir al estudio.

—Bien.

Se quedaron en silencio un momento hasta que se sentaron y empezaron a comer.

—Delicioso, querida —opinó Freddie no demasiado entusiasmado, pero disfrutando del postre.

—Oye, Freddie... Has vuelto a tener esa pesadilla —Suzzanne no se anduvo con rodeos, y habló más afirmando que preguntando.

Fred no respondió inmediatamente— Sí, pero ahora son menos frecuentes.

—Tener la misma pesadilla durante tanto tiempo... ¿Seguro que estás bien? Tal vez tomando alguna medicación para descansar...

—Estoy bien, sólo un poco malhumorado porque hace calor —le quitó importancia él entre bocado y bocado—. Y lo del sueño no tiene mayor trascendencia, no lo pienses tanto. En verano siempre tengo el sueño algo trastornado.

Suzzanne se quedó observándolo.

—No tienes remedio —suspiró—. No hay manera de que pidas ayuda alguna vez, ¿no es así?

—Pediré ayuda cuando la necesite. Tú tampoco eres el mejor modelo a seguir —le sonrió bromista alzando el tenedor. Ella sonrió también, resignada. Su mueca se esfumó segundos después para mirarlo con circunspección.

—¿Cómo...? —Freddie se la quedó mirando esperando su cuestión—. ¿... Cómo estás?

Se tomó un momento en entender hasta dónde abarcaba la pregunta.

—Bien. Estoy bien, querida. No te preocupes por eso —dijo con una mirada tranquila. Frunció un poco el ceño jugueteando con el tenedor sobre el plato—. Y respecto a lo otro... Ha pasado bastante tiempo ya. Hay heridas que, incluso si no se cierran, dejan de doler con el tiempo. Siguen ahí, pero... sólo sirven para recordarte quién eres.

Los dos se mantuvieron callados, dando consistencia a esas palabras.

—Siento que acabo de decir algo innecesariamente profundo —se echó a reír comiendo el último trozo de pastel. Suzzanne también rió mientras se secaba una lágrima imprevista que caía por su mejilla.

—¿Y tú cómo estás? Ya falta muy poco para el espectáculo final —Freddie señaló su estado de buena esperanza—. ¿Cuándo salías de cuentas?

—En diciembre, unos cuatro meses más —ella acarició su tripa con una mirada enternecida—. Tengo un poco de miedo, no sé si me veo capaz de ser madre.

—¡Pero qué dices! Vas a ser una espléndida madre, doy fe de ello, cariño. Si le preparas esta tarta, seguro que no tienes ni un solo problema.

Suzzanne se echó a reír— ¡Os la prepararé a los dos, entonces!

—Agradezco tu empeño —arrugó la nariz riéndose.

Después de comer, los dos salieron al jardín. Aún estaba atardeciendo. La luz rojiza del sol bañaba el panorama y el cielo en su totalidad.

—Pronto llegará el otoño —dijo Freddie, más reflexivo que conversador.

—Eso parece —Suzzanne tomó aire con profundidad.

—Ya tengo ganas del invierno. Deberíamos hacer una fiesta entonces —sugirió él—. Tendremos por aquí al pequeño Sammy para la Navidad, va a ser muy especial.

—Me gustaría, sí. Podríamos invitar a todos —ella alzó las manos al aire para enmarcar el brillo del sol entre sus dedos—. Como en los viejos tiempos.

—Será muy divertido, incluso empezaré a planearlo ya —soltó una risotada sentándose en un banco rústico que se hallaba allí.

—Te ayudaré a organizarlo, pero espera un poco —se giró a Freddie—. ¡Quedan muchos meses todavía!

—Empezar a programar una fiesta nunca es demasiado precipitado —dijo con solemnidad.

Suzzanne negó con la cabeza riendo y se sentó a su lado.

—Qué nostálgico —suspiró de nuevo, sacudiendo su corta melena rojiza. Él la miró—. Estar aquí, con la puesta de sol. ¿Hace cuánto que nos conocemos, Freddie?

—Mmm, veamos... ¿Veinte años?

—... Veintiuno, diría yo. Ya estamos en 1990, ¿recuerdas? —soltó una risita.

—Ah, olvidaba que los años parecen días a estas alturas —Freddie estiró los brazos para desperezarse.

—No hables como un anciano todavía —se llevó una mano a la cadera para mirarle con una mueca—. Aún nos quedan bastantes años para seguir quejándonos de cuántos han pasado ya.

—Te tomo la palabra —le dio un ligero roce con el puño en forma bromista. Su risa se convirtió en una sonrisa triste—. Estoy seguro de que Amanda estaría feliz si seguimos aprovechando los años.

Suzzanne entornó la boca impresionada por el repentino comentario. Rara vez Freddie mencionaba a Amanda de forma tan directa. Aquello le alegró y entristeció a la vez. Le puso la mano en el hombro y sonrió también.

—Por supuesto —dijo con convicción.

No dijeron mucho más. Se quedaron allí sentados en reposo hasta que terminó anocheciendo. El sol dio paso a la luna, que irradiaba una clara luz desde el cielo plagado de estrellas.









KEEP YOURSELF ALIVE #2: Let Me In Your Heart ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora