Capítulo 21

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Ya acabó 1973 y me siento extraña diciendo que ya estamos en 1974. No he escrito nada desde Navidad por una sencilla razón: llevo enferma desde entonces. Por culpa de tener el vestido mojado en la fiesta y del frío que hacía, cogí un catarro de los gordos. Ahora estoy bien por fin, pero justo ayer tuve que volver al trabajo en la tienda.

Parece mentira que 1973 se haya esfumado tan rápido. Me siento como una viajante del tiempo hablando desde el futuro o algo así.

PERO BUENO. Feliz año nuevo (aunque sea tarde. Je, je).

Mary me llamó el día 27 pero aún estaba dudando si lo que tenía era cansancio por la fiesta o si era un constipado, así que le dije que no podía. Desde entonces no he sabido nada de ninguno de ellos. No llegué a darle su regalo a Freddie todavía. Tengo ganas de verlo... Ahora que no soy un depósito de mocos, tengo que llamarle.

Por cierto, desde Noche Buena Evelyne y Curtis están... raros. No sé qué les pasa. Discuten por tonterías todo el tiempo. Debería preguntarle a Ev, me tienen preocupada.



Mi hora de comer había terminado, así que cerré el diario y lo guardé en mi bolso. Salí de la trastienda y me dirigí al mostrador.

—Ya estoy de vuelta, señor Davis.

Mi jefe se levantó de la silla que había detrás de la caja y alzó la vista por encima de sus pequeñas gafas— ¿Cómo dices?

—¡Que ya estoy de vuelta del descanso! —era bastante mayor y muy duro de oído, así que a veces tenía que repetirle las cosas. Asintió complacido y me dejó paso en el mostrador.

—Tengo que ir a la farmacia y también a hacer unos recados, ¿puedes quedarte a cargo? —se colocó la casaca y se peinó con la mano su poco poblada cabeza.

—No se preocupe, ¡yo cuido de la tienda! —dije alto y claro para que me entendiera. Asimiló las palabras y sonrió agradecido. Se despidió con un gesto y salió.

Resoplé y tamborileé con los dedos por encima del mueble frente a mí. Solíamos tener muchos clientes pasajeros que pasaban a comprar alguna cosa de urgencia. Y como también teníamos tabaco, no faltaba el dinero en la caja cada día. Sin embargo, esa tarde estaba pasando lenta y soporífera. Apenas habían entrado tres personas. Probablemente debido a las bajísimas temperaturas, todo el mundo se estaba refugiando en su casa.

Por fin la campana de la puerta había sonado y venía algún cliente. Aunque habría preferido seguir en tranquilidad y soledad. Sin embargo me erguí y me preparé para afrontar la venta.

—¿Por qué tenemos que comprarle tabaco a Roger?

—Porque ha dicho que si no se lo compramos se encerrará en un armario y no podremos ensayar, querida. Esa rubia caprichosa, siempre dando por saco.

Reconocía esas voces. No podía ver quiénes eran porque los estantes de productos me limitaban la visión, pero sabía quiénes eran. Me dio el pánico. Lo único que se me ocurrió hacer fue agacharme detrás del mostrador. La solución más patética que podía elegir. Muy digno de mí.

—Vamos a comprar chocolate también, me muero de hambre.

—Muy bien, mientras yo voy a ir a por los cigarrillos.

Oh, no. ¡OH, NO! No sabía qué hacer. Oía pasos acercarse hasta la caja. Mi final había llegado. Deseé tener un botón de autodestrucción para romperme en pedazos allí mismo. Las cómicas gotas de sudor caían por mi frente, el cerebro se me empezaba a chamuscar.

—Vaya, no hay nadie.

Tenía que salir. Antes de que me pillaran allí escondida. Sería demasiado ridículo y nunca superaría una humillación así. No debí esconderme en primer lugar. Tomé aire silenciosamente, como una ninja en una misión secreta. Una estúpida ninja detrás de un mostrador. Me puse de pie lentamente. Él estaba de espaldas a mí, así que no me vio hasta que se volvió a girar.

—¡Hola...! —saludé de la forma más alegre que me permitía mi voz temblorosa de estúpida ninja.

Dio un respingo acompañado de un gritito.

—Cielos, casi me da un ataque —se llevó la mano al pecho, respirando rápido.

—¿Qué pasa, Freddie? —Suzzanne se aproximó a la caja, preocupada por el chillido. Cuando me vio, alzó las cejas—. ¿Amanda? ¡Así que aquí es donde trabajabas!

Se echó a reír por el susto que aún tenía Freddie en el cuerpo.

—Hace tiempo que no nos vemos, ¿cómo has estado? —ella puso un par de tabletas de chocolate y una revista encima del mostrador.

—Bien, bueno... Llevo con una gripe desde Navidad —me rasqué la nuca con una risilla. Freddie alzó levemente la vista sin haberse quitado las gafas de sol aún. Estaba muy serio. No supe si era por el sobresalto o por alguna otra cosa. Pero ni siquiera me había saludado.

—No me digas, ¿ya estás bien? —siguió preguntando Suzzi, algo preocupada.

—¡Sí! Por suerte ya estoy curada, me reincorporé al trabajo ayer —carraspeé, azorada por la frialdad de Freddie, que no decía nada, y por el fresco sentimiento de huidiza en apuros—. ¿Cómo estáis vosotros?

—Me alegro de que estés recuperada. Nosotros estamos bien —sonrió con amabilidad. Se fijó en el muchacho, que permanecía estático—. Ah, ¿nos das un paquete de Marlboro?

Me giré sobre los talones y aproveché que no podían verme la cara para entrar en pavor por dentro. ¿Qué está pasando? ¿Por qué Freddie parece tan enfadado? Busqué con la mirada lo que necesitaban y lo coloqué junto al resto de artículos que iban a llevarse.

—Genial, ¿cuánto es? —ella sacó el monedero.

—Tres libras. La revista os la regalo —dije metiendo todo en una bolsa de papel.

—Oh, ¡gracias! —sonrió dentuda y agarró la bolsa. Hubo unos segundos de silencio incómodo hasta que Suzzi volvió a decir algo—. Por cierto, este fin de semana habíamos pensado hacer una quedada en mi casa para celebrar el comienzo del año. ¿Quieres venir?

Tragué saliva y pensé por un segundo. Tenía la sensación de que Freddie no habría querido que Suzzi me hubiera preguntado. No sabía qué pensar.

—Claro, iré —por qué he dicho que sí. Maldita sea, Amanda. No se pueden tomar tantas malas decisiones en menos de cinco minutos, ¡debería ser ilegal!

—Genial. Díselo a Evelyne y a tu hermano también —comenzaron a alejarse hacia la salida. Freddie continuaba en silencio—. ¡Que te vaya bien el día!

—Gracias, y... gracias por venir —me despedí con la mano desde el mostrador.

Cuando al fin salieron, me desplomé sobre la silla tras la repisa. ¿Qué diablos está pasando?

KEEP YOURSELF ALIVE #2: Let Me In Your Heart ♕Where stories live. Discover now