Capítulo 1

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Nuevo león, México.

Un último disparo. El blanco donde apuntó, ya estaba todo agujereado, porque ella no le erraba a ninguno. Ningún tiro era erróneo. En tan solo unas semanas le habían enseñado un montón de cosas y lo más impresionante era que las aprendía más rápido que los demás. Sin equivocarse. Era muy buena y eso a Ricardo le fascinaba. Era perfecta para cada plan que tenía en mente porque sabía que serían todos un éxito si ella estaba involucrada en estos. Era una de las pocas mujeres que había en estos asuntos y eso hacía que todos los hombres que estaban en ese lugar, se excitaran con facilidad. ¿Quién de todos los que trabajaban con Ricardo no la quisieron llevar a la cama? Ninguno. Todos intentaban ganársela pero nadie lo lograba. Ella tenía solo a un hombre en su cabeza. Uno que significo muchas cosas y que nunca olvidaría.

Cargó el arma y volvió a apuntar. Se escuchó el ruido del disparo. Y otro más. Así se descargaba a veces, practicaba puntería pero solo para entretenerse y dejar de extrañar. Ahora estaba en una academia en las afuera de México, en un descampado donde los entrenaban. Le enseñaban a pegar, defenderse y matar. Siempre pensaba en que solo quería volver el tiempo atrás. Volver un año atrás y revivir todos los momentos lindos que había pasado con él. Hace un año todo era completamente diferente. Ella era diferente.

Sacudió su cabeza para alejar los pensamientos y agarro un pequeño cuchillo que estaba en su cinturón. Apuntó al blanco y lo tiro con fuerza. Con bronca.

-Wow.- escuchó una voz masculina por detrás. Lo ignoró.- Recuérdame nunca hacerte enojar.- dijo burlón Matías. Matías era uno de los tantos que trabajaban para Ricardo y que no la dejaba en paz. Siempre la buscaba y ella siempre lo ignoraba. Era castaño oscuro y tenía ojos grisáceos, su sonrisa era particular. Una sonrisa matadora. Su cuerpo era trabajado y tenía todo lo que una mujer buscaba en un hombre, pero a Celia no le interesaba. Sintió como Matías ponía sus manos en su cintura apegándola a su cuerpo y ella inmediatamente agarro una de estas y la dobló para que sacara sus manos de encima suyo.- ¡Esta bien, está bien!- gritó él para que lo soltara. Ella sonrió orgullosa de sí misma y lo soltó.

-¿Viniste solo para molestar?- le preguntó después de unos segundos. Él la miro y sonrió coqueto.

-Oh nena, deberías estar disfrutando de mi compañía.- dijo agrandándose.- solo que te haces la difícil.

-Eres un estu.pido.- le reclamó ella y rodó los ojos. Se dirigió hasta una mesa que había y dejo sus armas allí. El observo su cu.lo. Redondo y deseable. Dios mío ¡Que buena estaba! Lástima que se hacía rogar. Pero estaba seguro de que algún día la tendría en su cama, disfrutando al igual que el.

-Tú sabes muy bien lo que yo podría hacerte gritar en la cama.- le dijo Matías con voz de galán y se acercó lentamente a ella.

-Aléjate.- le ordenó antes de que el pudiera tocarla de nuevo sin siquiera haberlo mirado, parecía que tenía ojos en la espalda. Matías sonrió. Eso era lo que le gustaba de ella. Lo terca que era lo volvía loco.

-Ricardo me dijo que te llamara.- le dijo el cuándo pasaron algunos minutos. Celia cargó su arma y se la guardó en el interior de su chaqueta. Se giró sobre sus talones y salió de ese lugar, dejando solo a Matías. Caminó por todo el campo que estaba a medio iluminar por lo tanto estaba el camino oscuro. Y ahí estaba la cabaña donde se encontraba Ricardo. Se adentró sin antes golpear, una mal.dita costumbre que tenía. Ricardo levantó la vista al escuchar la puerta abrirse sin previo aviso, preparado para regañar al que lo hubiera hecho pero sonrió cuando vio que se trataba de ella.

-Celia.- pronunció él mirándola de pies a cabeza.

-¿Me estabas buscando?- pregunto sin siquiera mirarlo.

-Sí, Empaca tus cosas. Volvemos a Miami.

...

Miami, Florida.

-¿Qué es lo que te pasa, guapo?- le preguntó la mesera que atendía el bar. Una morocha de ojos negros cautivadores y con una delantera exquisita para cualquier hombre. El levanto la vista y la miro. Dio un trago. El ultimo que quedaba en el vaso, sin dejar de mirarla. Sintió como el líquido recorría su garganta y quemaba.

-Nada.- respondió con el semblante serio.

-Oh vamos, es el octavo trago que te tomas y es una bebida muy fuerte. ¿Problemas de amor?- le pregunto. Y sí. Era eso exactamente. Hace un año que venía de mal en peor. Ahora estaba más impulsivo que antes, todo lo que le decían le molestaba, estaba siempre malhumorado, un montón de veces tuvo oportunidades de fo.llar a alguna que otra pu.ta de esas que se le tiraban desesperadas, pero siempre las rechazaba y se la pasaba fumando y tomando para "ahogar sus penas", más que nada para ahogar ese sentimiento en el corazón que tanto le dolía. Ahogar esos recuerdos que tanto mal le hacían. Y él que pensó que estaba cambiando para bien... es que lo estaba haciendo pero cuando ella se fue todo se volvió peor que antes. Porque antes no había amado. Antes no sabía ni siquiera que era querer tanto a alguien. Pero una vez que te enamoras y todo termina, cometes más estupideces que las que cometías antes porque el dolor es más profundo. Y si, había llorado por ella. Había llorado porque ella se había ido y lo había dejado. Había llorado hasta quedarse dormido, pensando en las peores cosas, pensando en que se encontraba mal, queriendo defenderla, extrañándola. Necesitaba sentir su piel, sus caricias, mirar su ojos y perderse en ellos como solía hacerlo.- Aquí vienen muchos como tú. Solo toman y toman para olvidar a esa chica que los hizo sufrir, ¿me equivoco?- volvió a hablar la mesera que lo miraba con una leve sonrisa en los labios y mirándolo como si tuviera razón.

-Si.- dijo, un escalofrió recorrió la espina dorsal de la chica cuando el levantó la vista y la miró con el semblante duro y su mandíbula apretada.- Yo no tomo por ella...- mintió. Mintió más para sí mismo, mintió para creerse que era así y que ya no le importaba pero era todo lo contrario. Sonrió levemente pero su mirada demostraba rencor. Una mirada que congelaba de miedo a cualquiera cuando descubrían todo el odio que debía tener dentro.-...Porque ella ya no existe para mi.- dijo esto último con frialdad. Se levantó de la silla, agarro su chaqueta negra y salió del bar después de dejarle la plata a la morocha quien lo vio salir por la puerta. Y la chica se preguntó... Qué le habría pasado y cuánto había amado a esa mujer como para llegar a tener tanto rencor.

Without control 2Where stories live. Discover now