Capítulo 49

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Subió el cierre de su chaqueta negra. Respiro hondo y largó el aire que estaba conteniendo en sus pulmones. Ya era sábado y estaban a menos de una hora para ir al callejón donde se organizarían. Rebuscó entre sus cosas y miró con melancolía lo que tenía entre sus manos. Lo sostuvo y salió del baño personal de la habitación. Allí estaba Justin de espaldas a ella, cargando su arma. Lo observó guardar un pequeño cuchillo en el bolsillo de la chaqueta que estaba usando. También escondió su arma en un cinturón amarrado a su cintura y por último una pequeña bomba. Carraspeó su garganta, llamando su atención.

Él giro la cabeza y la vio por sobre su hombro. Observó su cuerpo, sus piernas enfundadas en esas calzas negras. Terminó por ver su rostro. Su expresión demostraba nerviosismo.

-Ven aquí.- La llamó y giró sobre sus talones. Ella se acercó lentamente y cuando ya estuvo cerca de él, lo besó. Chocó sus labios contra los carnosos de él. Era solo un toque de labios. Un roce de labios. Sintió las manos de Justin posarse en su cintura por lo que ella subió las suyas hasta su nuca y despeinó las hebras de su cabello. Su lengua se adentró en busca de la de Justin. Solo se escuchaba el ruido de sus bocas en la habitación. El beso se profundizó. Siguieron besándose... como si fuera el último beso. Como si el mundo se acabara esa noche. Y ella sintió un vuelco en su corazón al pensar aquello. Se separaron con lentitud. Con un gran esfuerzo.

Justin buscó sus ojos con la mirada pero Celia tenía la cabeza gacha así que no lo logró. Agarró su barbilla y levantó esta para que lo mirara. Sus bonitos ojos verdes que ahora estaban cristalizados lo envolvieron haciéndolo sentir la necesidad de mandar todo al cara.jo y quedarse acurrucado con ella en la cama para protegerla por siempre.

-Quiero darte algo.- Susurró casi inaudible. Justin observó que ella metía la mano en el bolsillo de su chaqueta y luego la sacaba con algo escondido en su puño. Estiró su mano dejando ver que era lo que estaba en esta. Su cadena de oro. La que ella se había quedado antes de que se marchara. Con la que el descubrió que era la misteriosa mujer que trabajaba para Ricardo. Esa era su cadena de la suerte. Subió la mirada para verla a ella quien estaba con una expresión triste.- Tómala.- Justin negó con la cabeza.

-No... quédatela tú...

-Es tuya.- Insistió.

-Pero quiero que la uses tú.- Dijo con sinceridad, cerrando la mano de Celia en un puño otra vez. Quería que ella la conservara.

-Por favor.- Rogó.- Era tu cadena de la suerte y me sentiré más tranquila si tú la llevas...- Confesó. Justin la miró con ternura.

-Entonces si así estas más tranquila, me la pondré.- Asintió mientras agarraba la cadena entre sus manos y contemplaba esta.- No estés preocupada...- Habló después de unos segundos. Dejó de ver la cadena para mirarla a ella.- No me harán daño si eso es lo que te tiene intranquila.- Dijo con una seguridad que no creía tener.- No dejaré que nos separen otra vez, gatita...

Levantó la mirada y observó sus ojos color miel que solo estaban iluminados por la luz de la luna. Estaban unos tonos más claros, estaba hermosos. Contempló su perfecto rostro desde su boca hasta los lunares que tenía. Su cara siempre estaría en su recuerdo. Él siempre se quedaría en su recuerdo.

-¿Lo prometes?- Preguntó en un hilo de voz. Él cerró sus ojos con fuerza al escucharla. ¿Lo prometía...? Una promesa era algo muy fuerte. Una promesa era esperanzas. Una promesa que no sabía si cumpliría pero igualmente haría hasta lo imposible para hacerlo. Para poder cumplir. 

-Si....- terminó por contestar. Su voz sonó segura pero interiormente lo carcomían las dudas, los miedos, las preocupaciones que ocultaba para que ella no las notara.

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