Perdida

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P.O.V Regina

Pero, ¿qué me había podido pasar por la cabeza? Es verdad que desde hacía un tiempo mi relación con Emma había mejorado un poco, incluso mucho, pero de ahí a decirle que era bonita...

Yo no podía sentir nada por ella, no podía ser posible, yo amaba a Daniel, él era mi Amor Verdadero, no podía sentir de nuevo algo parecido...

Estaba completamente perdida, ella era un soplo de aire fresco en mi vida, solo podía ser la novedad, era la novedad lo que me hacía experimentar esas sensaciones de nuevo...Solo puede ser eso...

Entré en mi guarida bajo el mausoleo familiar, necesitaba ver a Daniel, de nuevo...Necesitaba verlo para borrar el rostro de Emma de mi mente...

Al abrir la puerta tras la cual se encuentra el féretro de Daniel, me dirigí hasta el centro de la sala dejándome caer de rodillas al lado del ataúd de cristal, sorprendida una vez más de hasta qué punto no parecía muerto, solo dormido, como si pudiera despertarse en cualquier momento...

«Lo siento tanto Daniel...tanto...Sin mí habrías podido vivir...Si no me hubieras conocido, no estarías muerto...» decía entre lágrimas, apoyando mi cabeza con el frío del cristal, era de locos la cantidad de lágrimas que había derramado estos últimos días...Me gustaría que Emma estuviese aquí...Tan disparatado como pueda parecer, estos últimos días me he sentido revivir...Pero no tengo derecho...No tengo derecho de revivir si Daniel sigue muerto...Ya no tengo el derecho de sentir nada en mi pecho, mi corazón murió en el mismo momento en que mi madre aplastó el de Daniel y así permanecerá...

«¿Gina?» susurró una voz que no tuve problema en reconocer, mientras que una mano se posaba en mi hombro, haciéndome elevar al cabeza. Vi la sorpresa dibujarse en sus rasgos un instante antes de que se arrodillase a mi lado y abriese sus brazos para que me hundiera en ellos, lo que hice, casi aliviada de poder reencontrar esa sensación de bienestar que me envolvía cada vez que me encontraba en sus brazos, la misma sensación que encontraba antes en los de Daniel, pero mucho más fuerte, más poderosa...

«Emma» logré articular reposando mi cabeza en el cuello de la rubia.

«Estoy aquí, no te muevas, me quedo aquí» me respondió ella de nuevo, mientras que sus dedos trazaban círculos en mi espalda, calmándome poco a poco.

«¿Cómo me has encontrado?» pregunté finalmente sin pensar en moverme de donde me encontraba, no quería mirarla a los ojos, no sabía siquiera si sería capaz...

«Henry me ha ayudado» me confesó después de unos segundos de silencio, de tensión, esperando con seguridad que yo empezara a gritarle por haber mezclado a nuestro hijo en esto, pero no tenía fuerzas, estaba cansada...Hastiada de todo...

«¿Le has dicho lo del diario, verdad...?» dije separándome suavemente de ella, encontrándome con su mirada verdeazulada que me miraba con inquietud.

«Quizás...» dejó escapar mordiéndose el labio a la espera por lo visto de que yo soltase mi veneno, pero lo dejaría para más tarde si Henry empezara a detestarme.

«¿Y qué ha dicho?» pregunté, la sorpresa de nuevo dibujándose en su rostro, ¿de verdad pasaba yo mi tiempo gritándole para que ella se tensara de esa manera?

«Me ha dicho que te diga que te quiere de todas maneras, aunque hubieras sido la reina malvada»

«Me mientes para complacerme, ¿verdad?» dije sabiendo perfectamente que Henry hacía tiempo que no sentía amor por mí...

«En absoluto, de verdad ha dicho eso, ¡te lo juro!» exclamó ella precipitadamente levantando su mano derecha como en un tribunal, cosa que me hizo sonreír ligeramente.

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