Maldición rota

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«¿Gina? ¿Qué ha pasado?»

«La...la maldición, creo que ha sido destruida...»

«Pero...¿cómo?»

«Solo hay una cosa lo bastante poderosa para destruirla...Un beso de Amor Verdadero»

«Entonces, ¿eso quiere decir que...tú y yo?»

«Yo...así lo creo. Creo que ha sido de nosotras que ha salido esa...cosa»

«Sí» susurré acercándome de nuevo a Regina y la tomé en mis brazos viéndola temblar, y sabía muy bien por qué, temía por su vida, por la de Henry y quizás por la mía «lo que te he dicho, aún lo pienso y ahora mucho más, está fuera de cuestionamiento que deje que alguien se meta con mi Amor Verdadero, si alguien quiere tocarte aunque sea un pelo de tu cabeza, deberá pasar por encima de mi cadáver»

«No voy a dejar que te pongas en peligro para que puedas protegerme, ni hablar»

«¿Gina, crees que te voy a dejar elección? Eres mi Amor Verdadero, mi alma gemela, tú lo has dicho, si no, la maldición no se hubiera roto, y te quiero, te amo» susurré tomando su rostro entre mis manos para poder besarla, pero no tuve tiempo porque mi teléfono sonó en mi bolsillo. Me di prisa en sacarlo, y miré de quién era la llamada.

«¿Quién es?» preguntó con temor Regina

«Es Ruby» le respondí mientras apretaba la tecla verde de mi teléfono, aceptando la llamada y poniendo el altavoz para que la morena pudiera también escuchar.

«Emma, ¿estás aún con ella?»

«Si hablas de Gina, por supuesto que estoy aún con ella. Y no pienso dejarla tan pronto»

«Ok, voy a pasar por alto que ella sea la Reina Malvada porque me has dicho que la amas, así que eso quiere decir que ella ha cambiado un poco. Y supongo que esta maldición no ha sido rota sino con la intervención del beso de Amor Verdadero, así que solo te voy a aconsejar que la pongas a salvo lo más rápido posible, están todos de camino para matarla»

«Gracias por avisarnos Rub, te lo compensaré y gracias por no condenarla, te prometo que no lo lamentarás»

«De nada y no te preocupes por Henry, se queda conmigo, nadie se le acercará hasta que tú o Regina vengáis a buscarlo»

«Gracias Rub, tengo que irme, en cuanto esté segura de que Regina esté a salvo, voy a buscarlo»

«De nada, bye rubia»

«Bye, Rub» le respondí antes de colgar «¿crees que podrías esconderte en tu cripta?»

«Sí, tengo un cuarto secreto al que solo yo puedo acceder no muy alejada de la sala donde está el féretro de Daniel»

«Ok, entonces vamos ahora» dije agarrando su mano arrastrándola detrás de mí por el pasillo de entrada, solo soltándola para ponerme los zapatos y mi chaqueta mientras que ella hacia lo mismo a mi lado.

Volviendo a coger su mano, abrí la puerta, echando un ojo, nadie a la vista todavía, pero en menos de media hora no sería lo mismo, los puntos luminosos a lo lejos no engañaban a nadie.

Lámparas o quizás antorchas, ¿era eso lo que ellos le reservaban? ¿Querrían quemarla? ¿Cómo a una vulgar bruja?

«Sígueme» susurré «vamos a ir a pie, el coche haría mucho ruido y no quiero arriesgarme»

«¿Estás segura de que tendremos tiempo para escapar? Deberías dejarme, no querría que te cogiesen a ti»

«Ya hemos tenido esta conversación, no te dejaré, y no se hable más. Así que ahora date prisa en seguirme, porque si hace falta, cargaré contigo, me esposaré a ti, pero ni hablar de que te deje. Vamos a correr, como en el parque, ¿te acuerdas?» le pregunté mientras que asentía con una ligera sonrisa en el rostro.

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