Desayuno en la cama

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El despertar del día siguiente se hizo en la calma más absoluta, ese tipo de despertar que sueño vivir todos los días. Regina dormía aún, su cabeza en el hueco de mi cuello, su respiración lenta y regular, una expresión feliz y tranquila en su rostro, ¡Dios, cómo amaba a esta mujer!

Habiendo decidido que un desayuno en el cama no estaría mal, salí lo mejor que pude de debajo de las sábanas sin despertar a la bella durmiente de mi lado. Cogí la camisa de ayer que encontré en suelo al lado de mis zapatos, y no pude evitar que un flash de la noche anterior se insinuara en mi mente, Regina quitándome la camisa, Regina sembrándome el vientre de ligeros besos, Regina que me encendía como nunca nadie lo había hecho antes, Regina que, sencillamente, me amaba.

Moviendo la cabeza para volver al presente, entré en la cocina buscando con qué llenar un bandeja de desayuno. Encontré el paquete de café que Ruby había deslizado en mi bolsa ayer, y me dirigí a una cafetera de último modelo instalada en una esquina de la pequeña cocina.

Mientras el café se hacía, fui a la nevera, al otro lado de la cocina, y miré qué había dentro. Los restos de la cena, que no iban a ayudar mucho, una botella de leche, huevos, mantequilla, bien, con un poco de suerte encontraré harina por algún lado. No me acordaba de lo que Ruby había podido meter en la bolsa que había traído ayer por la mañana, así imposible acordarme si había harina o no.

Abriendo todos los armarios, acabé por encontrar la harina. Poniéndome manos a la obra, comencé la preparación de tortitas, lo único que me salía más o menos bien de plato dulce.

Al entrar en la habitación hundida en la penumbra, dejé la bandeja a la entrada antes de dirigirme a la cama en la que aún dormía Regina. Me deslicé bajo las sábanas y la estreché de nuevo contra mí respirando su perfume de manzana al que me había enganchado.

Dejando un beso en sus labios, la escuché suspirar antes de que hundiera su cabeza en mi cuello, farfullando algo que no comprendí.

«Arriba, mi pequeña marmota»

«Sueño...»

«Lo sé, mi amor, pero he preparado el desayuno, debes probar mis tortitas. Es una de las pocas cosas que puedo cocinar sin riesgo de intoxicación alimenticia»

«Así que, es necesario que me levante, ¿es eso?»

«No forzosamente, solo que te despiertes, el desayuno hoy será en la cama»

«Interesante, déjame buscar mi camisa»

«¿Por qué? Estás muy bien así» le respondí haciéndola enrojecerse

«¡No empieces!»

«¿Empezar qué?» pregunté inocentemente

Sin responder a la pregunta, Regina salió de la cama, desnuda como vino al mundo, dejando vía libre a mi imaginación, era sublime, no se daba cuenta de hasta qué punto.

«Hm, hm...»

Al salir de mis pensamientos, encontré los ojos marrones de mi morena, que se había puesto una camisa y unas braguitas mientras yo estaba perdida en mi imaginación.

«¿Decías?»

«Nada, pero quería sacarte de tus pensamientos»

«Lo siento» sonreí, aunque no lo sentía, y agarré su mano para tumbarla a mi lado

«Vamos a hacer como si creyera en tus excusas, pero solo porque tengo hambre»

«Voy a buscar la bandeja» respondí levantándome después de haber besado su mejilla. Cogí rápidamente la bandeja y me uní a la morena en la cama, colocándome confortablemente a su lado «e voilà la obra»

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