Misión difícil (sukes)

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—Vamos, Yuu-chan~

—¡N-no!

—Te gustará, estoy seguro de ello—, murmuró persiguiendo al azabache.

—Y-ya deja eso.

—Y a mí—, respondió ignorándolo.

—¡Ca-cállate d-de una vez!—, exasperó ofuscado, y hostigado de las súplicas que su novio daba para caminar ese escalón en su relación de dos años.

—Yuu-chan.

Mikaela hizo un puhero, algo decepcionado porque Yuu le gritase.

—Lo siento—, musitó con arrepentimiento, contrayendo sus hombros y bajando levemente la cabeza.

—Está bien—, suspiró—, pero puede ser como tú quieras—, le guiñó el ojo.

Yuu se sonrojó.

—¡N-no estoy preparado todavía!

Y la discusión siguió.

~

Mikaela no tenía noción de lo que pasaba en la película. Con toques sutiles, y besos robados intentaba inducir en Yuu una calentura hormonal.

Sin embargo, el azabache estaba excitado, y no precisamente por los intentos en vano de Mika por seducirlo, sino por aquella película de acción llegada al nudo de la historia. Mika no le dejaba disfrutar como a él le gustaría; pero tampoco es como si le molestara.

—Yuu-chan, hasme caso.

El azabache rodó los ojos, y le dio un casto beso en los labios, siguiendo con su vista posada en el televisor.

Mikaela cansado solo se dispuso a recostar su cabeza en el hombro de Yuu jugando con la mano de su contrario.

~

Yuu lavaba los trastes, cansado y de mal humor. Odiaba hacerlo, pero después de todo ya estaba en la universidad, vivía con Mika y se turnaban las tareas y gastos. Aunque Mika solía hacer todos los quehaceres de su hogar.

El rubio intentaba no reír. Adoraba ver a su chico con el ceño fruncio. Se veía adorable. Le mintió diciéndole que llegaría tarde y que si podía hacerle el favor de lavar lo que usaron una vez que terminaron de comer.

Pero Mika tenía un plan A y un plan B que en realidad era lo mismo.

Quizá si su plan A funcionaba a la perfección, no necesitaba de más, pero en caso de que Yuu no quisiera bajar su bragueta, usaría la otra alternativa.

La ventaja es que había muchos trastes, y Yuu era un lento. Mikaela no había lavado en tres días, y había cocinado todos ellos solo para dejar trastes.

Cuando iba por la mitad, el rubio hizo que entró a la casa, y se acercó a su azabache. Puso sus manos en los hombros de este, y besó detrás de la oreja de Yuu.

—Gracias, Yuu-chan—, murmuró de forma dulce.

—No hay de qué—, respondió bajando su mal humor, estaba consciente de que Mika hacía todo.

—¿Quieres que siga yo?

—No, está bien. Yo lo haré.

Perfecto.

El rubio comenzó un camino de sutiles besos de su oreja al cuello de este, y bajó sus manos, una a los redondos y apachurrables glúteos de su chico, y otra a su abdómen por debajo de la ropa.

El azabache soltó un suspiro, y sintió su rostro arder.

Aunque no quería hacerlo, o tal vez sí. Pero temía de lo que se sintiera.

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