Bebé

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El rubio no estaba ebrio, no obstante, al día siguiente iba a la universidad, y no deseaba llegar tarde. Le gustaba ser de los mejores en su clase, y es por ello que besó a su novio azabache, diciéndole que se retiraría. Le dijo que podía acompañarlo a su casa, pero Yuu quería quedarse un rato más en aquella fiesta de sus amigos.

Mikaela era amigo también de los compañeros de Yuu, así como él lo era de los suyos, por lo tanto no tenían muchos problemas a la hora de salir con sus amigos, y en la mayoría de las ocasiones iban juntos.

Mikaela iba caminando, cuando vio a una mujer dejando en una canasta algo. Mika curioso se acercó, y cuando la mujer se percató de ello, comenzó a correr, extrañando a Mikaela.

Era de noche. Hacía frío. Era una calle poco transitado.

¿Entonces qué hacía aquel bebé allí? ¿Por qué su madre lo había dejado solo?

Mikaela vio a todos lados, pero al no encontrar a alguna persona, tomó al bebé, con cabellos azabaches, y lo llevó a su casa.

Sus mejillas estaban sonrojadas, y sus manitas heladas, eso le rompió el corazón a Mikaela, ¿cómo era posible que su propia madre lo hubiese dejado a su suerte?

~

Yuu estaba tan borracho, que se tambaleaba al caminar.

Todos sus amigos estaban en las mismas condiciones, y por ello el azabache tendría qué apañárselas para llegar a su casa.

Iba por las calles oscuras de la ciudad, riendo, a veces cantando, o diciendo secretos. Secretos como que le encantaba tocar el cabello rubio y suave de su chico, o que las mejillas de este, cuando estaba rojas, lo hacían ver bastante adorable.

Yuu iba riendo pensando en Mika, y sin darse cuenta, llegó a la casa de este.

Intentó abrir la puerta con las llaves de su propia casa, pero por obvias razones, no pudo.

El rubio aún no se dormía, se había dispuesto a darle algo de leche al bebé que encontró, por eso había dejado al pequeño en la canaste y en el suelo por cualquier cosa, y fue corriendo a una tienda abierta las veinticuatro horas al día donde compró un par de paquetes de leche en polvo para la primera etapa de un bebé, un par de biberones y pañales, y regresó a su casa.

Por eso, cuando escuchó su puerta ser forsejeada, corrió a asomarse, pero antes de poder tomar medidas drásticas escuchó la voz de su chico reír y maldecir.

Rió suavemente, abriendo la puerta.

—¡Mika! —exclamó el azabache lanzándose a abrazarlo, el rubio volvió a reir, atrapando a Yuu para que no se callera —. ¿Qué haces aquí?

—Aquí vivo, bobito.

—Uhh... Que lindos ojos tienes —hipó —. Y tu piel es muy suave —le regaló una sonrisa, causando un sonrojo en el rubio casi imperceptible —. Te quiero, Mikaela mío de mí.

Decidió separarse de su novio, y tambaleante fue al cuarto de este donde reposaba el bebé.

—¡Mika! —gritó horrorizado, el rubio que había ido a cerrar la puerta, corrió asustado de que su novio despertase al bebé.

Lo encontró dormido, por suerte, y a Yuu al punto del llanto.

—¿Me embarazaste, no es así? ¿Y después me ocultaste que tuvimos un hijo?

Yuu negó con la cabeza desepcionado, comenzando a llorar. Mientras, el rubio mordía sus labios con fuerza para no reir.

—Eres una horrible persona —sollozó el azabache.

Nuestra historia de dosWhere stories live. Discover now