Bésame sin remordimiento

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Desde hace ya tanto tiempo que Yuu se sentía extraño.

Veía a su mejor amigo, y no podía evitar sonreír.

Lo admiraba, y pensaba en todas sus cualidades.

Sus bonitos ojos azules, su sonrisa encantadora, ese hermoso cabello dorado; sus suaves manos, su respingada nariz; sus delgados, sensuales y seductores labios...

Odiaba imaginarse sus labios chocando con los de Mikaela, era extraño. Solo eran amigos, y hombres. Por ello odiaba a su mente que le jugaba bromas pesadas de esa manera.

En aquel momento, Mika estaba triste, y Yuu escuchaba sus problemitas. Sabía que no podría ayudarlo, pero sí apoyarlo.

No sabía dar consejos, aunque sabía que Mika no los deseaba. Simplemente quería ser escuchado, desahogarse.

Hubo un momento de silencio y reflexión. El ojiazul miraba el suelo, y Yuu como de costumbre admiraba a su amigo.

Se recargó en el hombro del mayor, dejando salir un suspiro que demostraba su comodidad, esa comodidad de estar cerca de las personas que quieres.

Mika por su parte, pasó uno de sus brazos por el cuerpo de su contrario, acariciando su rebelde cabello negro.

-Gracias, Yuu-chan.

-Yo no he hecho nada, idiota.

Él negó con la cabeza, en su rostro se dibujaba una genuina sonrisa, y miró fijamente a su Yuu-chan.

-Con el simple hecho de existir, y ser mi mejor amigo, haces tanto.

Yuu se sonrojó, pero dejó sus verdes fanales fijos en los celestes de su amigo.

Por un momento, el tiempo se detuvo, y el mundo dejó de existir.

Allí estaban ambos, mirándose, diciéndose miles de cosas sin la necesidad de palabras.

Yuu se acercó al más alto, por impulso, por instinto, por ganas irremediables de tocarlo...

Sin embargo, al ver el rostro desconcertado de Mikaela, se detuvo de golpe, y sonrojado hasta las orejas, se alejó, cayendo al suelo por la brusquedad.

-¡L-lo siento! ¡No fue mi intención! -murmuró asustado, parándose sin inmutarse por sus pequeños golpes en su delgado cuerpo.

El silencio reinó. Se había tornado tenso y pesado.

-M-Mika... Yo... Me iré a casa...

Allí estaban ambos, sin atreverse ahora a fijar su vista en ellos mismos. Solo miraban el suelo, totalmente avergonzados.

-Espera... Yuu-chan, yo...

Y si Yuu hubiese sabido que Mika estaba en la misma situación que él, no se hubiese detenido minutos atrás...

Porque el rubio anhelaba profanar la suavidad e inocencia de aquellos carnosos labios.

Y por eso jaló el brazo de Yuu, besándolo.

Este se sorprendió en demasía, y al transcurrir un par de largos segundos, correspondió, pasando sus brazos alrededor del cuello del rubio.

No supieron cuánto tiempo pasó, pero escucharon un coche llegar, así que se separaron de golpe.

-N-nos vemos mañana... -Susurró comenzando a correr hacia la salida, sin despedirse siquiera del rubio o darle tiempo de decirle algo.

Salió de la casa, allí estaba la madre de su mejor amigo, la saludó rápidamente y se dirigió a su casa.

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