Familia

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Michirou rebuscaba en el sótano de su casa algunas fotografías para su escuela. Su papá adoptivo, también llamado como mamá por él mismo tenía hecho un desastre.

Como ese día le tocaba quedarse con el azabache, debía de buscar las fotografías allí.

En esos momentos desearía estar en la casa de Mikaela para encontrar con mayor facilidad su objetivo.

Su tarea consistía en crear un collage de su familia...

Su familia pequeña y rota, que consistía en dos padres divorciados.

Apenas era un bebé cuando lo adoptaron, y hace un par de años que se habían separado.

Actualmente Michirou tenía catorce años. En la escuela aquella materia que odiaba tanto, orientación educativa, le pidieron aquella tarea que le hacía sentirse mal.

Amaba a Mika y a Yuu por igual, pero les amaría más si estuviesen juntos.

Él lo notaba.

Cuando hablaban, simplemente... Allí seguía esa mirada. Se hablaban normal, dirigiéndose como amigos, o al menos con respeto. A veces comían juntos, Michirou amaba aquello. A veces platicaban mientras el azabache recogía sus prendas para ir de una casa a otra. Ello también le encantaba.

Como sea.

Encontró una pequeña caja de zapatos. Arrugada, descolorida.

Con intriga, la tomó, analizándola.  Le dio un vuelco al corazón cuando leyó un “Mika y Yuu”. Sus ojos se humedecieron, pero no lloró.

Al diablo las fotos, se llevó la caja a su habitación, y la abrió.

Encontró en ella una vieja cámara y un par de objetos extraños. Allí había un par de anillos, el documento de divorsio, y también el de matrimonio.

Sonrió nostálgico.

Como sea, tomó la cámara e intentó prenderla. Para su desgracia, esta no tenía pila. Haciendo un puchero, siguió analizando la caja, hasta que encontró el cargador de la cámara.

Feliz, puso esta a que se cargara, pero siguió viendo el contenido de la caja.

Leyó un par de cartas, todas con una caligrafía y ortografía impecables, y por ello, antes de leerlas todas supuso que eran de Mika hacia Yuu.

Se murió de ternura con lo que decían. ¿Por qué se habían divorsiado?

Siguió indagando hasta que terminó de observar todos los objetos, por lo que guardó todo como estaba, y tomó la cámara.

Al prenderla la pila ya estaba llena, sonriendo comenzó a ver las fotografías.

Eran sus dos padres de jóvenes. En muchas se besaban, o simplemente sonreían con genuidad, con sinceridad, con ternura y con amor.

Michirou sonrió.

Después de un rato viendo imágenes, un video apareció en la galería de la memoria.

Tomó sus auriculares antes de cualquier cosa, y le dio a play.

Eh... Holasaludó un cohibido Mikaela de algunos diecinueve años a la cámara—. En este momento estoy a solas conmigo mismosuspiró —. En internet, he visto que circulan videos de hombres hablándoles a sus hijos en el futuro.

Nuestra historia de dosWhere stories live. Discover now