Lolos

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Advertencia: shota.

El vecino de Yūichirō siempre le ayuda a la madre de éste. Le saca la basura y también le ayuda a traerle garrafones de agua.

Es un chico bastante amable y servicial, además de vez en cuando la mujer le da galletitas u otras cosas más.

Cuando tiene un improvisto, ese rubio vecino cuida a su pequeño hijo de siete años.

Ese revoltoso pequeño solo puede ser calmado por su madre, y por Mika...

El rubio tenía diesicéis años de edad, por ello también de vez en cuando ayudaba a su vecinito con las tareas y jugaba con él.

Todos en el vecindario le adoraban.

Ayudaba siempre sin dudar, siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Sin embargo, Yuu notaba los tristes ojos que poseía. Sus gestos eran amables, pero él buscaba una felicidad completa.

Un día, el pequeño azabache tomó la mano del rubio, y le preguntó cómo se encontraba.

Mika siempre lo hacía con todos, pero nadie le preguntaba a él su estado, quizás porque siempre se mostraba alegre.

-Estoy bien, Yuu-chan. ¿Por qué la pregunta?

-A veces me da la impresión de que te sucede algo.

Aquello tomó por sorpresa a Mikaela.

-Estoy bien -repitió acariciando la melena negra del pequeño.

Conforme pasaba el tiempo, Mika seguía igual, pero Yuu sentía cosas raras por el rubio.

Después de dos años, Yuu se dio cuenta de los sentimientos de amor que albergaba en su corazoncito puro por el rubio. Mika también era un ser en demasía bueno.

Cuando el rubio regresaba de la escuela, Yuu se decidió a dejarle en claro sus sentimientos. Debía hacerlo, porque pronto Mika se iría a la universidad, y podría pasar que se mudara.

Esperó fuera de la casa del amor de su vida con sus mejillas sonrojadas.

Cuando al fin divisó la melena rubio de su platónico, su corazón comenzó a latir desenfrenado.

-¡Mika!

-Yuu-chan -sonrió el rubio -. ¿Sucede algo? ¿Tienes problemas en alguna tarea?

El azabache negó con la cabeza, mientras se acercaba al rubio y tomaba sus brazos jalándolos.

Mika se hincó para estar a la estatura del pequeño, y se sorprendió cuando este depositó un casto piquito en sus labios.

-¡T-te quiero! -gritó y salió corriendo.

Mika por su parte tocó sus labios confundido. Yuu era demasiado tierno y no quería romper el frágil corazón del pequeño, pero era demasiado pequeño para él.

Suspiró viendo al niño entrar a su casa, para él ingresar a la suya.

Después de aquel día, Yuu y Mika siguieron como siempre, el azabache le pidió que olvidara aquello, que sabía la respuesta, y Mika optó porque así era mejor.

Sin embargo, Yuu comenzó a esforzarse más en la escuela, iba a la biblioteca a diario e incluso le pidió a Mika sus cuadernos antiguos para pasar de grados, y que el rubio no lo viera solo como un niño.

~

-Oye, Mika...

-¿Si?

-¿Por qué tus papás nunca están en casa?

Nuestra historia de dosWhere stories live. Discover now