treinta y cinco ✨

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Nuestra madre nos ve de manera cautelosa, vigilando cada movimiento que hacemos, se lleva la taza de café con el logo de la mejor mamá para darle sorbos a su bebida caliente, mi mirada choca con la suya e intento demostrar que todo está perfecto haciendo mis tostadas con más entusiasmo. Qué tonto.

Ashton me ve de reojo mientras frunce el ceño, pero inmediato relaja el semblante al escuchar a nuestra madre aclararse la garganta. Oh, no, ya nos descubrió.

— ¿Es necesario que los ponga en una habitación a los dos y que no salgan de ahí hasta que soluciones lo suyo? — pregunta, mi hermano niega lentamente, sin apartar la mirada de su cereal. Es algo incómodo estar con él a mi lado en el taburete con la mirada de nuestra progenitora en nosotros.

—No tenemos nada que solucionar, madre. — habla él. Pongo los ojos en blanco, pero me arrepiento pues me ha visto mamá hacerlo.

— ¿Entonces por qué Darling te voltea los ojos cuando hablas?

—Ah, eso no lo sé, tal vez sea un tic que no nos ha mencionado, sabes que a ella le gusta guardar secretos. — suelta con voz monótona, abro la boca sintiéndome indignada, intento no soltar nada, pero la mirada que me da él es desafiante, me está retando.

— ¡Ugh, eres nefasto! — exclamo frustrada. Mamá nos ve con una ceja alzada, deja su taza en la mesa del taburete y se cruza de brazos.

—Es increíble, están actuando como críos de cinco años, debería de darles vergüenza, se supone que ya están grandes, a pocos años de hacer sus vidas, me decepcionan, más tú, Ashton. — mi hermano alza la mirada totalmente sorprendido, comienza a negar, intenta defenderse, pero lo único que le sale es un gruñido de exasperación.

— ¡Es por su culpa! — dice al fin.

— ¡Oye! — me quejo, ahora con el ceño tan fruncido que incomoda.

—No quiero escuchar sus niñerías, me tengo que ir al trabajo. — ella se levanta, se sacude su traje, toma su cartera pasándosela por su brazo y niega desaprobatoriamente antes de salir de la cocina.

Quiero decir algo para romper la tensión que hay entre mi hermano y yo, parece que él lo nota también, pues se encoje en el asiento, separándose más de mí. En serio odio estar así de peleada con él, no quiero tener que estar así siempre.

—Ashton...

—Se me hace tarde. — me interrumpe mientras se levanta de su asiento, le observo depositar su tazón en el fregadero para luego salir de la habitación, dejándome sola y dolida.

¿En serio todo esto solamente porque estoy con un chico?

No es solamente un chico, estamos hablando de Luke Hemmings. Me reprendo en voz baja y me obligo a darle una mordida a mi tostada.

—💔💔💔—

Mi risa resuena por todo el lugar, me digo que tengo que callarme si no quiero tener problemas, pero ver a Luke con la mejilla llena de helado se me hace tan chistoso, más cuando fui yo quien lo hizo. El rubio me da una mirada severa. Le miro tomar una servilleta de la mesa y limpiarse con ella. Por un momento me quedo embobada.

—No lo vuelvas a hacer, Darling. — pide, pongo los ojos en blanco de manera dramática, restándole importancia. — El helado no se desperdicia.

—Más cuando lo pagaste tú. — intento bromear, pero mis palabras no le causan gracia en absoluto.

—El dinero no me importa, Darling. — me regaña con esa voz tan automática que le sale cada vez se enoja conmigo, pero que a los minutos desaparece, pues suelta una sonrisa o cambia de tema.

—Era una broma, tranquilo. — pongo los ojos en blanco y decido concentrarme en la taza de helado entre mis manos. El frío del aire acondicionado del local me roza haciendo erizar mi piel descubierta de los hombros, pero trato de aparentar que no me afecta. Evito la mirada de Luke, este ha dejado su taza en la meza metálica y circular para verme, mejor dicho, para examinarme, evaluarme o estudiarme, cualquiera de las tres está acertada.

—Sos increíble. — musita serio, de reojo le veo coger una servilleta para terminar de limpiarse y no dejar ningún rastro de melosidad en su mejilla.

—Vale, lo siento, sé que a veces soy un poco infantil, pero... umh, no me hagas admitir mi error. — hago un pequeño puchero después de soltar mi queja. Dejo la taza en la mesa y me obligo a ver a Luke a los ojos.

Él sonríe, pero no me ve, tiene su mirada en la servilleta ya arrugada, suelto un gruñido, estoy a punto de disculparme otra vez, pero su risa baja me lo impide, frunzo el ceño, pero no hago nada más porque Luke, con movimientos sigilosos, logra embarrarme la frente de su helado de menta. Muy bien jugado.

—No podría enojarme contigo aunque quisiera. — suelta entre risitas, desencajo mi mandíbula en señal de indignación fingida y le veo a los ojos.

—Eres muy chistosito, me hiciste sentir como una tonta por un momento. — pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.

—Oh vamos, tú comenzaste.

—Lo sé.

Luke chasquea la lengua, le observo en silencio cómo se levanta de su asiento, por un instante pienso que se irá y me dejará sola, pero aquello no sucede porque lo que hace es que agarra su silla para arrastrarla hasta mi lado, algunas de las personas que se encuentran a nuestro alrededor nos ven curiosos, haciendo que yo me ponga nerviosa.

— ¿Qué pasa? — le pregunto, pero no recibo respuesta alguna de su parte.

No digo nada más, me concentro en el pequeño vasito del helado, escucho su risa al lado mío, me pongo tensa cuando percibo su brazo alrededor de mis hombros, mi piel se eriza, y no por el frío del aire acondicionado.

—Me gusta estar a tu lado, Darling, eso es lo que pasa. 

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glue | lrhWhere stories live. Discover now