Capítulo 26

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El almuerzo con Slade fue magnífico. Me pidió disculpas y me dijo que se había comportado como un tonto, ya que él no tenía nada que reclamar y que era mi vida. Al llegar a la oficina el Señor Bieber no había ido a almorzar, así que le pregunté caso le traía almuerzo a lo cual se negó. Él estaba enfadado conmigo. Traía una cara de dos metros, miraba mal a todo el personal y para colmo trataba mal a todos, incluyéndome, así que preferí no hablarle o sólo decirle lo justo y necesario.

Cuando ya era el horario de salida, tomé mis cosas y fui hacia el ascensor. La puerta se estaba cerrando, pero una persona alcanzó a entrar en él lo cual provocó que me exaltara. Miré para arriba y vi los ojos del Señor Bieber mirándome así que me corrí hacia atrás y quité mi mirada de él.

Al llegar al primer piso, bajé primero y caminé lo más rápido posible para conseguir un taxi hacia su casa pero cuando iba a mitad de camino él me agarró del brazo y me atrajo hacia él.

—Yo te llevo.—Dijo con tono autoritario.

—No va a ser necesario. Tomaré taxi.—Dije segura.

—Eso no va a ser necesario.—Dijo cuando llegamos a la calle. Su auto ya estaba en la entrada, así que me abrió la puerta para que pasara. Al ver que me soltaba yo corrí hacia el otro lado de la calle y hice parar un taxi. Él me miraba rojo de la furia. Estaba segura de que no me querría hablar por lo menos en dos días, pero al fin de cuentas eso era lo que yo quería; que él me dejara de molestar.

Llegué a su casa y él no había llegado así que aproveché para cenar. Jenn me preparó un sándwich de lechuga y jamón, con una jugo de naranja exprimida por ella.

Le agradecí cuando me lo trajo y me senté en el mostrador de la cocina. Ella se había dado cuenta de que el jugo de naranja era mi favorito, porque siempre tomaba sólo eso.

De pronto pasó un hombre alto con un traje negro hablando por teléfono. Seguramente él era Kenny. Parecía cabreado.

Volvió a pasar con el teléfono en la mano, parecía como si buscara a alguien. De pronto escuché un grito del Señor Bieber del otro lado de la línea.

Volvió a pasar por tercera vez hacia las recámaras. Cuando se devolvió le hablé.

—Mmh..—Hice sonar mi garganta. Él paró en seco.

—Oh. Aquí está, Señor Bieber. Está en casa.—Le dijo a Justin por teléfono.

—Dile que te deje en paz.

—Señori--

—Que te deje en paz a ti y de paso a mí. Dile que no soy ninguna niña de dos años para no saber cuidarme sola.

—Yo..

"¡KENNY! TE ESTOY HABLÁNDO, RESPÓNDEME. ¿POR QUÉ ELLA NO ESTABA EN CASA CUANDO LA BUSCASTE? ¿CON QUIÉN ESTUVO? ¿CÓMO PUDO SER TAN DESCUIDADA? NO VE QUE LE PUEDE PASAR ALGO. HABÍA SALIDO HACE MEDIA HORA DEL TRABAJO Y NO LLEGABA A CASA, COMO SE ATREVE.—Gritaba el Señor Bieber desde la línea.

Me paré del asiento y le quité el teléfono a Kenny.

—¿Sabes? Yo no soy ninguna niña pequeña de dos años, hago lo que quiero y no por vivir en su casa tengo que tener horarios de llegada. ¿Cómo se atreve usted a controlarme de esta forma?—Le dije calmada. —Ah, y deje de molestar a Kenny, él no es ninguna niñera.—Le dije.

—Kenny, tienes el resto del día libre.—Le dije. Él me miró perplejo.

—El no tiene el resto de la tarde libre, tiene trabajo que hacer.

—No, ya no tiene nada que hacer. Ya le he dado la tarde libre, lo siento y adiós, no nos llame más hasta mañana. A ambos.—Le dije y colgué. —Ahora vete a descansar. Tengo entendido que duermes aquí, así que no sé, puedes hacer lo que se te plazca.

—Gr-gracias, Señorita.—dijo sorprendido.

**

Eran las cuatro de la mañana y yo no podía dormir así que bajé a tomar un vaso de agua.

Estaba en la cocina cuando siento que la puerta central se está abriendo. Luego de eso varios pasos en el corredor hacia la cocina.

No logré ver quién llegaba a estas horas de la madrugada ya que tenía la luz apagada. Sentí que unos pasos iban hacia los dormitorios, pero aún sentía una extraña presencia en la cocina, y como yo era tan miedosa no quería darme vuelta para ver si había alguien.

De pronto sentí unas manos en mi cintura, por debajo de mi pijama y un aliento sobre mi cabeza.

Mi cuerpo se estremeció al instante y el miedo se apoderó de mi. Dejé lentamente el vaso sobre el mostrador y traté de zafarme del agarre de la persona.

—Tu trasero se ve realmente sexy en esos shorts que usas para dormir.—Gracias a Dios. Sentí como el alma se volvía a mi cuerpo. Era el Señor Bieber. Había olvidado completamente que él no había estado en casa.

—Oh Dios mío, no sabe el susto que me dio.—Le dije.

—¿Qué haces a esta hora despierta?—Me dijo dándome la vuelta, pero sin soltarme, al contrario, me atraía más a él.

—Vine por un vaso de agua, no podía dormir.—Le expliqué. —¿Y usted, qué hace llegando a esta hora?—Abrí mucho mis ojos al darme cuenta de lo que había dicho. A mi no me importaba y no debía meterme en su vida privada, así que me corregí de inmediato. —No me responda.

Él enarcó una ceja y puso una media sonrisa en su cara.

—Mmh.—Me dijo.

Me solté un poco de su agarre y pude ver que estaba todo desordenado. Traía el pelo revuelto como si alguien hubiese pasado sus manos por él repetidas veces y su ropa como si se la hubiese puesto a la rápida. Se veía desastrado.

—No querrás saber dónde estuve, gatita.—¿Gatita? ¿Qué mierda? ¿Era alcohol lo que olía en su aliento? Por supuesto que sí.

—No quiero y no me interesa, no me llame 'gatita', si es tan amable.—Le dije saliéndome totalmente de sus brazos.

—Mmh.—Dijo de nuevo.

—Mmh, ¿qué?—Le pregunté.

—Te vez jodidamente sexy con ese pijama. Te lo quitaría ahora mismo, pero Denisse ya me dejó exhausto.—¿Cómo mierda se atrevía a decirme semejante cosa? Oh Dios, era lo más humillante que me podría pasar.

—¿Quiere que lo felicite por eso?—Pregunté sarcástica.

—¿Es lo que oigo celos? Oh no, se dice '¿Es celos lo que oigo?' sí, ahí está bien.—Se reía de sí mismo como un loco borracho.

Era totalmente patético.

—Vale, mejor vaya a dormir, mañana tiene que estar temprano en la oficina.—Le dije y me encaminé hacia mi dormitorio, pero él me alcanzó y me dio un mojado y sonoro beso en mi cuello. Me pilló desprevenida. Qué asco.

Se fue corriendo a su dormitorio y cerró la puerta de golpe. Parecía un crío cuando sabe que hace una maldad; arranca.

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