II

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Todo da vueltas, es un martirio el intentar abrir los ojos, como si algo lo estuviese presionando contra una mesa o el suelo. Probablemente sea el suelo. Siente que palmean su rostro repetidas veces, no puede hacer nada, parece un túnel en donde lo único que se puede apreciar son luces amarillas pasando con rapidez. Escucha sonidos desesperados, respiraciones agitadas, todo muy cerca de él. La garganta se le cierra, sus hombros pesan.

¿Qué mierda es todo esto? Nada le llega a la cabeza. Pudo haberse embriagado junto a Ray, quizás despertaron en otro lugar como solían hacer. Pero hace mucho que dejaron de dormir en diferentes lugares, siempre regresan al almacén, le asusta el dejar el lugar solo con toda la cantidad de dinero que tienen escondida ahí. Aunque a él no le interese, a Raymond sí, lo entiende en gran punto, les gusta el dinero. No lo consideraría una obsesión, conoce a Ray, el dinero es lo de menos.

Pero si están en el almacén, no han hecho nada la noche anterior y todo debería estar tranquilo, ¿por qué coño tanta desesperación y agitación? Un fuerte dolor en la parte derecha del rostro lo hace abrir los ojos, pero no obstante, otro todavía más fuerte es añadido del lado izquierdo.

— ¡Frank! —es la voz de Ray, lo enfoca. Es él, oh maldición, es él. Ray está ahí junto a un montón de personas, no sabe quiénes son y todo regresa a él como un rayo de luz.

No están en su jodido almacén, ni siquiera están en Jersey. No sabe en dónde demonios están, y ahora comprende la desesperación. Siente los brazos de Ray rodearlo con fuerza, como si no lo hubiese visto en años. Lo máximo que ha pasado lejos de él han sido tres meses, y fueron tres meses en los que estuvieron escondiéndose de la policía por robo a un banco. Fue el robo más épico, y sin embargo el más fácil, pero las autoridades buscaron por todo ese tiempo. Creen que están muertos o que escaparon del país. Lo mejor es que siempre han estado ahí, sin registro de absolutamente nada.

El título de los mejores ladrones no lo tienen sólo porque les viene en gana.

—Mierda, estás bien, estaba asustado, imbécil de mierda —Ray lo alza del suelo, cuando tiene la oportunidad lo aleja de sí. Aún tiene la vista borrosa, y las personas continúan a su alrededor—. Creí que esos hijos de puta te habían matado, pero Vic dijo que todavía tenías pulso, y no sabía qué coño era eso, pero dijo que era que tu corazón seguía latiendo-

— ¡Ray! —consigue exclamar, dejando a su amigo paralizado—. Estoy bien, ¿sí?

—Pues no lo estabas, idiota —golpea su cabeza con su mano, Frank presiona la mandíbula cerrando los ojos. No lo golpearía por dos razones: la primera es que sería vergonzoso estando en público, y la segunda es que sigue sin estabilizarse del todo. Pero se las cobraría, lo haría—. No vuelvas a asustarme de esa manera, juro matarte yo mismo.

—Tú no matas una puta mosca y me vas a matar a mí, imbécil —refunfuña dejándose llevar a una silla. Para la cantidad de personas en el lugar, el silencio es netamente espeluznante, e incómodo. Todos los ven, todos siguen sus pasos con sus miradas y él a duras penas logra alzar la barbilla para visualizar más allá. Sí, sentirse débil toma el puesto número uno en su lista de odio.

Ha despertado en el suelo y la estabilidad de la silla le ayuda con el dolor en la espalda, quizás vomite en cualquier momento. Unas pequeñas manos le tienden un envase, enseguida sabe que es alcohol. Ve las manos verter el líquido y empañar un sucio trapo que le desagrada a simple vista, pero al momento de acercarlo a él le hace sentir mejor. Toma el trapo, dejando las pequeñas manos libres.

— ¿Por qué te asustaste tanto? ¿En dónde coño estamos? —pregunta luego de practicar respiraciones. ¿Cómo es que nadie hasta ahora les ha hecho daño a ninguno de los dos? Si bien recuerda, todos ahí son ladrones. Quiere decir que todos son letales en algún punto, todos son peligrosos, todos saben estrategias, utilizan sus mentes y habilidades físicas para hacer la mierda que hacen. No pueden ser muy diferentes a él y a Ray, pero tienen ese algo en común que lo lleva a desconfiar: todos son iguales a ellos, y él no confía en nadie igual a ellos.

stealers game › frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora